sábado, 26 de marzo de 2011

Celeste

El glamour había sido ahorcado por la inmensa ciudad ajena a la fantasía romántica del viejo cuento de hadas, alimentado lentamente por las ingenuas niñas en esa época del año. Ese era el momento, el destino se había quebrado y la huida era irremediable para los sucesos que respaldaban la abominable tristeza de Celeste, por no decir Azul. Los grados Fahrenheit a los que se sometía la celeste contradicción de su nombre golpeaban al entorno, cambio de ritmo, grotesca desviación. La vista seca e inmóvil al movimiento ajeno o a la curiosidad animal, sonetos estúpidamente rebuscados que acompañaban la ocasión. La estación era la misma, la banca era la típica forma del lugar de la espera interminable y Celeste era el fallido intento de la reconciliación. Las espinas de su cuerpo no tenían la culpa, ni el verde original de su textura, ese no era el detalle, pero quién lo podría asegurar. Y la culpa de nada servía ser mencionada, pues el nerviosismo del Marcelo fue el causante de que ahora, Celeste se encontrara ahí, recreando el sueño que ahora parecía ya tan lejano, olvidado en otros tiempos de amores veraniegos parisinos. El sueño contenía un vals que erradicaba la disputa, un vals que lo esfumaba todo, un problema que se acababa pues su tiempo había terminado y los suaves sonidos abrirían las puertas para una estabilidad palpable. Sonrisa entre sépalos. Nada de su objetivo se cumplió y esa calle de la Ciudad de México fue testigo de cómo Celeste se ajó en el retorcido mundo del amor, sin siquiera haber amado. Marchita imagen gris del amor prójimo despedazado (olvido).

lunes, 21 de marzo de 2011

Restarle 41 momentos al tiempo


Restarle 41 momentos al tiempo conlleva a la marcha del mañana: la planicie de la inexistente frondosidad humana. ¿A donde se han ido las uñas del amanecer? ¿Alguien tiene la certeza de que algún día van a volver? Hay que evadir las miradas. Hay que decir más que patrañas en los ruegos y en los intentos de la veracidad profana. Solíamos distinguir entre el cielo carmín y la tierra color marrón, es preferible sentir el calor a olvidar el valor, es cuestionable tanto como el mismo dolor. Olor, sospechable traición al robo momentáneo, ¿a donde vamos a llegar?. Te espero, entre terribles sucesos del crimen y los celebres frutos del hurto, acongojado entre los 41 momentos más lejanos de tu divina estabilidad mexicana.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Arena entre la lengua III

La cortina se abre en el momento, el instante justo del encuentro con el sol, abriendo falsedad de exclamar un alivio hacia lo inconcluso. Cierro el día (aguas sobre hambre), cierro la llave (alarma de marzo, tal vez), muerdo los hojas que afirman mi existencia (letras clave del ayer). La arena entre la lengua es la única verdad, es la tentativa de soñar a sabiendas de la derrota, es mejor que las caídas en el asfalto profundo del valle, es mejor que el seseo andaluz. Es la percepción de mis vagos recuerdos.

Arena en la lengua II

Perdido en el encuentro, encuentro infame con la ventana de la amarillenta imagen. La tolerancia hacia las moscas se vuelve ajena a la costumbre, arena en la lengua para resaltar la sed. La sorpresa de la incógnita persiste en el riff secuencial de la pregunta, como arboles esperándome, como voces callándose para presionar en público. Es solo tiempo, he dicho, pero hoy el tiempo se carcajea de mis aguas, de mis vagas percepciones de dicho camino.

Arena en la lengua

Despierto sobre planicies grises, tristes, sabana de los muertos. Oculto el sonido del latir tremendo de la sorpresa que se extiende hasta mis pies, no del todo, suelo ser francamente molesto. El olor del sahara me dice la hora, 17:49 y sin mis gafas (para variar). He perdido la memoria pero el camino sigue frente a mi, son solo pasos, es solo tiempo lo que me aleja y me tiene aquí (ahora).

viernes, 4 de marzo de 2011

Mexicano perdido en México

¿Y tú que ves a través de la ventana, poeta García Madero?

Regio opaco

El cielo regiomontano hoy no está más sesgado que ayer. Se siente con el viento la torcedura de siempre, solo que más reforzada. El verde de los árboles hoy no puede suceder, simplemente porque sus hojas hoy no lo quieren ser. Cosas que no entendemos, cosas que todos ignoramos. Prosa que vómito los martes, compadre. El placer de sorber la desdicha colectiva de una ciudad en evidente decadencia. Somos parte de ello, somos la clave de lo bello, el declive atormentado de la trabajadora sultana. Las calles atascadas de vehículos parados, los antros desdichados sin jóvenes calientes, los toques que amargan la piel y la fe inmaculada. El acto de acompañar el conocido corrido de don Severiano Briseño al son de los plomazos. Pero, ¡pásele pariente! Que nadie le hará daño, aunque el retroceso es más obvio cada año. Venga compadre no sea maricón, el cielo suele estas así de torcido, y si nos vamos juntos que sea en un levantón, usted no se preocupe y cante conmigo nuestro hermoso corrido.