[Interpreta el espacio del corchete como el silencio ansioso que guardamos al vernos las caras después de tanto tiempo. Como lo que expresan nuestras almas al rozar en cada beso] [Podría ser lo que provoca erizar cada vello del cuerpo al sentir la otra piel o el sentir de la lengua deslizarse hasta el dedo gordo del pie] [Un beso con los ojos cerrados hasta la nariz o tu semilla en mi cuerpo engendrando su raíz] [Interpretalo como el eco de mi voz rebotando en las paredes de tu mente, mientras en mi espacio tu presencia es indudablemente omnipresente] [Es como el reflejo que la luna robó de tus ojos y sólo yo puedo entender la gravedad de esos despojos] [Es como el balde de agua fría que cae cada día, cada día que despierto y no estás, pero sé que eres mía] [Podría ser como el tiempo que comparto en las noches que duermes conmigo, o las miradas de envidia que me dan cuando vuelo contigo] [El corchete puede guardar como yo, cada risa tuya en mi bolsillo, como también puede guardar una infinita felicidad este anillo] [En el también caben las palabras que nos falta recibir, como por otro lado oculta las palabras que de mi nunca vas a oír decir] [En el corchete abundan la infinidad de caricias que nos hemos dado, un río de lagrimas y el tiempo que hemos pasado al lado] [El corchete infinito lleno de desastres y locuras, equilibrado por el derrochante amor y las sonrisas más puras][El espacio entre corchetes es un enorme cofre del que podré decir que nunca se llenó, lo vamos formando... el corchete somos tú y yo]
jueves, 30 de junio de 2011
Recuerdos atrapados, deseos decorados
Un avión, un balcón, ¿y tu amor? No lo sé. Si sabes, ¿tienes alguna pequeña idea de lo que estoy tratando de decirte? Ni yo, solo sé que ese dolor que a veces despierta de lo mas oscuro de tu corazón no es casualidad. ¿Iras a festejar la navidad? Yo tampoco. Ya nadie le da una verdadera atención a este tipo de fiestas, pero y que, la verdad no esperaba que me respondieras con una respuesta exacta o asociada al tema. Lo veo venir, si sabia que tu igual pero quise sentirme especial por un momento y perderme por ahí. Pasé la mayoría de mi vida fingiendo que vivía en otro lugar, lejos muy lejos de casa y tu dijiste que era lógico. No se que vaya a pasar mañana, ojala algo radical ¿verdad? Ah, sabía que dirías lo mismo. Un avión, un balcón, algo de pasión y rubor; me acorde que dijiste que todo se iba a acabar y no fue así, y por primera vez te encontré equivocada, y te dije ¿te acuerdas? Si lo sé, nunca se puede saber, tenías que decir algo por cierto. Ayer por alguna u otra razón me acorde de los peces raros que dibujaba la niña que me dijiste y que te daban curiosidad, la chica ninfa como le apodabas. ¿Un helado? Esta “haciendo frío”, no, falso, ni parece temporada navideña simplemente el invierno se burla de nuestras estúpidas creencias rutinarias y nos da un toque de febrero loco, como tu ego. ¿Qué? Ah si, te doy permiso, muérete cuando quieras, pero no me dejes solo.
20/dic/2007
20/dic/2007
miércoles, 29 de junio de 2011
30 de abril (II)
"Nos conocimos –como le dije-, en una tertulia de jóvenes escritores, ella es pintora, y llego ahí junto a su primo Roberto, el más publicado en esos tiempos. Yo tenía apenas diecisiete años, y hacía un año que radicaba allá, pero he de decirle que me sentía algo vacío, yo en ese entonces no escribía mucho, más bien, leía a montones y por circunstancias familiares, me fui obligado a estudiar arquitectura. El caso fue que salí un momento del bar en el que nos encontrábamos y la vi allí, a las puertas del lugar, con un cigarrillo en los labios y mirando fijamente un anuncio panorámico en blanco. Me habló de su extraño sentir al ver siempre, el comienzo de los números telefónicos capitalinos con varios cincos. No recuerdo que respondí, pero acto seguido, Natalia me invito un cigarrillo."
L.B.
L.B.
Nubes (on me)
He de admitir que lo volví a hacer. He vuelto a inhalar nubes nuevamente, pero es que en verdad necesitaba ver un poco de cielo azul. En momentos de excesivo vértigo siempre he necesitado absorber un trozo de esas cálidas reacciones, es un vicio creado más, una idea que me fue compartida en la niñez y un escape que siempre es posible. Las nubes son hechas por gente que canta en atardeceres compactos, pero yo soy un borrador de borregos que ocupan la inmensidad de mi torpe visibilidad. Querer observar y necesitar erradicar belleza más cursi es sólo uno más de mis innumerables defectos, una informalidad más que agregar a las razones para desinteresarse.
domingo, 26 de junio de 2011
Fuga porteña
"Hay momentos para despedidas y hay momentos para decidir entrar a departamentos, en todo caso, durante esa noche sucedió la segunda y después la primera y, para dejarme de líos, en Buenos Aires ya no había nada que me atara a quedarme."
L.B.
L.B.
sábado, 25 de junio de 2011
Yo/Habitos
Hace tantos días ya que dejé las caminatas por Hidalgo. Hace tiempo ya, de los momentos de busqueda amortiguada, de la soledad entrebuscada. Falta el sudor hasta la insolación en la plaza de mis lecturas, falta el tabaco hasta el hastío. Todo el ritual parece haberse ido con el recuerdo de su rostro. Pero yo sigo igual.
jueves, 23 de junio de 2011
Falsos recuerdos sublimes
A Teresa, mi amor
Quisiera ser aquel que se aferra a tus falsos recuerdos sublimes. El que inventaste en tu frío subconsciente. El ente formado por delicados caprichos inconformes, cuidadosamente planeados. El discreto transeúnte de tus pensamientos al azar, sigiloso pero omnipresente. Falsificador de buenas memorias, para crearte un bello pasado, haciendo un excelso trabajo y dejando mi marca en cada proyecto realizado. Formando una mente llena de felices memorias, para hacerte vivir sencillamente más tranquila.
09/02/2010
Quisiera ser aquel que se aferra a tus falsos recuerdos sublimes. El que inventaste en tu frío subconsciente. El ente formado por delicados caprichos inconformes, cuidadosamente planeados. El discreto transeúnte de tus pensamientos al azar, sigiloso pero omnipresente. Falsificador de buenas memorias, para crearte un bello pasado, haciendo un excelso trabajo y dejando mi marca en cada proyecto realizado. Formando una mente llena de felices memorias, para hacerte vivir sencillamente más tranquila.
09/02/2010
domingo, 19 de junio de 2011
30 de abril
“Me agradas argentinito”, recuerdo que me dijo al oído mientras se escapaba lentamente el humo del cigarro por su boca y rosaba mi oreja, roja, como mi verga en ese preciso instante. Yo era un chiquillo aún, mi estimado, diecisiete años, ella ya tenía veinte y lo virgen lo había dejado en un pene ya muy lejano.
L.B.
L.B.
viernes, 17 de junio de 2011
Phase III
"El tiempo es lo que pasa cuando no pasa nada"
Richard Feynman
Despojarse de lo carnal puede ser, un sencillo sentido de irrealidad, una desproporción de ignorar y/o temer la procedencia del cuerpo. El entorno que nos toca sin permiso alguno, la elocuencia del sonido de saturno que nos susurra en el oído y, la luz que nos sopla en la nuca desde el centelleo pulsante, que aparece en secuencia de borriscos. Un vaivén de experiencias entre conciencias aparentes, voces que retroceden y se superponen a la plusvalía del comienzo. Un ascenso/descenso imparable, atemporal. El presente que dura sólo un instante, pero que pasa, con una grandísima delicadeza, con un provecho total. Esto es el viaje, hermano.
Richard Feynman
Despojarse de lo carnal puede ser, un sencillo sentido de irrealidad, una desproporción de ignorar y/o temer la procedencia del cuerpo. El entorno que nos toca sin permiso alguno, la elocuencia del sonido de saturno que nos susurra en el oído y, la luz que nos sopla en la nuca desde el centelleo pulsante, que aparece en secuencia de borriscos. Un vaivén de experiencias entre conciencias aparentes, voces que retroceden y se superponen a la plusvalía del comienzo. Un ascenso/descenso imparable, atemporal. El presente que dura sólo un instante, pero que pasa, con una grandísima delicadeza, con un provecho total. Esto es el viaje, hermano.
Phase II
El entorno se vuelve mas denso con el despojo del comienzo, es de esperar, un tanto lento, pero sorpresivo. Uno es voluble en el transcurso del despegue, puede pasar lo inesperable, lo más irrelevante, ¿cómo podemos asegurar un bienestar? La necesidad no se aparece en las trayectorias venéreas, pero la mente es el fruto que se desea probar en ésta ocasión. Es un clavado en la materia gris, un silbido en el corazón. La fase número dos, es el arranque de nuestra aventura distorcionadora.
Phase I
Me habían advertido sobre las circunstancias de aceptar el reto y pasarlo. Comienza a fluir el eco dentro de la burbuja pasajera, con delicadeza, lentamente... La ocasión me levanta como en un elevador, una pizca de suavidad y el sazón que apenas se desenvuelve.
jueves, 16 de junio de 2011
Villa 31
La Ceci fumaba el faso que previamente había quitado de mis labios. Compartía fríamente una destartalada banca en el viejo barrio, con una joven putita argenta de lo más típico, con una mujer que todavía podía pasar por una pendeja de secundaria, hasta podría ser mi hija. Bocanada tras bocanada, La Ceci, soltaba de sus finos labios, en un trayecto que surcaba su frente y luego, su aliento: caliente aún por el faso. En mis manos fluía ya un sudor de nervios, una reacción ante tal circunstancia, no es por ser una prostituta, pero esta putita tenía encanto. Preguntó mi nombre mientras dejaba caer la ceniza con un cierto toque natural, con una autonomía hacia el comentario, y después, con una sonrisa desnuda, me invito a pasear y largarnos de ahí, de su barrio.
La dejé en la calle en la que solía trabajar cada día desde hace ya seis años, o eso me dijo aquella noche, y me retiré pensando en las cosas que me dijo, en las cosas que ella soñaba: Un departamentito limpio en el que, pudiera vivir con el hijo que su madre le arrebato. La Ceci se despidió de mi con un beso en la mejilla y un fuerte apretón de manos, asegurándome que me visitaría para tomar un café. Tal vez, no sea mala idea.
Leonardo Barajas.
La dejé en la calle en la que solía trabajar cada día desde hace ya seis años, o eso me dijo aquella noche, y me retiré pensando en las cosas que me dijo, en las cosas que ella soñaba: Un departamentito limpio en el que, pudiera vivir con el hijo que su madre le arrebato. La Ceci se despidió de mi con un beso en la mejilla y un fuerte apretón de manos, asegurándome que me visitaría para tomar un café. Tal vez, no sea mala idea.
Leonardo Barajas.
domingo, 12 de junio de 2011
DSCF3235.jpg
-Esta foto es uno de mis mejores logros -dijo Arturo al unísono, que ha sido ese unísono cambiante con los años y que jamás podrá verificar por sí mismo.
El ventilador engendraba un silbido que servía de arrullo para cualquier mortal indeciso, dándole sentido al fluir de los olores, mientras, Arturo desempolvaba viejas fotografías sentado en un sillón, al lado de la vieja lampara de noche. El bonche de fotografías que ocupaba su mano derecha seguía en aumento, pero en su mano izquierda sólo había una sola, una sola fotografía que contrastaba con todas las demás.
El sol había cedido lentamente a la noche con una típica flojera veraniega, dejando rastro de calor suficiente para las primeras horas de la noche, un clásico regiomontano, un atardecer eterno para nuestro amigo. Y es que, era a tal grado la perplejidad que adornaba su joven rostro atlanto mediterráneo (herencia Aragonesa), que era difícil reparar en sucesos naturales como una puesta de sol, ante el sobresalto de encontrarse de nuevo, con la fotografía que empezó todo.
Habían pasado años, habían pasado infinidad de cosas en el transcurso de ese clic fotográfico y el instante aquél en el que se perdía, un sin fin de palabras que habían volado de boca a boca para ser así, interpretadas como el enamoramiento nato. Claro que era su mejor fotografía, todo el material que tenía era un completo asco y lo sabía muy bien, pero, carajo, que nada de eso le importaba, nada le había importado tanto como esa chica, ni siquiera la escritura que profesaba en las noches. Nada sobrepasaba la importancia de seguir estando y viviendo plenamente para ella.
Fue entonces cuando levantó la vista y observó el ventilador, que formaba espirales invisibles dirigidos hacia su cara, como una especie de idea en el soplar del aire resignado a moverse, sintió como se generaba en la primera hora de la noche, una especie de seducción aparente ante el regocijo del recuerdo. Arturo remiró de nuevo el gran bonche de fotografías que yacían en su mano derecha y las guardo a reacción en su antiquisimo buró. La noche apenas comenzaba y en el centro lo esperaba la chica de la fotografía, y tal vez, esa misma noche, podría tomarle una hermosa foto (El beso).
El ventilador engendraba un silbido que servía de arrullo para cualquier mortal indeciso, dándole sentido al fluir de los olores, mientras, Arturo desempolvaba viejas fotografías sentado en un sillón, al lado de la vieja lampara de noche. El bonche de fotografías que ocupaba su mano derecha seguía en aumento, pero en su mano izquierda sólo había una sola, una sola fotografía que contrastaba con todas las demás.
El sol había cedido lentamente a la noche con una típica flojera veraniega, dejando rastro de calor suficiente para las primeras horas de la noche, un clásico regiomontano, un atardecer eterno para nuestro amigo. Y es que, era a tal grado la perplejidad que adornaba su joven rostro atlanto mediterráneo (herencia Aragonesa), que era difícil reparar en sucesos naturales como una puesta de sol, ante el sobresalto de encontrarse de nuevo, con la fotografía que empezó todo.
Habían pasado años, habían pasado infinidad de cosas en el transcurso de ese clic fotográfico y el instante aquél en el que se perdía, un sin fin de palabras que habían volado de boca a boca para ser así, interpretadas como el enamoramiento nato. Claro que era su mejor fotografía, todo el material que tenía era un completo asco y lo sabía muy bien, pero, carajo, que nada de eso le importaba, nada le había importado tanto como esa chica, ni siquiera la escritura que profesaba en las noches. Nada sobrepasaba la importancia de seguir estando y viviendo plenamente para ella.
Fue entonces cuando levantó la vista y observó el ventilador, que formaba espirales invisibles dirigidos hacia su cara, como una especie de idea en el soplar del aire resignado a moverse, sintió como se generaba en la primera hora de la noche, una especie de seducción aparente ante el regocijo del recuerdo. Arturo remiró de nuevo el gran bonche de fotografías que yacían en su mano derecha y las guardo a reacción en su antiquisimo buró. La noche apenas comenzaba y en el centro lo esperaba la chica de la fotografía, y tal vez, esa misma noche, podría tomarle una hermosa foto (El beso).
sábado, 11 de junio de 2011
Casualmente
Casualmente me desvanezco, antes de que suene la alarma de las veinticuatro horas del suceso y el acceso. Ha habido un montón de ruidos graciosos en la prisma del dolor, y se generan toda clase de silencios que abochornan lo glamouroso, lo espasmódico del encuentro: la quemazón corporal. Todo esto mientras vacilas en el melancólico atardecer, tan típico de éste mes, tan fortuito como ayer. El cuerpo arde y la sonrisa se mantiene. Los críticos se vuelven inofensivos mientras yo me consumo, en la caída del albino, en la nostalgia que te inunda.
martes, 7 de junio de 2011
Acá no, allá, tampoco
En las tardes soleadas como hoy, suelo recordar que el viento se va a platicar a otros lados, que viaja a vecindarios muy, muy lejanos de acá, simplemente para escuchar las habladurías de otra gente. Gente como Susana, la chica Ecuatoriana que dejaba Quito unos días, la que dejaba todo en otras vías.
Sí, fue Susana la que verdaderamente le interesaba al pobre viento, con todas esas contradicciones que ella se creaba y, de las cuales, se esmeraba tanto en inventar. Porque Susana está en contra mía y está en contra de sí misma, eso, aún, esta claro.
El viento siempre nos escucha en cada vaivén, se introduce en las conversaciones llenas de valor, llenas de propiedad, conversaciones que está dispuesto a contar por sí mismo. Se las adueña y las destroza, para contarlas una a una, como lo hizo con Susana, quien tomaba nota, distorsionaba y desmoronaba lentamente cada historia para crear cuentos que publicaba en revistas que nadie leyó.
Nadie, absolutamente nadie, hablaba más con Susana que el viento desquiciado del norte, y eso, solamente yo lo sé. Porque sé que hablan de mi a mis espaldas, porque sé que se robaban mis tontas vivencias y, Susana, ha publicado con un seudónimo vacío de intención, porque es como si escuchara de nuevo la misma canción.
Latinoamérica es grande y el viento es rencoroso, por eso yo sé que Susana, seguro, aún cuenta mis cuentos. No diré cómo es que Susana acabó esa relación con el viento del norte, ni diré que su vida no me ha dado una buena historia, sólo sé que fue un nuevo amor lo que la hizo dejar de huir de Quito, y que, de poquito en poquito, el viento me dijo, con su sencillo piquito, que él junto a una chica Ecuatoriana me plagiaban, y ella se hacia de fama con mis desventuras e infortunios de cada noche mexicana.
Ahora el viento ya no vuelve por acá, porque se siente apenado, porque fue engañado y obligado a cometer tales fechorías. Se disculpó y decidió jamás volver, ni a Quito ni a Monterrey.
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