«Tengo seis horas de retraso y
no tienes por qué enfadarte». Sí, podría usar esta singular frase en el tatuaje
que tanto he pensado en hacerme como una más de las extrañas y piadosas citas
que he diseñado, otra más de la lista y, por qué no, el eslogan de mi vida. Al
momento de pensar y decir esto, en mi cabeza, suena la más infantil de tus
expresiones como una respuesta prefabricada hacia esto, una de esas posibles
respuestas que tienes bajo la lengua y que tanto se han grabado en mí.
El calor está en primera fila y
la situación es esta: la tarde anterior fue el embrollo de todo este asunto que
ahorita se llama «pedote», como el vulgar y rápido nombramiento a lo más
elemental, el polo inferior, el oscuro, el que sólo puede significar que me
lleva la pinche chingada. Pero en fin, toda esta redacción de monólogo la estoy
escribiendo en esta memoria a corto plazo —por lo pronto—, o más bien, la estoy
escribiendo y apenas puedo recordar qué fue lo que anuncié después de lo del
jodido tatuaje.
Creo que pienso que soy un
estúpido, cómo puedo pensar que estoy redactando todo esto en una página en
blanco de mi cabeza para anexar en un archivo de largo plazo, habrá que ser
idiota, habrá que estar como estoy justo ahora: corriendo hasta la central de
autobuses con un puto atuendo de licenciado y un portafolio lleno de dibujos
que hago mientras como en la cafetería del trabajo, «pura pendejada» diría mi
padre. Y la verdad es que sí, pura pendejada, pero esa pendejada es lo que me
da de tragar en este país de mierda, y así mismo, está pinche pendejada hizo
que esa chava se fijara en mí.
Tengo seis horas de retraso y de
seguro ella ya va en camino a la pinche capital, ¿qué estaba pensando al creer
que ese trabajito sería para mi?, ¡pendejo he de ser!, de veras que sí,
pendejo, pendejo y puñetas.
¿Qué chingados mira esa puta
gente, qué acaso nunca han visto a un cabrón correr por la única mujer que se
ha atrevido a chuparle la verga? Lo más seguro es que si pero no sabían lo de
la chupada, y bueno, a medida que sigo corriendo, la forma en que hablo en mi
cabeza se vuelve más rabiosa y sosa. Admito que no tengo condición física,
¡demonios tienes una condición de la chingada, brother!
Según vi esta mañana la
temperatura llegaría hasta los 38 jodidos grados, ¡hazme el chingado favor!,
trajesito de licenciadillo de oficina. ¿Por qué este pendejo no me dio el paso?
¡Primero es el peatón, puñetas! Nunca digo estás cosas en voz alta, no tendría
esta pinche cara de morrillo de 17 años, tan cuidada y casi homosexual como
diría mi tía Irene.
Chingado Lucía, por qué putas no
usas un celular, ya viene siendo hora de que te dignes a aceptar las mínimas
utilidades que da el capitalismo. Me enamoré de una hippie y bueno, eres lo
mejor que me ha pasado en esta triste vida, aquí me tienes corriendo por ti,
pero claro, si no la hubiera cagado al ir a esa entrevista nada de esto estaría
pasando. Y aquí estoy, otro pendejo fantaseando con el «hubiera», soy un
pendejo y ya no me vas a esperar, ¡Chingado!
Habíamos planeado todo, con una
jodida, seguro me corta llegando a allá, sé dónde va a estar y sé que eso no
será el problema, pero el puto pinche pedo es que me vas a cagar, me vas a
cagar por haberte mentido sobre la pinche entrevista. No, seguro no vas a
entender cuando al fin te dignes a escucharme, no lo vas a hacer y lo tengo
bien merecido, por pendejo, por ingenuo y por creer que podría ganarme ese puto
puesto cagado. Pero fue un cambio, por nosotros, para bien... Chingado Lucía,
¡seguro me mandas al carajo!
No aguanto este puto traje de
mierda y no llevo el equipaje, tendré que pedirle a la Tita que me lo mande por
paquetería, otros pinches quinientos pesos menos. Y me sigue llevando la
verga... Pero bueno, ya falta poco, puta central, ya está cerquita. Corre,
corre... Pinche semáforo.
¿Qué chingados me voy a
inventar? No creo que sea suficiente diciéndole la verdad, ya la conozco, no me
la va a pasar, ¡se va a súper mega emputar! Pero bueno, la verdad al menos no
es tan jodida, digo, si me hubiera quedado con el trabajo ya tendría el plan
seguro para cuando estuviéramos de vuelta, pero bueno, esto me pasa por
quedarme callado... Pinche idiota malo para dar sorpresas.
¡Ya sé, sí!, le diré que ya me
habían contratado, le diré que si, que me hicieron análisis de sangre —si, eso,
le hemos estado metiendo duro a la yerba, seguro me la cree—, que me hicieron
los putos análisis y luego-luego me los dieron y que salí hasta el culo de
toxinas en la sangre. Sí, eso haré. Putas, qué estoy haciendo...
¡A huevo! ahí está la puta
central, sólo esta calle y ya. Lo bueno que compramos el pinche boleto desde la
semana pasada, no mames, ¡qué puta fila ha de haber, me la pelan, putos! Aquí
tengo mi boleto, «Sala 3, andén 23-27». Estaría bueno comprarme una botella de
agua, pinche calorón.
¿Lucía? ¡No pinches mames, ahí
está Lucia! Pinche vieja ahí sentada leyendo y yo corriendo como pendejo para
alcanzarla.