¿Culpable, yo?

    Habito en el espacio que desprecias. Sonrío entre silencios vespertinos. Sucumbo bajo el ala del itinerante planeador. Eso soy, en el más acertado de tus pensamientos, alejado de todos sus sentimientos y engendrado de un firme sudor. Mi voz no se encuentra en las radiofrecuencias, mucho menos en los gritos vecinos, hablo quedo y sigilosamente aniquilador.
    ¿Cómo bailar mientras uno se queda cojo? ¿Qué soñar cuando el ojo no ha visto el foco? ¿A quién coger cuando hay que cagar?
    Actualmente me muevo entre la gente, sangre menstrual entre los dientes y bellos pétalos en el morral. Decoro mi vista, te beso la frente y me adentro al vaivén visceral.     
    Habito en el espacio que alimentas: sonrío desnudo entre caminos: perezco cual amante ruiseñor.
    Reniego entre cada variante de mi mente. Profecías que van más allá del dolor y el anarquismo social. Soy el jilguero de la mañana, el luchador de la cantina mala muerte, el hijo que no tiene sabor. Poseo la más superficial de tus mamadas, la máscara de todas tus mañas y el viejo calzón que aniquiló.
    ¿Cómo escuchar entre el ruido de tu hocico? ¿Qué perversidad recordar cada domingo? ¿Qué caricia te gusta a ti más?
    Soy caucasoide por naturaleza, un bostezo frente a la mesa y vivo en tu jaula levantando el dedo pulgar.

No hay comentarios: