El día de ayer fui a ver dos films de la 12va semana de cine alemán que se exhibe como parte del FIC de Monterrey, lo cual me parece mal, ya que por parte del FIC este ciclo se absorbe y muchas personas ni siquiera sabían que se encontraba proyectando actualmente un ciclo del cine alemán; anyway, un punto de vista.
El primero que vi es un film llamado "Silvi", el cual trata sobre una mujer cuarentona que es dejada por su marido después de años de matrimonio. Me llamó la atención la sinopsis que leí en la revista de la Cineteca Nacional pero me decepcionó al verla. Lo que aprendí de este film es que, al parecer, afirmando mis estúpidos estereotipos del alemán promedio, a la gran mayoría de los hombres alemanes les gusta practicar el masoquismo. Silvi quería amor y se topaba con puros hombres deseosos del feeling nasty: tan-tan.
El segundo film es la opera prima de Jan Ole Gerster, se trata de "Oh boy, 24 horas en Berlín". Este film junto con "Hanna Arendt" de Margarethe von Trotta (el cuál es excepcional), fueron las dos principales propuestas por las que decidí darle prioridad al ciclo de cine alemán ante el FICMty.
En "Oh boy" se habla de Niko Fisher, un joven de 27 años que transita por Berlín sin saber qué es lo que hace a ciencia cierta. De familia acomodada, estudios truncos hacía dos años, Niko vive sin demasiados problemas, aunque podría decirse que el verdadero problema es él mismo. La secuencia del film, como su nombre nos lo dice, transcurre en 24 horas en la vida de Niko, empezando con un amanecer en donde deja a su novia y así empieza un camino en donde conseguir una taza de café le es casi imposible: una tragicomedia con fuerte influencia de la Nouvelle Vague francesa que nos va presentando la vida sin rumbo de un tipo cualquiera; una especie de outsider berlinés que va encontrando diferentes personalidades en vecinos, viejos amigos y personas random con quienes trata de encontrar una respuesta a las preguntas que lo tienen varado.
La fotografía en blanco y negro de un Berlín moderno y el soundtrack con toques de jazz, nos sumerge en la melancolía que Niko Fisher presenta: un tabaquismo elevado, poco dinero en el bolsillo, una soledad introvertida de un muchacho que ha dejado de estudiar derecho para reflexionar, dándose dos años de ésto y, al parecer, pocas respuestas al significado de la vida. Durante sus 24 horas de trayecto, cada situación que se va presentando es todavía peor a la anterior, yendo del humor irónico hasta acciones absurdas que pueden presentarse en el día a día.
Entonces, en lo particular, "Oh boy" se me presenta con una clara identificación de mi persona en los ridículos zapatos de Niko Fisher, como una especie de autobiografía fílmica de 90 minutos en donde mi 2013 se ven reseñado en las 24 horas del berlinés, quien como Leopold Bloom, va deambulando por una desafortunada odisea de circunstancias sumamente espontáneas.
¿Qué es lo que sigue? No lo sé, aún sigo yendo de un lugar a otro sin la menor idea de entender qué es lo que quiero. ¿Cuál es el verdadero sabor de la vida?, o, ¿acaso es la búsqueda de la misma el secreto que hay que mantener en constante flujo para situarse en el equilibrio del tiempo? ¿Qué debería de hacer después de lo que ya ha pasado? Al final, el film termina al cumplirse el día entre las historias de Fisher, sin mucho que pensar o poder decir acerca del camino que nuestro protagonista tomará; justamente como mi vida, que aunque no dure 24 horas sigue yéndose como si cada día fuese igual a las mismas 24 horas anteriores, con una monotonía irrelevante entre tanta gente que habita alrededor.
Niko Fisher y Frederick en el bar.
La fotografía en blanco y negro de un Berlín moderno y el soundtrack con toques de jazz, nos sumerge en la melancolía que Niko Fisher presenta: un tabaquismo elevado, poco dinero en el bolsillo, una soledad introvertida de un muchacho que ha dejado de estudiar derecho para reflexionar, dándose dos años de ésto y, al parecer, pocas respuestas al significado de la vida. Durante sus 24 horas de trayecto, cada situación que se va presentando es todavía peor a la anterior, yendo del humor irónico hasta acciones absurdas que pueden presentarse en el día a día.
Niko Fisher (Tom Schilling)
Entonces, en lo particular, "Oh boy" se me presenta con una clara identificación de mi persona en los ridículos zapatos de Niko Fisher, como una especie de autobiografía fílmica de 90 minutos en donde mi 2013 se ven reseñado en las 24 horas del berlinés, quien como Leopold Bloom, va deambulando por una desafortunada odisea de circunstancias sumamente espontáneas.
¿Qué es lo que sigue? No lo sé, aún sigo yendo de un lugar a otro sin la menor idea de entender qué es lo que quiero. ¿Cuál es el verdadero sabor de la vida?, o, ¿acaso es la búsqueda de la misma el secreto que hay que mantener en constante flujo para situarse en el equilibrio del tiempo? ¿Qué debería de hacer después de lo que ya ha pasado? Al final, el film termina al cumplirse el día entre las historias de Fisher, sin mucho que pensar o poder decir acerca del camino que nuestro protagonista tomará; justamente como mi vida, que aunque no dure 24 horas sigue yéndose como si cada día fuese igual a las mismas 24 horas anteriores, con una monotonía irrelevante entre tanta gente que habita alrededor.