miércoles, 15 de agosto de 2012

Carta a la reina de la luz

Buen día:

    El motivo de esta carta es simple: me he quedado sin luz. Sé que, a primera impresión, esto puede parecer producto de un momento de locura y tal vez yo pueda estar nominado para ser el rey de los pirados, mi querida reina, pero como lo he citado, me he quedado son luz que ilumine mi hogar.
    Como cualquier plebeyo, he crecido trabajando con el oficio que mi padre me enseñó como única herencia— desde niño, ganándome la vida sin saber qué es la vida, una vida que nos va ganando a nosotros desde el momento en que vemos el primer rayo de luz. Nadie nos dijo que estar sin luz es una tragedia, sin embargo, sabemos que el vivir iluminados significa ser felices. 
    Mi disgusto comienza al momento de saber que estoy completamente a oscuras, desde el día en que esa Gertrudis me abandonó por ese capataz del norte, ¿qué se supone que tengo que hacer yo? Le juré amor eterno y el amor sigue aquí, pero ese amor ya no deslumbra mi entorno y a duras penas sé como sobrevivir. He pedido a mi vecino que escriba esta carta por mi porque no puedo escribir, porque me he quedado sin nada que poder ver. 
    No sé qué hacer y tampoco sé si usted algún día llegue a leer este pedazo de papel y digo, no es culpa de mi mujer, pero tampoco es mía, le repito, soy un pobre hombre que sólo vivía para trabajar y para honrar a mi bella mujer, pero ahora no, ahora ni si quiera puedo trabajar y esa mujer se ha largado al norte con ese hombre rubio. No se puede vivir así, no es justo, sólo quiero mi trabajo de antes, mi vida de antes, tratar de tener una vida tranquila como los demás.
    Ya para terminar, le suplico que me ayude, rezo cada día para que la luz ilumine mi vida, que me devuelva mis días. No pido justicia, no le deseo el mal a Gertrudis ni al capataz del norte, sólo pido un destello que me ayude a ver más allá de lo que cabe en mi cabeza.

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