jueves, 1 de noviembre de 2012

Drei Klavierstücke

    "Ok". Este es el fin de tu objetiva narración salvadora, una más que agregar a la, ya incuantificable, lista de justificaciones que tienes de explicar las cosas que haces y te dejas hacer. "Sensasional", "catastrófica", "elegante", "mamona", "perra lame huevos" y "culo comestible" sonaron antes del mencionado final, cada uno adornando las frases que rápidamente vas armando en tu lengua lame vergas, la causante de las noches en vela de todos nosotros (17). 
    "Quiero que tú me aprietes las tetas... tú meteme el puño en la boca mientras me la meneas en el cuello y tú, tú dame por atrás mientras tarareas una de esas canciones de Nacha Pop". Él no tarareo, silbó, el otro sólo sostenía suavemente aquellas tetas morenas y yo, yo me limité a pellizcarle los labios y dárle por el ano mientras cantaba su canción preferida y le iba dejando cada vez más rojo su delgado cuello. 
    "Me quedo contigo. Ustedes dos dense por el culo". Entre ellos dos la golpearon para despedir la velada. Ella me miró la entrepierna, yo bebí un sorbo del café que me aguardaba en el buró y, con un delicado mordisco en los muslos, se limitó a responderme con el final que comencé a relatar. Para esto, ya habían gritado "sensasional", "catastrófica", "elegante", "mamona", "perra lame huevos" y "culo comestible" aquellos dos hermanos mientras yo me quedaba con todo el manjar (Drei Klavierstücke).
    

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