martes, 22 de febrero de 2011

El martes es un día de desgracias, gracias

Los martes suelen figurar como el día más incomodo de mi semana. Los versos rojos que yacen en el cajón inferior del buró no me dejaran mentir esta vez, así como las marcas de los ojos que se intensifican más, hoy es martes y lo vuelvo a repetir. Su ausencia esta marcada en la agenda, sus cosas esperan en la mesa, yo no se cuando ella venga. Prusia ya no existe y las lágrimas que están en el salón serán evaporadas. El martes me corto, me esfumo y mañana otro poco. En martes me viste caminar por la calle Matamoros otra vez, como la sombra de los sobrantes, pero ahora con las manos en los tirantes. En martes: ni te cases, ni te embarques, ni de tu casa te apartes.

Av. Colón

He impuesto frases en tu rostro sin pestañear más de una ocasión cientos de veces. No necesariamente ocupo rectángulos blancos para hacerlo si no más bien, lo profundo de tu mirar. He designado tus mejillas para albergar sonrisas que creo al sentirte caminar, mientras en tu frente dibujo las caricias en las que nos refugiamos al atardecer, paseando en la alameda central. Hoy no ocupo letras negras para escribir la voz de lo que haces sentir, tardaría tanto que arruinaría la sencillez del momento y la eternidad del instante. La lucidez de besarte y el largo camino cambiante, es todo esto la necesidad de amarte y amarrarte en las llamas de los labios. Observar en tu puente de frente a nariz el cruce y el paso de tenerte o no hacerlo, del todo. El presente que se vuelve pasado y el futuro que se vuelve el ambiente, esta todo escrito hoy en esa pared que tenemos delante y te tomo de la mano sin decirte más, que un te amo con los ojos sonrientes clavados en la cara que tenemos enfrente.

domingo, 13 de febrero de 2011

Arturo

Sale de la recamara procurando no hacer ruido. Lentamente se escabulle por los rincones sin hacer fricción. La noche es vaga y cuarenta pesos yacen en el bolsillo derecho. Dos cafés, que sean con leche y dos de azúcar. 1978. A veces se le ve caminando en la calle Hidalgo por las tardes. A veces. ¿Alguien lo habrá notado? Yo sinceramente, creo que no. El tercero de la estirpe no ha muerto aún. Aún es joven. Joven hay que morir. El nombre encierra el miedo y las estúpidas características tan típicas de los tres, afortunadamente.

jueves, 3 de febrero de 2011

El 78

A los que nos llama el viento no nos gustan tus argumentos. No nos perjudica en lo absoluto la caricia del silencio ni la patada hemorroidal de la sociedad. No nos remuerde la decadencia de cada país ni nos aferramos a ser felices. A los que nos llama el viento nos envuelve el aislamiento, nos practica sexo oral en el nirvana del secuestro, nos ocupa la inmensidad y el tiempo es el pretexto de hacernos sentir tristemente, vivos. El 78 es el único paisaje para los que nos llama el viento, es la isla flotante y secreto del viento del norte. Es la paradoja exquisita de saber que no existimos y reír mientras la vulva muerde conflictos y la gente guarda talismanes, escupitajos de nosotros, los arcaicos animales. A los que nos llama el viento nos besa y acaricia la más sublime de las reinas, para después darnos cuenta de que sólo se trata de coleccionar espacio. Y el viento sigue siendo el color etéreo.