Se acaba el 2012 y mañana es martes. Este año ha sido uno de los más locos y bipolares que he tenído, uno más de los que pasan rápido y, a pesar de las largas esperas y los días interminables, más han significado para mí. Poco y mucho puedo decir con respecto a éste año: el montón de lecciones que me ha dejado, los objetivos cumplidos, los momentos felices y, también, un enorme puñado de tiempos difíciles que, creo, son de las cosas que más puedo valorar de todo lo sucedido. Sinceramente, nunca he sido muy adepto de festejar estas fechas ni realizar listados de nuevos objetivos a cumplir, pero pienso que es un buen momento para cerrar ciclos y refrescar los largos historiales que van dejando los días y las noches que se resumen en la vida. Por ahora no puedo agradecer, porque mi estado no me lo permite y sólo me queda pensar y tratar de vivir lo que falte, lo que sea necesario y seguir en ese montón de niveles o decisiones que significa vivir. Poco puedo celebrar y poco es por lo que puedo brindar, nada es para siempre y tal vez sea hora darse cuenta. Mañana es otro año, mañana seguiré siendo el mismo montón de miedos y defectos.
lunes, 31 de diciembre de 2012
lunes, 10 de diciembre de 2012
El cajón de la ropa interior
Angie siempre cierra el cajón antes de que llegue a acercarme, Lo hace con disimulo, mientras me sonríe y/o guiñe un ojo con una seducción tímida pero serena, certera. Sabe que me inquieta una curiosidad nata de ver qué es lo que se encuentra en ese cajón, debajo de su ropa interior, aquello que tantas veces he visto que mueve, observa y vuelve a guardar con recelo, dibujando en su rostro esa inocencia de puberta que aún lleva por dentro.
Desde los días de nuestro noviazgo en donde apenas nos aventurábamos a tener sexo en su recámara, recuerdo que todo detalle especial que ella llegaba a compartir conmigo, en mayoría, salía debajo del cajón de su ropa interior. Los movimientos con que ella actuaba aún siguen siendo los mismos, y eso, es una de las cosas que Angie ha mantenido tan presente desde entonces y una de las formas en las que más me seduce, cosa que no creo que sepa del todo.
Conozco, a paso exacto, todo el proceso que ella iba efectuando desde nuestra estancia hasta el cajón aquel, con cada movimiento a detalle y el efecto correspondiente que causaba en mi: primero, comenzaba con una serie de pasos cortos a través de la recámara, pasos muy refinados que parecían ser plasmados a pincel, cada uno siempre acompañado de un ligero balanceo de cadera casi imperceptible, mientras, su cabello, se esmeraba en adentrarse en un vaivén místico y tan suyo, haciendo de su peculiar caminar una danza de cortejo basado en su instinto y la irrealidad que viajaba desde su corazón hasta mis exaltadas pupilas. Entonces llegaba, girando su rostro a reacción hacia mi ubicación, siendo esto el clímax del acto en el que mi sangre se hervía y, bajo mis pantalones, estallaba el sufrimiento de esa dolorosa erección que ella ni siquiera imaginaba y la cual, yo tanto deseaba. Para estos momentos Angie ya había abierto el cajón, lo adornaba con stickers de una de sus amigas diseñadoras, la lesbiana del cabello largo y negro que, cada que podía, me lanzaba miradas de desprecio y desacuerdo homosexual.
Tras tener en sus manos el secreto a mostrar, Angie proseguía a mover sus labios hasta formar una sonrisa inocente y casi perversa y, entonces, cerraba el cajón con sus nalgas para, después, dirigirse hacia mi con una mirada baja y un semblante de rubor en sus mejillas. Cada que llegaba hasta la cama o el sillón en donde yo me regocijaba por el acto, me daba aquello que me quería mostrar, narrando alguna historia que acompañara al juguete, obsequio o papel que se tratara, siempre evitando verme a los ojos mientras se refugiaba en caricias que, delicadamente, iba trazando en mis manos hasta el pecho.
Otras veces he querido asomarme. Han sido varias ocasiones en que, mientras nos arreglamos juntos en la habitación, me he acercado con disimulo de querer alcanzar mi loción o el rastrillo, pero Angie se apresura a sacar sus bragas para que no lo logre. Sabe que quiero ver lo que hay y tal vez también asimila que ya conozco todo eso que esconde con inocencia pero que nunca cambia de lugar, más sin embargo, la cuestión es que nunca he llegado a espiar sin su presencia.
Las verdad es que conozco su vida como la de nadie más y puedo casi asegurar que las cosas que guarda y aún no he visto son cosas tontas, secretos que una mujer guarda por un cariño especial y que, tal vez, ahora poco importe el principal objetivo del objeto, pero el hecho es que no puedo evitar fantasear con todo eso que pueda estar ahí: las cartas de su primer amor, las fotografías de las lesbianas, el dildo amarillo que tanto menciona cuando está ebria. Es una incógnita todo eso y no puedo dejar de pensarlo, quién sabe, tal vez tenga algunos teléfonos o maneras de contactar a otros hombres ahí, otros güeyes que también amen conocer, cada que se la cogen, los secretos que Angie guarda en el cajón de su ropa interior.
Las calles (I)
Por cada vereda que camino voy buscando tu rostro. Miro, pestañeo y volteo a todos lados, en un proceso que se va repitiendo y, es que, perdóname, te estoy buscando en las calles. No puedo evitarlo, hacerlo no me tendría más contento ni mucho menos. Trabajo arduamente tratando de absorber nuevamente la pequeña chispa de tu mirada, la cegadora, la que me mantiene fuera de este mundo tan mío, tan gris y ambiguo donde todo tiene total indiferencia. He quedado desempleado por recorrer siempre las calles con esmero, conté los pasos desde tu casa hasta la mía y no te encuentro, en las calles, no te veo sino hasta en las noches en que cierro la puerta de mi hogar.
lunes, 3 de diciembre de 2012
Mi habitación es ese pedazo de mundo que he labrado con todo el sudor de mis ideas
El reloj despertador tiene siete días parpadeando. La habitación parece ser el mismo pedazo de pocilga en el que nací pero con escupitajos más negros en la pared. Son las marcas del tiempo que ha dejado el polvo y la poca dignidad humana que presento en mi dulce hogar. Las mañanas siguen siendo los mismos recortes de esos asquerosos films independientes que ves una vez en tu vida, llenos de escenas largas en las que el protagonista despierta con tres pelos más en la barbilla y unas tremendas ganas de mear esa orina oscura que se provoca por las pastillas.
Si en este preciso momento te detuvieras a observar, tranquilamente, te darías cuenta de que esto que ha quedado sigue teniendo un poco del toque que tuvo en aquellos años en los que yo me esmeraba y, en los que, la vida, comenzaba a asomarse como lo que era, pero aún tenía esa especie de capucha irreal que tanto me había esmerado en crear y dibujar.
Mis ojos habían obtenido la vista que tanto me había costado diseñar para mi mismo. Una especie de escena teatral se había formado en mi entorno casi sin darme cuenta, era genial y era el único proyecto de vida que puedo nombrar meramente como tal, porque eso era y porque todo lo que ha venido después de ha quedado muy por debajo. A la hora de decir esto no me estoy refiriendo a que la felicidad había sido lograda por un mocoso de ocho años y mantenida hasta hace poco tiempo, sino, que todo aquello que se había cruzado en mi mente y valía la pena mantenerlo, había sido ejecutado y anexado a ese montón de recuerdos que, con el pasar de los días, se puede nombrar como vida.
Todo parecía correr de la mejor forma: cada día se moldeaba un pedazo de lo que hoy en día repercute como mi ser. Había mantenido una vida digna, llena de ideas, ideas sobre personas, ideas que se volvían hechos, actos y vivencias: las ideas eran el fruto y la base de mi infancia y pubertad. Las cosas pasaban y eran bienvenidas, las buenas, las malas y las stuff. La mayoría del tiempo parecía que estuviese flotando al lado de los más impensables seres, platicando con escritores que aún poco conocía y asegurando que, por ahora, no podía pedir más que no fuese lo mismo.
Es siempre importante recalcar que esta habitación parece ser el más corriente cuarto mexicano que aloja a un idiota cualquiera pero antes, hace poco aún, no necesitaba de un sólo adorno o fotografía que reflejara la persona que lo habitaba. Un cuarto de cuatro por cuatro con dos puertas y un techo jodidamente blanco parecía ser la celda de un loco, un puberto jodido y loco que comenzaba a escribir jodidamente mal y que guardaba dibujos, historietas y falsos versos veraniegos, jodidamente malos, debajo de la cama. Ahora parece ser un poco más acogedor, con un poco de color, libros y palabras en las paredes porque, carajo, ya no tengo donde guardar tanto papel.
Podría dejarme de estupideces y seguir viendo el reloj parpadear, pensar en su nombre, sus nombres y tratar de decirme por enésima vez que las olvide, pero no puedo, sencillamente no puedo, porque están aquí, en un vello de mi brazo o en una arruga de mi cara, en algún remoto lugar de mi cuerpo existe ese recuerdo y, mi mente, sólo guarda la fotografía de sus caras.
Así como el reloj despertador tiene siete días parpadeando, las esquinas de la recámara alojan una especie de polvo: partículas que se van desprendiendo de mi cuerpo al ser desechadas y quedan ahí como un rastro de lo ambiguo que es el ser humano y lo remoto de la evolución. Creo que aquello que sólo se ve al acercarse un poco más es lo que verdaderamente importa, al ser, minuciosamente hablando, los verdaderos rastros científicos de la persona, ya sabes: algún cabello suelto en el suelo, rastros de saliva en la almohada, marcas de semen en los calzones y, en mi caso, la marca de grasa que hay en la pared en aquellos lugares en los que he pegado la cama. Si siguieras estos rastros, estos verdaderos rastros de mi en este lugar podrías llegar a tener lo que más quieres, lo que más odias o, de jodido, un bonito recuerdo de lo que, por ahora, se puede decir de mi vida y mi descuidada higiene.
La intención de estas palabras no es la descripción detallada de mi habitación ni mucho menos, como ya habrás notado, sino, contar, tristemente, lo vacío que parece estar y lo interesante que se puede a llegar a tornar hablar sobre lo que habita, ha pasado y guarda un espacio como este, en donde los llantos aún resuenan y las risas poco han estallado, un lugar más parecido a un templo de ideas que a una sala de cine y claro, algunas escenas de sexo memorables guarda también, pero eso debería de estarlo borrando justo ahora, mejor no.
domingo, 2 de diciembre de 2012
Carta para mi desde el 2086
Hola Arturo
Esta carta ha sido escrita para ti desde el 2086, la has escrito tú, o sea, yo. Si, está bien, debes de respirar un poco si estás palabras llegan a alterarte un poco y, como sé que si, está bien, respira. Debes de empezar a moderar esa ansiedad pero bueno, como sé que no lo harás —ya que estoy hablando de mi— sólo puedo guiarte diciéndote estas breves palabras: lentamente inhala, lentamente exhala, y por favor, lee detenidamente cada una de las palabras que contiene esta carta.
No puedo entrar en detalles, ¿estás de acuerdo en que cualquier cosa puede hacer que todo se salga de control? No puedo darme lujos estúpidos aunque tanto quisiera. Lo que ahora sucede y me mantiene al borde de tener que hacer esto: buscar por los medios prohíbidos darte esta notificación recae en que puedo dejar de existir, nosotros, tú, yo. Lamentablemente si, vas a vivir hasta el 2086, no te voy a decir cómo ni porqué tendrías que vivir aun más, las cosas son muy diferentes al año en el que te encuentras y cualquier detalle, por más mínimo que sea, sería fatal.
Por ahora sólo necesito dos cosas: necesito que tomes las dos píldoras que te he mandado anexas a esta carta y, por último, que mates al hombre con el que te he enviado esto.
sábado, 24 de noviembre de 2012
Las luces que van pasando se reflejan aquí y allá
Quise contarte algo y se me salió de las manos, más bien del pecho: una luz se escapó de mi cuerpo esta mañana.
El comienzo puede empezar a relatarse como un descubrimiento dentro del esplendor oscuro de la mañana antes del amanecer, todo estaba ahí, las cobijas, mi calor, el respirar de mi perro junto a mi cama y ese sonido del ferrocarril que pasa a unos cuantos kilómetros de mi hogar. Sería correcto decir que es a esa hora, aproximadamente entre cuatro y cinco de la mañana, cuando nos encontramos en nuestro sueño más profundo, el más trabajado de toda la noche y, por ende, en las vívido. Esto lo digo base a ciertas experiencias, donde, tras despertar, recordar y analizar los sueños de la noche, me encuentro con tres, cuatro o cinco de ellos, cada uno con una temática propia de un film independiente al otro o, más bien, un pedazo de vida surrealista ramificado en cuatro o cinco diferentes historias. A veces estas historias se entrelazan o desprenden linealmente de las anteriores, otras veces más parecen ser tangenciales y subordinadas de otra idea totalmente radical a la anterior, ¿y cuál es la anterior? Misterios químicos de la materia.
En fin, el hecho es que a últimas horas del reinado subjetivo del sueño y el dominio de las supuestas tinieblas, algo en mi se desprendió de mi cuerpo para tomar como portador al ambiente mismo, haciendo de mi un tercero y ya no un propio, un sólo cuerpo. Lo que ahora trato de relatar no es más que una separación de lo mágico y la materia —que en este caso soy yo —, y que, como punto de vista acelerado se encontraron mis ojos en otro ángulo totalmente distinto a mi perspectiva desde la cama. Lo curioso de todo esto es que yo permanecía dormido, digo, mi cuerpo permanecía dormido, pero yo, yo el narrador de esta historia, el que se encuentra ahora escribiendo estas palabras, me encontraba de frente a mi propio cuerpo, aún sin saber, a ciencia cierta, cuál de los dos yo era el verdadero.
Podría pretender que nada de esto pasó, y la verdad es que lo hice y me lo repetí tantas veces en mi cabeza tratando de pensar en alguna otra cosa más pero la verdad es que simplemente no pude hacerlo. Pocas veces llego a vivir alguna de estas cosas que a los demás parecen sucederles todos los días que, mientras pensaba en si comprar una cajetilla de Lucky Strike o una de Camel, simplemente no pude, no pude si quiera dejar de pensarlo y tener que ir a tu casa a contártelo lo más pronto posible. Esa era la idea: llegar a tu casa, tocar el timbre, tocar tres veces con mi puño y luego avisar que era yo con un ligero tono de casualidad vespertina, que me abrieras la puerta, me dieras un beso y, después, taparte la boca y arrastrarte hasta tu cuarto de una manera indiscreta. Nada importaba, esa era la idea desde el principio tras recordarlo y sentir que mi corazón pudiera salirse de un momento a otro de mi cuerpo como aquella luz de la madrugada.
A estas instancias de la vida, me da por golpearme al darme cuenta de que sigo siendo un estúpido que cree en las películas de dramas románticos y, por idiota, me siguen pasando cosas como la negación de mis propios sueños. Al decir esto sólo puedo pensar el porqué de la respuesta que me diste tras todo esto. Sólo quería llegar a tu casa y describirte todo lo de la luz, mi reacción ante mi cuerpo visto desde otro ángulo por mi mismo, la estúpida luz flotando a treinta centímetros de mi pecho y como el sonido del ferrocarril se esmeraba en salir de la ciudad mientras esta anormalidad sucedía frente a mis narices. Sólo quería eso, que abrieras tus ojos para poder notar ese brillo en ellos que tanto me apendeja, ver cómo tu frente se arruga ligeramente por la fuerza de tus cejas en ella, escuchar cómo tus palabras de sobresalto se convierten en preguntas de reflexión y, así mismo, cómo estas preguntas de reflexión se convierten en besos en mi cara y cómo después esos besos pasarían a ser risas en tu habitación. Pedía un poco de una fantasía que se formó en mi cabeza en menos de cinco segundos, pedía un poquito de un anhelo base a un sueño, porque eso era y jamás afirmé que fuera verdad, pero tal vez pedía mucho, mucho para un sábado como este, mucho para una fantasía de cinco segundos, mucho para mi torpe vida aburrida donde nada pasa ni pasará.
viernes, 23 de noviembre de 2012
Noviembre se va yendo así
~
La mayoría de las veces, el final del día suele dar una vuelta de 180º como no tienes idea. Esta es una de las grandes virtudes del sencionalismo que se funde en nuestros dedos mentales: chasqueantes e impulsivos, seductores y presas que forman un dolor interno necesario y putrefacto, decisiones que se forman en milésimas de segundo.
~
Tengo y mantengo la idea de que la autodestrucción es uno de mis atributos menos valorados, al menos, entre mi circulo de personas más cercano.
~
Hoy volví a estar desempleado y me di cuenta de que, al menos, el trabajo me mantenía ocupado de pensar y darme cuenta de lo idiota que soy. Necesito un abrazo, carajo.
~
Sé que leerás estas palabras alguno de estos días y sólo quiero que entiendas que si sigo aquí es por ti, por todas las cosas que he hecho contigo y las miles de razones que tengo para no cometer una pendejada, no señor.
jueves, 22 de noviembre de 2012
Calcetines
"I wanna be sedated and you're an idiot".
Así fue, lo recuerdo todos los días al abrir los ojos, al darme cuenta de que vivo solo y de que soy, como ya lo dijiste, un idiota. Esta podría ser la frase que dirija el rumbo de lo que queda de mi vida y tal vez ya lo sea, sin embargo, aún vivo con esa intimidad de tener que aceptar tus palabras de rabia y hacerme el valiente al decir que ya no te pienso.
Te pienso y la verdad es que no tienes ni la más remota idea de cuánto, de por qué estoy así desde que te fuiste y, carajo, claro que lo sabes. Imagino las preguntas que te hacen cuando te ven, haciendo que tu lista de momentos embarazosos, que aún te voy ocasionando, sea más larga. "¿Y Alberto, ya no salen?", "¿Por qué se dejaron? eran mi pareja favorita"... Casi creo que los escucho, en las fiestas, en los funerales y en los encuentros de transporte colectivo de esta triste ciudad.
Quisiera ser yo el sedado, asumiendo también, ser un idiota. Te lo juro que lo deseo con todas mis fuerzas pero las drogas nunca fueron lo mío. No puedo si quiera asimilar estar drogado, estando normal apenas si tengo control de mis actos impulsivos y mi franco comportamiento tan típico de mi región que, de por si, hacen que mi vida sea un circulo de manías del siglo XXI. Ya vez, todo lo que escribo en estas hojas en blanco que habitan mi cuarto te tienen como destinatario, todo se dirige a ti en un grito de desesperación y piedad que nunca asimilaras; hasta las hojas en blanco describen los silencios desgarradores que procreo y jamás dedicaras a pasar conmigo. Eres así.
En el tiempo que se dice semanas y meses no he descubirto otra personalidad como la tuya y, la verdad, poco o nulo intento he hecho por descubrirlo. El esfuerzo es un desperdicio desde el momento de decir que hablo de ti contra alguien más. Recuerdo cuando te sonrojabas al decirte cosas como éstas, pero recuerdo también cuando comenzabas a blofear al escuchar cosas similares. Lo recuerdo todo y ese es mi puto pesar.
"I wanna be sedated and you're boring, dude".
Creo que esas cosas te las advertí en nuestra primera cita, sabía que no iban a cambiar nunca, como tampoco cambiarían los calcetines que siempre he usado.
martes, 20 de noviembre de 2012
Cuando te canses de mi
Te diré, entre tú y yo,
que me dan miedo las tormentas,
que ahora veo que una se acerca
que en el cielo hubo un temblor
y sólo pienso en escapar,
esto se ha puesto muy feo,
tuve un juicio contra reo
y sé que me condenarán.
Desde La Lloca hasta El Musel
te busqué y no te encontraba
y cuando nos vimos las caras
me buscabas tú también
y ahora que sigues aquí
cómo no vas a cansarte
si de miércoles a martes
ya estoy harto yo de mí.
Me decías lo que media
entre tú y tu soledad,
es un trecho que no puedo abarcar
yo le preguntaba al cielo
sin disimular el miedo
cómo voy a vivir
cuando te canses de mí,
cuando te canses de mí.
Y qué más da si esto es el fin,
yo trato de matar el tiempo
y entre tanto lo que el tiempo
intentará es matarme a mí
y estas líneas, ya lo ves,
son lo más desesperado
para tenerte a mi lado
que se me ha ocurrido hacer
y si me dejas que lo intente
sólo una vez más
me odiarás secretamente
y para siempre jamás,
que hacen falta, ay, amor,
más de dos vidas enteras
para corregir siquiera
el más mínimo error.
Me decías lo que media
entre tú y tu soledad,
es un trecho que no puedo abarcar.
yo me pregunté a mí mismo,
sólo a un paso del abismo,
cómo voy a vivir
cuando te canses de mí,
cuando te canses de mí, ay, de mí.
Me decías lo que media
entre tú y tu soledad,
es un trecho que no puedo abarcar.
yo le preguntaba al cielo
sin disimular el miedo
cómo voy a vivir
cuando te canses de mí,
cuando te canses de mí.
http://www.youtube.com/watch?v=9hvsVLz6C3s
que me dan miedo las tormentas,
que ahora veo que una se acerca
que en el cielo hubo un temblor
y sólo pienso en escapar,
esto se ha puesto muy feo,
tuve un juicio contra reo
y sé que me condenarán.
Desde La Lloca hasta El Musel
te busqué y no te encontraba
y cuando nos vimos las caras
me buscabas tú también
y ahora que sigues aquí
cómo no vas a cansarte
si de miércoles a martes
ya estoy harto yo de mí.
Me decías lo que media
entre tú y tu soledad,
es un trecho que no puedo abarcar
yo le preguntaba al cielo
sin disimular el miedo
cómo voy a vivir
cuando te canses de mí,
cuando te canses de mí.
Y qué más da si esto es el fin,
yo trato de matar el tiempo
y entre tanto lo que el tiempo
intentará es matarme a mí
y estas líneas, ya lo ves,
son lo más desesperado
para tenerte a mi lado
que se me ha ocurrido hacer
y si me dejas que lo intente
sólo una vez más
me odiarás secretamente
y para siempre jamás,
que hacen falta, ay, amor,
más de dos vidas enteras
para corregir siquiera
el más mínimo error.
Me decías lo que media
entre tú y tu soledad,
es un trecho que no puedo abarcar.
yo me pregunté a mí mismo,
sólo a un paso del abismo,
cómo voy a vivir
cuando te canses de mí,
cuando te canses de mí, ay, de mí.
Me decías lo que media
entre tú y tu soledad,
es un trecho que no puedo abarcar.
yo le preguntaba al cielo
sin disimular el miedo
cómo voy a vivir
cuando te canses de mí,
cuando te canses de mí.
http://www.youtube.com/watch?v=9hvsVLz6C3s
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estoy seguro de que me lleva la chingada
Final caja negra
Si me hubiera suicidado una vez por cada bala del revólver que he reprimido sería un genocidio de idiotas sin importancia.
domingo, 18 de noviembre de 2012
Revista Libélula II
Me volvieron a publicar en la revista "La libélula". Acá el enlace del número 17:
http://t.co/dUG4egO2
:)
http://t.co/dUG4egO2
:)
domingo, 11 de noviembre de 2012
Pude y puedo pero la verdad es que no pasará
Pude haber dicho me voy. Pude y puedo más, sin embargo, puedo casi asegurar que hubiese sido la peor decisión de mi vida, digo, de mi año, digo, de mi noviembre, digo, de mi hoy. Sé, que todo esto puede parecer una exageración si sabes un poquito de mi persona pero, dentro de lo que cabe, puedes plantearlo con cualquier caso, al fin de cuentas, todos somos parte de la misma pista de baile aunque algunos bailemos peor que otros.
Estar juntos parece, a veces, tan inalcanzable, un propósito utópico que me hace querer rendirme, tomar el revolver de mi padre y salir por la puerta triunfante del humano coherente. Sí, lo he pensado muchas veces y no, no te preocupes así, sé que también lo has pensado alguna vez, y eso, solamente revela lo tanto que nos parecemos el uno al otro. Quisiera poder aclarar esto último en un pasaje de frases o versos que se acomoden al poema que más nos logre describir, al menos este hoy y ayer, días del proceso inminente de vida que decidimos llevar.
Puedo sentarme e inhalar el aire que se impregna en la habitación como si fuese el perfume que deja tu presencia en mi cuarto cuando estás, pestañear ambos ojos de una manera muy lenta —como en esas películas rusas que no has podido ver junto a mi—, tomar un sorbo de agua y, al fin, abrir el cuaderno donde los pasajes más severos, salvajes, dolorosos y necesarios, se van escribiendo con la tinta del amor que recae en mis torpes y delgados dedos de pianista sin piano.
Pude haber dicho que me iba sin saber porque lo hacía, como en los viejos tiempos en los que el salir por la puerta era decir que todo estaría bien mientras más mal se pusiera. Sentirme parte de la ridícula opulencia humana del destierro y la decadencia mientras comenzaba fumar cigarrillos rubios parecía ser una buena rutina del escape hasta que me di cuenta que nunca había logrado salir de ningún lugar. Hubiese querido llegar a saber un poquito de lo que ahora mantengo más en mente pero a la vez creo que sería el suicidio de lo que ahora pienso ser. Soy la escena de una ducha acalorada de un hombrecillo tímido en un baño turco, soy el insensible que tal vez siempre recurra al mismo torpe truco.
Hay ciertos arranques de los que mi existencia no puede prescindir, conoces ya todos y cada uno de ellos pero, por ahora, me limito a decir que simplemente la cagué.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Fin
Se terminó la necedad de salvar a los lunes, al final de cuentas, el de la culpa siempre fui yo. Gracias lector.
martes, 6 de noviembre de 2012
Estoy casi seguro de que el comienzo de esta corrida fue el final de aquella tortura
«Son las ocho con catorce minutos y mi voluntad sigue siendo tan pequeña como ayer»... «¿Cuántos minutos han abarcado las ocho con catorce en mi cabeza, cuánto más durará este eco?»...
«Sería extraordinario, si, verdaderamente extra-ordinario el hecho de que alguien ajeno a mi, o a ella, bajara desde el cielo y me indicara el camino que sigue después de las ocho catorce»...«Eso es un Deux ex Machina»... «No recuerdo su nombre, ella no es la de la imagen en mi cabeza»... «La palabra Puzzle reluce en mi frente cada que me veo al espejo en las mañanas»...
«Sería extraordinario, si, verdaderamente extra-ordinario el hecho de que alguien ajeno a mi, o a ella, bajara desde el cielo y me indicara el camino que sigue después de las ocho catorce»...«Eso es un Deux ex Machina»... «No recuerdo su nombre, ella no es la de la imagen en mi cabeza»... «La palabra Puzzle reluce en mi frente cada que me veo al espejo en las mañanas»...
«¿Dónde quedaron sus gemidos, serán esclavos del viento?, ¿del tiempo?, ¿de las ocho con catorce?»... «Se fue»...
«No entiendo el sonido que deberían figurar sus labios, qué querrá decir?, ¿estará diciéndome que se encariñó ya?»... «Soy el fruto del miedo consecuente de mis actos impulsivos»...
«Ocho con catorce»... «Sólo recuerdo otra cogida como esta, sólo una y fue con otra, con la de la imagen en mi mente»... «¿Quién soy?»... «Sus leves llantos resonaron en la habitación hasta lograr fundirse en las heridas que dejaron las uñas de la otra mujer en mi piel»... «Ella es otra»... «¿Quién soy?»... «Ocho con catorce»... «Al terminar se posó en mi pecho cariñosamente para, después, comenzar a detallarme su vida tras el vaivén de mis pulmones»... «¿Qué quiere de mi, qué hice para merecer esto?»... «Mi mente me está ganando, ya no veo a esta chica, la que se supone que está aquí, es aquella, la otra: cabello rizado, olor a fresa»... «¿Ocho y cuánto?»...
«Ocho con catorce»... «Si, ella fue la que me sodomizó, la china»... «Había látigos en el buró, la luz era roja»... «Ocho con catorce»... «Su piel blanca captaba mi atención, sus pechos pequeños brillaban bajo los reflejos de mi lujuria, su vagina sonreía»... «Me dolió»... «Quiero más, más, por favor»... «Lo merezco»... «Ella planchó su cabello y después siguió hasta mi para quemarme delicadamente en los muslos»...
«Ahora me llamo Elisa y jamás te enamorarás de mi»... «Prepárate, son las ocho con catorce».
jueves, 1 de noviembre de 2012
Drei Klavierstücke
"Ok". Este es el fin de tu objetiva narración salvadora, una más que agregar a la, ya incuantificable, lista de justificaciones que tienes de explicar las cosas que haces y te dejas hacer. "Sensasional", "catastrófica", "elegante", "mamona", "perra lame huevos" y "culo comestible" sonaron antes del mencionado final, cada uno adornando las frases que rápidamente vas armando en tu lengua lame vergas, la causante de las noches en vela de todos nosotros (17).
"Quiero que tú me aprietes las tetas... tú meteme el puño en la boca mientras me la meneas en el cuello y tú, tú dame por atrás mientras tarareas una de esas canciones de Nacha Pop". Él no tarareo, silbó, el otro sólo sostenía suavemente aquellas tetas morenas y yo, yo me limité a pellizcarle los labios y dárle por el ano mientras cantaba su canción preferida y le iba dejando cada vez más rojo su delgado cuello.
"Me quedo contigo. Ustedes dos dense por el culo". Entre ellos dos la golpearon para despedir la velada. Ella me miró la entrepierna, yo bebí un sorbo del café que me aguardaba en el buró y, con un delicado mordisco en los muslos, se limitó a responderme con el final que comencé a relatar. Para esto, ya habían gritado "sensasional", "catastrófica", "elegante", "mamona", "perra lame huevos" y "culo comestible" aquellos dos hermanos mientras yo me quedaba con todo el manjar (Drei Klavierstücke).
lunes, 22 de octubre de 2012
Teclear mucho no hará que se me salga una frase bonita (ni mucho menos)
Teclear hasta el final logrará
alguna frase bonita, alguna que te llene, que te haga sentir ese raro
sentimiento que nombran amor (jaula de los locos/esquema marginal). Escribiré
al menos un pedazo de ese sentimiento que tanto te urge leer en alguien más que
no sea tu torpe novio o el viejo poeta aquel con el que nunca podrás coger. Lo
haré. Sí. Haré que mañana quieras suicidarte por tercera vez en el mes, que
corras hasta mí y no seas capaz de decírmelo de frente, como la primera vez,
como la segunda vez, como ahora volverá a pasar. Esperaré a que la noche
empiece a impregnarse en el ambiente, lentamente, y, después, encenderé el
cigarrillo que dejaste en mi buró. Será de noche, seré fantoche y herviré mis
ojos con tal de hacerte sentir lo patética que todos te dicen ser. Lo mereces,
lo merecemos y es un mal necesario. Esto es amor, tu extraña percepción del
cariño puro y angelical: marcas en el cuerpo y sabores ásperos en la lengua.
Detesto tu forma de escribir. Siempre pareces estar escribiendo lo mismo pero con palabras más tontas, como lo hace tu persona favorita, como lo hacen las niñas que nunca se van a acostar contigo. Sé que no es la mejor manera de decírtelo pero creo que no nos veremos más, no después de tus faltas de ortografía tan notorias en nuestros proyectos, de ninguna manera. Perdón, siempre pensé que serías una mejor persona y sólo he descubierto que eres más idiota que yo. A veces pensaba en lo que pasaba a tu alrededor, tus canciones cursis y tus aventuras locas pero después sólo me fuiste enseñando las más tristes maneras de vivir y esas ya las conocía. No quiero que pienses que te busqué por conveniencia ni por alguna idolatría babosa sino que, somos muy parecidos, tanta desdicha no cabe ya, no después de las pendejadas que has hecho y las que están próximas a suceder.
Teclear mucho no hará que se me salga una frase bonita ni mucho menos, en esencia, te irás adentrando a lo que te espera si es que quieres vivir conmigo. Temo que esto pueda asustarte, que en verdad sea un shock para tu percepción de mí y como lo volví a arruinar todo otra vez, pero si no te lo digo ahora nunca estaré en paz conmigo mismo. Lo puedo visualizar todo justo ahora: peleas babosas seguidas de arrepentimientos sosos y besitos acaramelados con el mismísimo azúcar repugnante que usan las brujas —no para comer niños sino para coger con cabrones—, y, finalmente, sexo duro para la reconciliación. Terminaré pegándote y me odiarás, empezaré lamiéndote y te gustará, más sin embargo, sólo puedo intuir que el carajo nos aclama, que tu madre querrá que me parta un rayo y que todo esto que tenemos ahora, mañana, será el polvo que hay que sacar después de tener una de esas fiestas en las que no sabes ni quién llegó. Las advertencias no son más que valientes verdades de reconocimiento de que nada bueno vendrá, la decepción de mi persona es algo que aprendí a pensar desde niño y sólo quiero dejar de lado el romanticismo que usé contigo sólo para probar tus pezones rozados. Lo sé, soy de lo peor y, por eso mismo, quiero que sigas viviendo cegada ante la putrefacción que nos rodea.
Para nadie, para mí, para octubre el femenino.
Detesto tu forma de escribir. Siempre pareces estar escribiendo lo mismo pero con palabras más tontas, como lo hace tu persona favorita, como lo hacen las niñas que nunca se van a acostar contigo. Sé que no es la mejor manera de decírtelo pero creo que no nos veremos más, no después de tus faltas de ortografía tan notorias en nuestros proyectos, de ninguna manera. Perdón, siempre pensé que serías una mejor persona y sólo he descubierto que eres más idiota que yo. A veces pensaba en lo que pasaba a tu alrededor, tus canciones cursis y tus aventuras locas pero después sólo me fuiste enseñando las más tristes maneras de vivir y esas ya las conocía. No quiero que pienses que te busqué por conveniencia ni por alguna idolatría babosa sino que, somos muy parecidos, tanta desdicha no cabe ya, no después de las pendejadas que has hecho y las que están próximas a suceder.
Teclear mucho no hará que se me salga una frase bonita ni mucho menos, en esencia, te irás adentrando a lo que te espera si es que quieres vivir conmigo. Temo que esto pueda asustarte, que en verdad sea un shock para tu percepción de mí y como lo volví a arruinar todo otra vez, pero si no te lo digo ahora nunca estaré en paz conmigo mismo. Lo puedo visualizar todo justo ahora: peleas babosas seguidas de arrepentimientos sosos y besitos acaramelados con el mismísimo azúcar repugnante que usan las brujas —no para comer niños sino para coger con cabrones—, y, finalmente, sexo duro para la reconciliación. Terminaré pegándote y me odiarás, empezaré lamiéndote y te gustará, más sin embargo, sólo puedo intuir que el carajo nos aclama, que tu madre querrá que me parta un rayo y que todo esto que tenemos ahora, mañana, será el polvo que hay que sacar después de tener una de esas fiestas en las que no sabes ni quién llegó. Las advertencias no son más que valientes verdades de reconocimiento de que nada bueno vendrá, la decepción de mi persona es algo que aprendí a pensar desde niño y sólo quiero dejar de lado el romanticismo que usé contigo sólo para probar tus pezones rozados. Lo sé, soy de lo peor y, por eso mismo, quiero que sigas viviendo cegada ante la putrefacción que nos rodea.
Para nadie, para mí, para octubre el femenino.
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