lunes, 31 de octubre de 2011

Promesas sobre el bidet

 
 
Por favor no hagas promesas sobre el bidet.
Por favor no me abras más los sobres.
Por favor yo te prometo te esperaré
si es que paro de correr.
Por favor sigue la sombra de mi bebé.
Por favor no bebas más, no llores.
Por favor yo te prometo te esperaré
si es que para de llover.

¿Por qué me tratas tan bien,
me tratas tan mal?
¿Sabés que no aprendí a vivir?
A veces estoy tan bien,
estoy tan down.
Calambres en el alma.
Cada cual tiene un trip en el bocho
difícil que lleguemos a ponernos
de acuerdo. 

martes, 25 de octubre de 2011

Hoy parece jueves

      Hoy parece jueves ―aunque huele a sábado―, pero resulta que hoy es martes. Sí, lamentablemente y digo que es una lastima que hoy sea martes porque todo parece indicar que si fuese jueves, todo sería muchísimo mejor.
      Cada jueves hago intencionalmente mi café un poco más amargo. Lo hago porque es uno de mis días más pesados (dado que me la paso en el huerto pizcando naranjas y termino yendo al río a pensar y escribir un tanto).  Sí, lo repito, si hoy fuese jueves el día sería perfecto; amaneció nublado, el cielo parece pintar un gris estacionario excelso para una jornada en el huerto. Qué más puedo pedir, si a caso solamente saber de ti. 
      Hace siete meses que no me escribes. He esperado con una perseverancia milenaria cada día, pero ni una pista de ti ni de tus latidos que admito, son el motor de los míos. Sé que la vida en la ciudad es muy rápida y agotadora, y me cansa cada que voy a comprar libros de poesía francesa y a recibir las recaudaciones grandes del huerto. Voy cada tres meses y ya ves. Pero ninguna carta, sólo la que me llegó de tu hermana, diciéndome que ya habías conseguido un departamento pequeño y firmado el contrato con la compañía responsable de tu mudanza hasta allá. 
      No he dejado de escribirte ninguno de éstos días y lo guardo todo para cuando decidas contestarme. Sólo espero tu respuesta así como he esperado por ti toda la vida. 

El Flaco:
Anselmo Capistran

domingo, 23 de octubre de 2011

Entiende que tu tragedia siempre será una comedia, sweetheart.


Duermes

Sé muy bien que estás dormida:
1) Porque callas.
2)Porque clamas por una amplia contemplación absoluta.
3)Porque llenas de goce:
a)En el cerrar de tus parpados.
b)Por los pacíficos hombros que te cargas:
ba)detrás el cubrimiento lácteo de la noche.
bb)bajo la espera circundante que te abraza y te mantiene. 

Sé muy bien que estoy despierto:
1)Por el temblor de mi ojo derecho:
a)Sólo ausente en el subconsciente.
2)Por el cigarro que termina.
3)Por todos los lunares que llevo contándote:
a)Amaneceres encontrados:
aa)El verbo de tu piel.

sábado, 22 de octubre de 2011

Abel Fernando Dormal

      Hola:

     Llevo diecisiete días observándote
     Pedro fue quién me habló de ti un día mientras almorzábamos en el parque en el que ahora siempre estás. Recuerdo que cuando terminó su sandwich comenzó a hablar acerca de un tipo viejo y raro, un hombre que siempre llegaba puntual a las once de la mañana a sentarse en la misma banca. 
     Cuando le pregunté porque me contaba eso supe que no me lo iba a explicar sino que quería que yo viera al hombre con mis propios ojos, sólo aclaro que se trataba de un viejo escritor que ya no escribía. 
     Al día siguiente llegué, te vi sentado en la banca que Pedro me había dicho y me pareció particularmente horripilante verte ahí. Te confieso que lloré y sentí ganas de golpearte, quería estrangularte en ese preciso momento, pero me retracté. No sé a ciencia cierta por qué apareciste de nuevo acá y que rayos te ha pasado porque te ves terriblemente mal. Lo último que supe de ti fue que te encontrabas en Bruges según tu última postal― y lo habíamos aceptado y asimilado muy bien. No tenía caso seguir esperándote, papá, y tanto como Facu y yo nos habíamos hecho a la idea de que ésto no podría ser mejor. Hasta mamá lo asimiló y después se encontró con Mario Escalante, el viejo poeta al que le facilitaste su estancia en México. 
    Llevo diecisiete días observándote y no sé que hacer. 
    Aquí todavía te buscan las autoridades, no tenías porque regresar y sin embargo aquí estás, en la misma ciudad y en la misma plaza en la que comenzaste a recitar poemas en tus días de gloria. He pasado cerca de ti y tu libreta siempre está en blanco, me es muy triste y desesperante verte así, papá. No sé que hacer y no sé que pensar.
      Sé que sabes que escribo en mis tiempos libres, sé que por algo estás aquí, pero no sé qué pensar al verte en ese estado tranquilidad tan extraña en ti, ¿estás cansado, que le pasó a aquel poeta enérgico y lleno de vigor que siempre tenía algo que escribir y algo que contar?
      Toda mi prosa esta llena de tus vivencias y ahora estás así. Tú no eres el Abel que recreo en mis cuentos ni tampoco el Abel que mató a mi abuelo. 


Irene Dormal -Saenz

jueves, 20 de octubre de 2011

Dio come ti amo

 
Dio come ti amo.
Nel cielo passano le nuvole
che vanno verso il mare,
sembrano fazzoletti bianchi
che salutano il nostro amore.
Dio, come ti amo
non è possibile
avere fra le braccia
tanta felicità
baciare le tue labbra
che odorano di vento
noi due innamorati
come nessuno al mondo
Dio, come ti amo
mi vien da piangere
in tutta la mia vita
non ho provato mai
un bene così caro
un bene così vero
chi può fermare il fiume
che corre verso il mare
le rondini nel cielo
che vanno verso il sole
chi può cambiar l'amore
l'amore mio per te
Dio, come ti amo
Dio, come ti amo
un bene così caro
un bene così vero
chi può fermare il fiume
che corre verso il mare
le rondini nel cielo
che vanno verso il sole
chi può cambiar l'amore
l'amore mio per te
Dio, come ti amo
Dio, come ti amo

lunes, 17 de octubre de 2011

Verde firme

Falta un cierto tiempo para 
volvernos a encontrar,
y reafirmar un amor cierto,
que no se hace más 
que incrementar.

Perseverancia a la
distancia.

Tranquilidad en la
estancia.

Paciencia en la
insistencia. 


No hay amor 
si no hay
dolencia.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Admisiones en el diván

Admito que miento
cuando hablo de mi,
de mi bienestar.
Admito que miento
para hacerte sonrerir,
en las noches,
que preguntas por mi
buscando la paz.

Te digo que que todo va
en un singular manera
de pasar los días,
mientras el día no
pasa sino con angustia
y canciones tristes
que me acercan,
que me alejan,
todo en un mar
de respuestas muertas,
que flotan, que callan.

Admito que miento
cuando hablo de mi,
de la prosa que carcome,
del arido del sueño
en el que vivo
y de la ansiedad que
cubro con un libro.

Olvido decirte que muero,
que sufro en silencios,
que soy dependiente
de nicotina y smog
para tratar de sonrerir,
que te busco en parques
y vitrinas grandes
en donde jamás has estado.

Admito que miento
todas las noches,
en la gravedad de
mis ataques,
en la caída que
te oculto.




viernes, 7 de octubre de 2011

Parlantes

      Estaba sentado para comenzar a escribir el nuevo capitulo de mi novela en curso, pero La Ceci y sus senos aún sensibles aparecieron frente a mi, en un tenue abrir y cerrar de ojos que se transformó en la noche ambulante.

Leonardo Barajas

martes, 4 de octubre de 2011

Aún se llama Sonia

      «Así comienzan mis otoños… así comienzan mis octubres.» Esas fueron las palabras exactas que salieron de la boca de Sonia el primer día que la vi en el trabajo. Se notaba muy decaída y solitaria en aquel entonces, aún la recuerdo como si hubiera sido antes del almuerzo.

      Es ya muy diferente, no logro explicarme como esa chica tímida que entró a trabajar en aquel otoño pudo cambiar de una forma tan exorbitante. Más bien, no logro quitarme esta culpa de cómo la eché a perder ―cosa que ella ve diferente― de esta manera. 

      Al principio poseía una delicadeza sencilla, un tanto torpe y también algo apática, pero entre los cristales de sus gafas y el fondo de su mirada, se podía observar una esperanza de vida de la que me enamoré al instante. Fue entonces cuando decidí acercarme a ella y saber cómo podría meterme en su introvertido mundo, un mundo tan alejado del que por entonces no conocía. 

      Un miércoles me enteré de que Charly, mi jefe directo, tendría su fiesta de cumpleaños sorpresa con los compañeros de la oficina el próximo viernes, así que fue el pretexto de acercarme a Sonia y pedirle que me acompañara y así mismo, conocer un poco más al resto de los compañeros. No tenía nada que perder y me acerqué esa misma tarde hasta su cubículo.

      ―Hola, Sonia, ¿verdad?
      ―Sí, Sonia. Hola, tú eres Pedro, el de servicio al cliente.
      ―Sí, mucho gusto. Oye, acabas de entrar y el viernes le daremos una fiesta sorpresa al Charly. Deberías de acompañarnos y conocer al resto del equipo sin el estrés de la jornada.
      ―Pues… ―dijo cabizbaja mientras acomodaba un montón de papeles en una carpeta―. Está bien, sí, no tengo planes.
      ―Genial, entonces el viernes nos vamos al lugar, te llevo en mi coche.
      ―Está bien.

      Admito que aquella plática fue como remontarse a los tiempos de la secundaria, pero había pasado la prueba y tendría una especie de cita con ella, la aún desconocida “nueva chica de diseño”.

      Al fin el tan esperado viernes llego y después del trabajo, me encontré con Sonia para dirigirnos hacia la mentada fiesta sorpresa del idiota de Charly Palacios. Todo pintaba muy parecido a la fiesta anterior, un anfitrión tan tristemente sorprendido para después emborracharse y contar sus aun incógnitas de divorcio, baile y arrimón entre los chicos de la oficina y una barra de licores que era lo único digno para pararse en aquel lugar.
      Sonia no sabía beber, me di cuenta cuando después del whisky que le llevé como primer trago, había adquirido tragos de tequila y ron, lo cual la estaba emborrachando rápidamente. Fue entonces cuando tuve una idea genial (en ese instante), una idea que tenía presente desde la preparatoria pero que nunca había podido hacer, ya fuera por negación de la chica en la cama o porque nunca lo había logrado ver tan accesible y fácil de conseguir.

      ―Oye, Pedro ―me dijo vacilando un poco, como dudando si ese fuera mi nombre ―¿me podrías traer uno de esos que están preparando con jugo de naranja? ―terminó diciendo mientras señalaba la barra de las bebidas donde Ernesto y Felipe sonreían y bromeaban bajo las luces de la pista de baile.
      ―¿Un desarmador?
      ― Sí, eso.
      ― Enseguida.

      Me dirigí entonces hasta mesa en donde Felipe y Ernesto bebían y bromeaban, alejados de los bailadores y de los que fajaban en los alrededores del lugar. Les dije sin pensar lo que tramaba, sin tabúes acerca de lo que me estaba carcomiendo de pies a cabeza y de lo que ellos podrían ser parte si así lo deseaban.
      Hablé claro y con la cara seria, a lo que ellos reaccionaron con una mirada de sospecha y después, con una cara de perversidad que fue en el mismo tono de mis reflejos en el espejo durante la preparatoria.

      Con varias botellas de alcohol y con Sonia entre los brazos, nos dirigimos hasta mi coche y conduje hasta mi antiguo departamento. Sonia reía y bebía directamente de la botella de vodka en cuanto Felipe jugaba con sus senos y Ernesto acariciaba su entrepierna. El coche apestaba a alcohol y al fuerte olor que se despedía de la vagina de Sonia, donde los dedos de Ernesto ya jugaban con su clítoris.
      La escena era como la planeaba, era tal como la había visto en aquella película VHS que tomé del ropero de mi tío Abel, así iniciaba Caras negras, vergas rojas y vaya que era memorable recrear todo aquello.
      Faltaban dos semáforos más para llegar a mi departamento y no había podido resistir masturbarme mientras los veía por el retrovisor, el cual tenía como fondo las luces de las calles que corrían y dejaban paso a otras más rápidas.


      Ya en mi departamento le pedí a Ernesto y a Felipe que usaran unan medias negras en la cabeza, lo cual no negaron ante la insistencia animal que clamaba Sonia, quien gritaba por más, mientras arañaba mi sofá y apretaba los dientes hasta rechinar.
      Arrastré mi sillón en el que me sentaba a leer y lo puse ante la escena ―la cual ya se engrandecía con Ford Mustang de Serge Gainsbourg como soundtrack―, para proceder a masturbarme observando como Ernesto se follaba a Sonia por el culo y Felipe arrasaba con la cabeza en un oral sublime, mientras imaginaba como un sujeto se los enculaba a cada uno y el acto se alargaba, y yo filmaba todo con mi pene, que poseía el mejor lente visual-sexual que podría existir.

      Al terminar el acto y observar a Sonia dormida en el sillón, tirada, como un objeto y usada hasta no funcionar más, me di cuenta tristemente de que todo se había salido de control. Ya no lucía como la tímida y seria chica nueva de la oficina, sino como una de esas guarras irlandesas que encuentras en las tabernas de Dublín.
      Después de terminar la llevé a mi auto a que durmiera y despertó desconcertada, a lo cual quise fingir una situación contraria pero ella sabía, recordaba la noche y me pedía por más, clamaba por más de eso que se había perdido en toda su miserable vida y sentí como había creado un monstruo en unas cuantas horas de lujuria.

      Y así ella cambió, dejó de ser la chica de la que pensé haberme enamorado y se convirtió en la ninfómana que ahora es mi jefa, la cual me reprocha no seguir jugando con ella, pero que a la vez agradece por sacarla de ese abismo en el que yacía.

      ―A ver si dejas de seguir pensando, Pedro ―me dice cada que me ve distraído y recordando aquella noche―. Mueve el culo si no quieres que te ponga guardia el sábado con el joto de Ernesto.

      Es extraño, todo eso que llegué a hacer después de sentir amor. No he podido tenerlo una vez más y no sé si en verdad quisiera volver a sentirlo.
      Si hay algo que recuerdo ―más que otra cosa de esa noche―, es que mi cuerpo no sintió asco ante aquella escena nauseabunda después del sexo, sólo volvió a sentir lentamente que la sangre se helaba al perderse el poco alcohol que había consumido.