viernes, 22 de febrero de 2013

Para mi un café expreso V


Respuestas bajo la cama

    He caído seis veces de la cama esta noche. En la primera caída sólo pude pensar en como eso era recurrente en mis años de infancia y como papá me levantaba y me volvía acostar. En la segunda caída abrí los ojos para intentar ver algo más allá de los recuerdos y el porqué de una segunda caída después de diez años de que no pasaba. Durante la tercera caída sentí a mi perro quejarse y gruñir por el fuerte golpe que recibió, el reloj-alarma marcaba las cuatro veintiocho de la madrugada y mi celular había llegado ya al cien por ciento de la carga de batería, debía de ser una especie de broma el hecho de que fueran ya tres: bola de pendejos. A la cuarta caída entendí que eras tú, que eras tú la que estaba ocasionando esa noche de perros en mi habitación y no pude hacer nada, ¿qué poder tendría yo sobre ti para parar con todo eso? Ninguno. Cuando pensaba que con admitir (entre sueños) que eras tú la razón de mi mal sueño y podría descansar al fin, algo en mi estomago empezó a retorcerse, como algún alimento que me provocase intoxicación (otra vez) y eso me hizo querer aferrarme al sueño. Soñaba contigo, en las estaciones del metro que están al otro lado de la ciudad y una cita en la que habíamos quedado para "quedar en un común acuerdo": dejarnos de ver o seguir sentándonos en la mesa del café aquel para seguir hablando de nosotros y de lo que haríamos con nuestras vidas mientras leyéramos, cogiéramos y nos riéramos juntos, era como cualquier sueño más en el que habitas, casual, con un día nublado con cigarrillos y besos en el parque, pero llegaba al metro, bajaba del andén y te veía esperando al lado de un teléfono público, viendo los carros que estaban por debajo de nosotros mientras yo me acercaba y, al tenerte a dos metros de distancia, me sentía caer, en un abismo de los que siempre hay en esos sueños y la quinta caída de la cama era ya inminente, el golpe se sentía en la espalda. ¿Qué espero con todo esto, qué...? La sexta caída fue la respuesta. 

domingo, 17 de febrero de 2013

Paso fino

Solo para que te quede claro 
Estaba dispuesto a negarme todo el tiempo 
Pero se que como estas pensando en mi ahora 
Puedo persuadirte a que lo hagas 
Entonces quiero que me llames enamorado 
Tierno, suave, también puedes decirme cariño, ángel 
Mejor llamáme deseo, papito, chongo, caballo, hipogrifo y delirante 
Llamáme loco, fresco, tímido, discreto, atento y caballero 
Llamáme primero. 
Porque no probás con anunciarte 
Llamáme a gritos con calentura 
Diciéndome sexy en egipcio 
Llamáme amigo, común, elegido, regalo 
Llamáme para inventar caprichos 
Llamáme con nombres falsos 
Llamáme Ricardo, Segismundo, Petardo 
Llamáme para mostrarme cosas prohibidas 
Llamáme grosero, puerco 
Llamáme señor 
Llamáme como susurrando el estertor secreto de tu alma 
Llamáme dibujando con el hilo de baba a un culo 
Llamáme para mostrarme cosas prohibidas 
Llamáme cobarde, pirata, atorrante y bucanero 
Llamáme gentuza 
Llamáme campeón, maricón y misogeno 
Llamáme su majestad y rendime plestecia de la buena, de la que da alegría 
(Despacio, suavecito… más despacio) 
Llamáme dios, juez, autoridad y esclavista 
Llamáme diciendo sin sentidos 
Llamáme miserable, patán, embustero 
Llamáme dictador, formidable, fulano e impostor 
Y si crees pertinente, llamáme macho 
Llamáme peleador…

viernes, 15 de febrero de 2013

Negro en azul

    «A febrero se lo esta llevando la chingada junto conmigo». Esa fue la frase que estaba ubicada como la primera de mi lunes anterior, esa frase que sabes de antemano va a significar el opening del rumbo que tomará la semana y el topic en cuestión, así como sus respectivos feelings. Quiero suponer y querer afirmar que fue similar a lo de Séneca cuando citó el Aurea memediocritas, pero claramente, hablando sobre el equilibrio y la oposición a las posiciones extremas. Sería de gran ayuda voltear hacia la ventana de mi recámara y encontrar un memorandum en el que se apoyen mis palabras y poder seguir en una posición de saber en realidad qué es lo que estoy diciendo. La media noche esta empezando y con ella me dejo entrar en este especie de traslado refinado entre el sueño y lo que tendré que soñar de nuevo, porque está ahí, presente entre todos esos momentos de debilidad que tanto me sorprenden, nutriéndose bocado a bocado de cada mínimo malestar y duda personal, como la solitaria carroñera que carcome sin darnos un malestar trágico. 
    Miles entra lentamente a la habitación, mirándome de frente con ese agudo llanto de trompeta que abarca y ocupa el espacio en cuestión, dándome un saludo a mí y la media noche, que, en estos momentos, ha tomado la pieza como suya, sentándose a pierna suelta entre el montón de utensilios y cosas que hay en la habitación: botellas vacías (Carpe diem), las botas sucias y pilas y pilas de libros y papeles sueltos que flotan y cubren el espacio en una alfombra literata. Considero que la luz que despide la lampara de buró daría un toque más nostálgico si fuera una bombilla de 60 watts la que la encendiera, todo sería más práctico y más acogedor en esta escena de tristes locos en la que el aire nocturno, el humo azulado del tabaco rubio barato y el eco de los susurros fulminarían como uno de esos momentos en los que el ente durmiente pierde el sentido y siente que se le sube el muerto, el muerto Miles, el muerto Julito o el no-muerto Jean Paul Belmondo en su papel de Ferdinand Griffon alias Pierrot, Pierrot le fou. «Salud, che», alcanzaría a escucharse entre los viajes del negro Miles mientras yo me preparo para uno más de los discursos que empiezan con una apuesta del sonido humano más arcaico hasta saber si es él mi doppelgänger o él es mi doppelgänger o yo puedo llegar a ser el doppelgänger del cojo que vende droga en mi calle. Todo y nada serían lo mejor, un silencio bajo los silencios de la trompeta y un vaivén de difusos manoteos en el centro de la pieza traerían el sabor del café colombiano que nunca he degustado o el mate barato que alguna vez probé, siendo sermoneado (una vez más) por el montón de argentinos que se cuelan por mi ventana y aparecen uno a uno como exiliados en un instante en el que mi perro se estresa de tanto desconocido y mi risa comienza a parecerse al canto de Edith Piaf. «C'est toi pour moi. moi pour toi dans la vie», y quién sabe, Exitus Acta Probat, antes lo sabía sin siquiera tener que pestañear un poquito, ahora, ahora me encuentro cabalgando entre un montón de palabras que tuve que vomitar en los momentos menos oportunos, siempre explotando entre los humos de alegría y los terribles malestares y conciencias reales que conocía y vivía a flor de piel, como el fanático religioso deseoso de pagar con dolor esa pena tan grande que era la culpa misma. «Des nuits d'amour a ne plus en finir, un grand bonheur qui prend sa place des enuis des chagrins...», habría que preguntarle a los chicos qué era lo que ellos pensaban, sabiendo de antemano que todos estarían en total desacuerdo el uno con el otro y que, en el proceso de las cañas, los tequilas y los fasos, los tabacos, los putos cigarrillos, encontraría por mandarlos todos al carajo para proseguir con esa pose de mujer dolida que ama a su hombre. «...des phases heureux, heureux a en mourir», dolor, dolor divino de saberte así: maravillosa y atormentada, única y desperdiciada, oh mujer, ¿por qué tenemos que pasar por los puentes más elevados de la noche oscura? Ven y baja por mí, ya voy, subiré por ti hasta el último peldaño, caricia, caricia, golpe, escupitajo. «Quand il me prend dans ses bras il me parle tout bas», maldita, maldita y desgraciada, ¿qué no ves que estoy aquí (acá, che, decí acá que me incomoda)? Miles toma a su amiga y dice «Shhh/Peaceful», mirada de chingas a tu madre. Saldría a ver la luna en este jodido día después de San Valentín, ver la luna, saber que estás dormida y que quién sabe porque no puedo dormir, sabiendo que la calma es necesaria e Ipso facto no debería estar ahí, a orillas de la terraza entre el ruido de los mosquitos que se acercan a la luz y el viento de febrero que llega y se va y no sabe, como yo, qué es lo que debe de hacer. Ju-li-to, Ju-li-to, antes me hablabas para aconsejarme, ahora sólo vienes a empedarte junto a ese negro y el montón de compatriotas que se vienen para acá, carajo, Todo el tiempo tuve miedo de este momento, todo el tiempo he pensado que esto sería el declive fantástico que escribí montones de veces entre clases y que, sí, lentamente llegaría el mo-men-to, mo-men-to de vi-vir-lo, a-sí, de es-ta ma-ne-ra, tur-bia (calamidad angelical), so-ña-do-ra. Güey, me cago en el nahuatl, en los putos indigenistas que todo quieren sacar de su pinche diálecto, carajo dos veces. Güey, what's wrong with the indian, nothing, just don't blame all the fuckin' time about them, dejalos descansar y no los culpes de tus males, déjalos, che, déjalos y vení pronto a decirme qué es lo que tengo qué hacer. Memento mori.
    «Sabes qué hacer, sabes cómo encontrarlo, sabes que la espalda está ahora descansando en la cama y que deberías de dejar de darle tantas vueltas al asunto. Puedes venir, fumar un cigarrillo junto a nosotros que siempre estamos aquí, por ti, por la puerta abierta que siempre nos tienes y por esa fama tuya de conseguir buena yerba, pero estamos contigo». Ajá, algo así no es tan jodido, pero bueno. «Primum non nocere, pibe, vos sabés que es lo que sigue», y sí así después de verlo todo y escuchar la «Silent way/It's about that time» en vivo, me doy cuenta de que es hora de dejarlo así, terminar ese sueño y seguir con el que sigue, el que soñaré de nuevo y analizar, como siempre, Vita via est y el sueño es, entre todo este revoltijo de palabras, hojas revueltas del mismo libro.
   

martes, 12 de febrero de 2013

Te extraño Julito

    Un día como hoy de 1984 murió Julio Cortázar, el maestro argentino de acento afrancesado (pinche fantoche), el enormísimo cronopio, mi Julito. También se cumplen 50 años de la publicación de Rayuela y, hoy, releyendo el capítulo 56 pensaba en él, en las historias que seguramente sigue creando en el lado de allá, no París, sino en donde ahora se encuentra. 


viernes, 8 de febrero de 2013

"Taberneros"

Puedes ver que a duras penas logro mantenerme entero
puedes ver que lo que hice ya, no puedo deshacerlo
yo creí que lo nuestro era infinito como la arena
ahora se que lo único inagotable es, esta insoportable pena.

Ya se fue mi amor lo sentí marchar
esta noche me voy a emborrachar
voy a emborrachar, lo sentí marchar
ya se fue mi amor, ya no volverá.

Quisiera y no quisiera, son dos cosas diferentes
quisiera que me quisieras
y yo no quisiera quererte
pero en vida no suele ocurrir lo que uno quiere que ocurra
y tu te fuiste detestandome y yo
hoy te quiero mas que nunca.

Ya se fue mi amor lo sentí marchar
esta noche me voy a emborrachar
voy a emborrachar, lo sentí marchar
ya se fue mi amor, ya no volverá.

Hoy soñé que te tenia otra vez entre mis brazos
de saber que no era mas que un sueño, no me habría despertado
así que si hoy amaneces, y los pies te están doliendo
es porque estuviste toda la noche, Caminando por mis sueños...

Ya se fue mi amor lo sentí marchar
esta noche me voy a emborrachar
voy a emborrachar, lo sentí marchar
ya se fue mi amor, ya no volverá.

Tengo ya que despedirme
porque las fuerzas me fallan
y las pocas que me quedan
son para curar mi Alma
que enfermo cuando perdí
lo mas precioso que tuve
dime pensaras solamente un poco en mi
cuando mires el Montduverr.

Ya se fue mi amor lo sentí marchar
esta noche me voy a emborrachar
voy a emborrachar, lo sentí marchar
ya se fue mi amor, ya no volverá.

Si dices dame tu corazón
me lo arranco y te lo doy
pero yo digo Amor quédate
y tu me respondes me voy, me voy, me voy.


jueves, 7 de febrero de 2013

Enero y Abril


    Ya es casi media noche y apenas me armé de algo de valor para escribirte un poco. Quiero narrar todo lo que ha pasado acá desde que te fuiste y tratar de dejarlo todo claro con el único objetivo de que me creas un poquito más. Desde el día en que te fuiste no he podido salir a las calles y sentir ese calor veranero que siento cuando estamos juntos por tu casa, sin importar que noviembre reine y tener que soportar esas tremendas temperaturas tan dignas de tu noreste mexicano. Lo extraño mucho y extraño es sentir esta necesidad de querer buscar algo que sé que nunca encontraré aquí: la compañía a tu lado y su necesario calor humano bajo el pecho así como la piel chamuscada de tanto caminar por el centro.
    ¿Por qué si te esmeras tanto en escribir algo que crees necesario que lea no lo mandas como envío urgente o algo más efectivo? Alguna forma que haga la explicación de una manera más ordenada y no como esos gritos desesperados que resuenan por el teléfono y que parecen ser los últimos para poder morir de coraje y decepción. Quisiera creer y decir que me equivoco con cada uno de los malos pensamientos que tengo hacia ti, en verdad que trato pero ejemplos como: «y sentir ese calor veranero que siento cuando estamos juntos por tu casa» parecen formar una buena y rebuscada frase, seguida de: «tener que soportar esas tremendas temperaturas tan dignas de tu noreste mexicano», pero no, sólo dejan a flote al repugnante punto de vista de mi zona geográfica y los buenos deseos que construyes y destruyes cada que llego ansioso por querer estar más tranquilo.
    A estas alturas debes de estar terminando de desempacar en tu pieza. Seguramente te encuentras exhausto por haber llegado temprano a la ciudad y tener que ducharte para ir a presentarte en ese empleo que tanto detestarás y que tomas por también haber tomado esta especie de responsabilidad taciturna pero necesaria y que, de los dos, sólo tú ibas a poder hacerlo. He quedado un poco malhumorada con la última discusión que tuvimos pero también creo que estoy mucho mejor acá, alejada de lo que pueda pasar si fallas y terminas por desquitarte conmigo. No es que sea cobarde, pero creo que te estás yendo a la grande y eso ahora no es tan necesario.
    Claro que iba a ser yo el que tomara el trabajo pesado, el que pondría en riesgo su estabilidad emocional y financiera al tomar un empleo como ese, además de saber que lo lograría y tendría que pasar un tiempo acá, una vez más, para poder tener un poco de mejores bases y poder vivir mejor que el día-a-día al pedo que tanto apesta ya. Sabes refugiarte bien, en esa zona de confort que tanto idolatramos y perseguimos los dos, y que sólo tú sabes aprovechar, querida, pero ah, Tania, el trabajo lo tengo y a ti ya no te tengo nada segura.
    Por ahora me he encontrado un poco más tranquila desempeñando mi papel de buena ama de casa sin marido que atender, hijo que criar y trabajo que renegar, tengo que esperarte para emprender lo que ya sabes tengo en mente y estoy aquí nuevamente sola frente a mis libros y ese montón de tiempo de sobra que, a veces, tanto derrocho en estas fechas. Conocí a la vieja señora del departamento de arriba ayer en la entrada del edificio y resultó ser gran aficionada a los juegos de mesa y el té con galetillas de mantequilla empacados, ya sabes, algo que se me puede acomodar entre seis y siete de la tarde mientras te encuentras en camino a tu casa y mis lecturas vespertinas llegan a su fin. Es buena gente la vieja y no deja de darme gusto el hecho de que su hermano y la mujer que amaba hicieron algo parecido a lo nuestro y resultó un poco como ellos querían y un poco como el tiempo se los dio y digo, bueno, al fin de cuentas obtuvieron algo de recompensa y, ahora, justo ahora, me siento como esa protagonista de película americana que aprieta el pañuelo pañoso (de tanta transpiración) de su hombre y suspira, discretamente mirando hacia la esquina superior derecha de la pantalla en tecnicolor.
    Al menos me entero de que estabas mejor, tranquila como nunca y disfrutando mi ausencia como se aprovecha la lluvia en el verano, sin nada que pensar para mañana, Tania, que es lo que siempre quisiste. A veces te imagino escribiendo estas cartas llorando y después te visualizo con un gotero en la mano calculando el lugar exacto en donde derramar las falsas lágrimas que tanto me entristecerán al verlas. ¿La vieja del 56? Pensé que la odiabas, recuerdo que hasta le llegaste a robar los recibos de su buzón, casi asegurando que sería el fin de los tiempos si alguien llegara a cartearla, pero bueno, al menos me estoy más tranquilo al saber que puedo pensarte junto a ella mientras me encuentro de regreso a casa dentro del camión lleno de gente harta de vivir. Y bueno, Tania, al final de cuentas esta será una más de las cartas que redactas en tus cuadernos de cuadro chico y que escribes con diferentes tintas femeninas y que, como las anteriores, serán una muestra de ese amor que tanto recibo y que, poco a poco, puede llegar a matarme caminando del baño a mi habitación. ¿Habrás visto las películas de la nouvelle vague que te dejé?, lo dudo.
    «Il pleure dans mon cœur / Comme il pleut sur la ville», extraño no poder sentir ese calor que te acompaña en donde quiera que estás, me aterra tener que pasar un día más y otro sin ello, sin ti, sin esa parte de mí que me recuerda de que estoy viva y puedo ser un asco total o un alivio para cada uno de tus tropiezos. Pero acá estoy, con lo que en verdad merezco, con los bolígrafos llenos y tristes e inservibles, con las palabras menos llamativas de las enciclopedias, con ese pensar y querer adivinar que nos depara mañana.
    Tania, tú y tu amor por la verga de Verlaine en el fino culito de Rimbaud. Podrías haber venido, esperarme acá, en el departamento que tuve que alquilar para no ver a mi familia, hablar de lo que no hice en el trabajo y las ideas para los fines de semana y un poco de sexo tras la jornada, pero no, según tú merecías un poco de tu espacio para releer los libros de siempre y codearte con una vieja que ni siquiera sabe que su hermano era el más marica de todo el  barrio.