–No usaba las
medias negras ni el bolso entre los senos… es una estupidez –dijo con voz grave y después
terminó su café a sorbo largo–. Pero a lo que voy es que, después de tantos
años se presentó ante mis ojos y recordé todo eso que habíamos hecho y el
montón de chicas parecidas con las que salimos. Hasta recuerdo que había jurado
que si llegaba al matrimonio, tenía que ser con una chica que cumpliera los
estándares de la lista… y Carla ni siquiera se acerca un poquito.
martes, 27 de septiembre de 2011
lunes, 26 de septiembre de 2011
Carta al fuego
Recibí una llamada telefónica el día de hoy donde una grabación me anunciaba que ibas camino a tu ciudad natal, lo cual, al principio, fue una contradicción pero viéndolo desde el punto en que te encontrabas, fue la mejor decisión que pudiste haber tomado. Fue la mejor, la más sensata y la más cerca de tu alcance, lo que me dejó con un mal sabor de boca y una desilusión irremediable. Pensé que lo enfrentarías, que me llamarías y me dirías entre sollozos y palabras quebradas que te ayudara, que no te dejara por ningún motivo, que pasaríamos por esto juntos. Esperé a que lo hicieras, que me dieras a entender al menos la mínima decisión de aceptación, pero me quedé esperando, como muchas otras veces que diste la vuelta o decidiste ceder. Puedo seguir esperando, puedo seguir fingiendo que tengo algún compromiso con alguien y que me es igualmente fiel. Puedo seguir pasando las navidades entre amigos y cohetes, entre tequilas y canciones rancheras que tarareo, pero que en verdad describen todas esas cosas que he hecho por ti y de las que no tienes ni la más remota idea.
Leonardo Barajas
Lunes 26
-¿Qué comiste hoy, mi vida?
-Mole, cariño.
-¿Y qué cenaste, amor?
-Mole también, cielo.
-Entonces ya sé que desayunaste.
-Atole.
-¡Pues si!
-Pues si...
-Mole, cariño.
-¿Y qué cenaste, amor?
-Mole también, cielo.
-Entonces ya sé que desayunaste.
-Atole.
-¡Pues si!
-Pues si...
domingo, 25 de septiembre de 2011
La noche ambulante
Las noches son momentos anuales de fácil acceso indiscreto para recorrer el contorno del entorno. Lapsos pasajeros, arena que cae de las manos grano a grano: sueño efímero y el olvido del bochorno. La oscuridad nos ocupa cerrando los ojos y alumbrando con su ombligo tangible, el invisible eje preciso del cuerpo formante. Silencio absoluto, viento amigable, arden las pieles base a fricciones necesarias, arrogantes y ocupantes de la noche ambulante.
Leonardo Barajas
Leonardo Barajas
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Me dicen satélite
No puedo recordar a ciencia cierta en que momento fue cuando me llamaron así por vez primera, sólo recuerdo la ligera entonación de tristeza que se esfumó rápidamente entre los primeros soplos del otoño del año pasado y de la cual, alcancé a escuchar el apodo “Satélite”. Desde entonces y desde la caída del subsuelo, me han conocido así, desde los rincones del verde vaivén hasta los apretados callejones en donde no se puede respirar. Llevo una vida tranquila entre gente que corre día a día y me oculto de los de mi edad para no ser herido de ninguna forma.
martes, 20 de septiembre de 2011
Lo amargo
La alarma del celular sonó con la
tonada de siempre, con ese sonido que caracterizaba el fin de los sueños
que solamente ocurrían en agosto, y de los cuales, Susy dependía de una
manera casi existencial. Como siempre era costumbre al reaccionar a la
alarma, Susy dejaba que el sonido siguiera sonando, como una especie de
asegurar no quedarse nuevamente dormida, simplemente un refuerzo del que
sabía, jamás tendría que depender, pero sencillamente lo había agregado
a esa rutina.
El reloj marcaba una hora errónea que relampagueaba, anunciando un corte nocturno de electricidad: una completa anormalidad, pensó sarcásticamente Susy, para hacerse sentir un poco más despierta. Abría y cerraba los ojos con rapidez, con un silencio de fondo en el que el chocar de los parpados parecía un aplaudir en su recámara, un eco de felicidad, todo esto en cuanto a que bajo las sabanas, se acomodaba el calcetín que siempre huía de su pie derecho. Lentamente y sin apuros, sacó la mano izquierda de las sabanas para dar paso a su delgado brazo, que se alargaba hasta el celular, que seguía timbrando y acariciando con las ondas sonoras el lánguido y pálido brazo de Susy en la oscuridad, un movimiento sumamente delicado para quien encontrara la escena en una película muda de los años veinte. Apagando la alarma y buscando a tientas el pequeño botón de la lampara (que siempre lograba escabullirse en éstas ocasiones), Susy llegaba a encenderla siempre alargando su cuerpo de la misma manera, con unos cuantos crujidos de huesos tras el acto y añadiéndole al silencio habitacional algo de ritmo, para entonces cerrar los ojos y sentir la iluminación artificial de 60 watts, en un mar rojizo que traspasaba el parpado y así, dar por terminada tranquilidad de la oscuridad.
Ahí estaba una vez más, a la orilla de la cama con unos cabellos que parecían tiesos, grasosos, con un peinado que sólo se logra con el poder de una almohada. Esperaba o se tardaba, la visualización de la recamara parecía tomarla muy en serio, enfocando la mirada en cada cosa que había dejado en otra cosa, en los rincones en los que recargaba objetos que parecían ser los pilares de la ordenada habitación, tan típica de una chica obsesiva-compulsiva. El reloj con hora errónea seguía parpadeando, con dos minutos de diferencia. Eran los dos minutos de diferencia como el día de ayer y el pasado, y así hasta llegar a los días en que Susy se obsesionó con la limpieza de sus estéticos dientes, después de recibir un beso con sabor a tabaco propinado por su hermano en una borrachera sabatina. Y en cada madrugada, se cepillaba dos veces con diferencia de tres horas, para poder erradicar ese sabor tan amargo que deja la vida.
El reloj marcaba una hora errónea que relampagueaba, anunciando un corte nocturno de electricidad: una completa anormalidad, pensó sarcásticamente Susy, para hacerse sentir un poco más despierta. Abría y cerraba los ojos con rapidez, con un silencio de fondo en el que el chocar de los parpados parecía un aplaudir en su recámara, un eco de felicidad, todo esto en cuanto a que bajo las sabanas, se acomodaba el calcetín que siempre huía de su pie derecho. Lentamente y sin apuros, sacó la mano izquierda de las sabanas para dar paso a su delgado brazo, que se alargaba hasta el celular, que seguía timbrando y acariciando con las ondas sonoras el lánguido y pálido brazo de Susy en la oscuridad, un movimiento sumamente delicado para quien encontrara la escena en una película muda de los años veinte. Apagando la alarma y buscando a tientas el pequeño botón de la lampara (que siempre lograba escabullirse en éstas ocasiones), Susy llegaba a encenderla siempre alargando su cuerpo de la misma manera, con unos cuantos crujidos de huesos tras el acto y añadiéndole al silencio habitacional algo de ritmo, para entonces cerrar los ojos y sentir la iluminación artificial de 60 watts, en un mar rojizo que traspasaba el parpado y así, dar por terminada tranquilidad de la oscuridad.
Ahí estaba una vez más, a la orilla de la cama con unos cabellos que parecían tiesos, grasosos, con un peinado que sólo se logra con el poder de una almohada. Esperaba o se tardaba, la visualización de la recamara parecía tomarla muy en serio, enfocando la mirada en cada cosa que había dejado en otra cosa, en los rincones en los que recargaba objetos que parecían ser los pilares de la ordenada habitación, tan típica de una chica obsesiva-compulsiva. El reloj con hora errónea seguía parpadeando, con dos minutos de diferencia. Eran los dos minutos de diferencia como el día de ayer y el pasado, y así hasta llegar a los días en que Susy se obsesionó con la limpieza de sus estéticos dientes, después de recibir un beso con sabor a tabaco propinado por su hermano en una borrachera sabatina. Y en cada madrugada, se cepillaba dos veces con diferencia de tres horas, para poder erradicar ese sabor tan amargo que deja la vida.
La culpable
Tal vez la tarde tenga la culpa.
Culpa de que el cielo sea rosado
e imite el rubor de tu rostro.
Culpa de que el momento
se impregne con olor de ébano quemado.
Culpa del desespero y la constante
actitud de impaciencia.
Culpa de que mi piel busque la tuya
y se seque.
Culpa de la inexactitud
de las miradas.
Culpa de lo absurdo
de mis palabras.
Culpa total que recae en mi alma
por no ir a buscarte,
por no ir a robarte.
Somos culpable la noche y yo,
pero estamos de acuerdo
de que aquí el único loco
soy yo.
Eso es lo de hoy
y mañana.
Soy culpable de creer
y vivir en el amor.
Culpable de vivir en tu esplendor,
vivir para ti y
lo demás es nada.
Tal vez la tarde no tenga la culpa
aunque esté aquí presente.
Tal vez seas tú
la verdadera culpable
de que hoy yo me encuentre demente.
Otro loco e incoherente que se pierde entre tanta gente.
Feb 2011
Culpa de que el cielo sea rosado
e imite el rubor de tu rostro.
Culpa de que el momento
se impregne con olor de ébano quemado.
Culpa del desespero y la constante
actitud de impaciencia.
Culpa de que mi piel busque la tuya
y se seque.
Culpa de la inexactitud
de las miradas.
Culpa de lo absurdo
de mis palabras.
Culpa total que recae en mi alma
por no ir a buscarte,
por no ir a robarte.
Somos culpable la noche y yo,
pero estamos de acuerdo
de que aquí el único loco
soy yo.
Eso es lo de hoy
y mañana.
Soy culpable de creer
y vivir en el amor.
Culpable de vivir en tu esplendor,
vivir para ti y
lo demás es nada.
Tal vez la tarde no tenga la culpa
aunque esté aquí presente.
Tal vez seas tú
la verdadera culpable
de que hoy yo me encuentre demente.
Otro loco e incoherente que se pierde entre tanta gente.
Feb 2011
lunes, 19 de septiembre de 2011
Fuckwit
Hacia faltar volver a la rutina para darme cuenta de que todos los días me duele la cabeza.
P.D. The same fuckwit of everyday.
P.D. The same fuckwit of everyday.
lunes, 12 de septiembre de 2011
domingo, 11 de septiembre de 2011
Vista desde la panorámica VI
Tantas balas perdidas deambulan por Monterrey y ninguna me encuentra jamás.
jueves, 8 de septiembre de 2011
Círculo de manías
-¿Quién eres?
-Soy toda la porquería que se encuentra entre las palabras que puedes observar aquí.
-<< Círculo de manías >> (Silencio).
-Soy toda la porquería que se encuentra entre las palabras que puedes observar aquí.
-<< Círculo de manías >> (Silencio).
martes, 6 de septiembre de 2011
Entre espirales de la madrugada
Son las --:-- de la madrugada, eso percibe Anthony tras inspeccionar desde el balcón. "Si ella hubiese visto ese VW juraría que no es mío, lástima que no haya luz mercurial", pensó el esbelto hombre ingles al momento en que dos gatos hacían ruido en los botes de basura del callejón. La energía eléctrica no ha vuelto en el lugar citado; son ya varias horas desde que la luz decidió descansar, irse por un tiempo de la manzana que circunda el departamento donde ahora nos encontramos visualizando —sin ser observados —. Él no nos percibe y tampoco se lo vamos hacer notar, tan sólo seremos espectadores de un pequeño lapso de tiempo, un muy recortado momento del que nadie jamás se enterará.
Anthony o "Tony the ant" (como lo conocen sus amigos más cercanos) se mueve a pasos largos por su pequeño lugar en busca de cigarrillos, mientras se acomoda el elástico de sus calzoncillos, una rutina que no considera rutina, sino, una especie de ritualidad meramente occidental. Sabe que esa será la única noche que habrá visto a esa chica, su rostro preocupado lo dibuja en el viento y sus manos no hacen más que reafirmar esa posibilidad. Uno tras otro vienen pensamientos, pero la respuesta solamente dice que no hay nada verdaderamente trascendental en ella, algo que diga lo contrario. Más sin embargo, trata de recordar esta noche, para lo cual alcanza sus cigarrillos que al fin aparecen, tirados en el suelo turbio del departamento neoyorkino.
La chica duerme sin hacer ruido alguno, apenas si la hemos percibido desde que nos escabullimos en este remoto lugar. Su cara se forma bajo las sombras que se aferran a su delicado rostro, un encanto taciturno del que Anthony se degusta entre bocanadas y sonidos citadinos, encanto del que nosotros nos adueñamos un poquito, casi como él y un poco más que la noche. Reparamos en este incomprensible duelo en el que llegamos a parar, sin saber ahora, como salir de las finísimas siluetas de mujer que se apoderan de estos ciento ochenta grados de vista humana, un enfoque que efectuamos desde la pacifica aura de sus pechos hasta el suceso de sus tiernos pies. Una vista que complace a Anthony más que el sexo mismo que han tenido, antes de que ella pidiera clemencia y espacio para dormir.
La sonrisa del rostro alargado de nuestro amigo lo dice todo, pero no es fácil interpretar, ¿cómo asimilar esos labios retraídos hacia la izquierda sin abandonar su real significado? El significado real. "No quiero saber tu nombre", piensa mientas mira fijamente a la susodicha y se pasa el dedo indice por el mentón, olvidando totalmente la falta de electricidad que ocupa el lugar.
El viento entra y sale de la recámara como amplio dueño que es de este espacio. Coches a lo lejos y los gatos persisten en cuanto el cigarrillo llega a su fin en el cabello de aquel hombre, perdido entre espirales de la madrugada.
500 mg
Soy la dosis que necesitabas.
La única tableta que puede controlar tu organismo
de pies a cabeza sin ser recomendada.
Soy la píldora que no ves en el mostrador.
La única pastilla que puede curarte esos malos amores,
tus profundos dolores.
Me sentirás al instante,
mejorarás tan constante que todo ese dolor
que te invade se esfumará.
Y me retendrás:
en tu sangre me tendrás,
en tus fluidos me ocuparé y sentirás
cómo me engendro en toda tu piel.
Soy la dosis letal.
Soy tu droga ilegal.
Soy quinientos miligramos
que tu existencia mejorará.
No soy la funcional píldora del día después,
soy la de anteayer y mañana otra vez.
Soy mejor que el prozac y los narcóticos de fin de mes.
Forjador de sonrisas delirantes y miradas perdidas.
Soy mejor que los alucinantes y la marihuana sin medida.
Tu viaje ácido de éxtasis esotérico.
Soy la pérdida del pudor sin dejarte esquizofrénico.
La simple tableta que estabas esperando.
Soy yo la dosis que te mantendrá soñando.
La única tableta que puede controlar tu organismo
de pies a cabeza sin ser recomendada.
Soy la píldora que no ves en el mostrador.
La única pastilla que puede curarte esos malos amores,
tus profundos dolores.
Me sentirás al instante,
mejorarás tan constante que todo ese dolor
que te invade se esfumará.
Y me retendrás:
en tu sangre me tendrás,
en tus fluidos me ocuparé y sentirás
cómo me engendro en toda tu piel.
Soy la dosis letal.
Soy tu droga ilegal.
Soy quinientos miligramos
que tu existencia mejorará.
No soy la funcional píldora del día después,
soy la de anteayer y mañana otra vez.
Soy mejor que el prozac y los narcóticos de fin de mes.
Forjador de sonrisas delirantes y miradas perdidas.
Soy mejor que los alucinantes y la marihuana sin medida.
Tu viaje ácido de éxtasis esotérico.
Soy la pérdida del pudor sin dejarte esquizofrénico.
La simple tableta que estabas esperando.
Soy yo la dosis que te mantendrá soñando.
jueves, 1 de septiembre de 2011
En la terraza
Y ahí estoy una vez más en la terraza, inhalando aire, nicotina y luego aire otra vez, pensando en ti como en todos los días, con mi playera verde que sólo uso cuando no salgo de casa y con el cabello triste, casi liso. Dejo que el viento me acaricie y recalque tus caricias que aún se sienten en la piel, como trayectos cortos que saben a chocolate con leche y se contrastan con el sabor del cigarrillo, que aún vive en mi paladar.
Y ahí estoy una vez más en la esperanza, exhalando suspiros, bocanadas y luego los giros que se vienen después de los gritos de desespero que brotan desde mi estomago. Con mi playera verde que siempre uso al revés y el cabello inmóvil y triste, casi liso. Dejo que el viento baile y me recuerde tu risa, que aún persiste en la pista, la cual reproduzco una y otra vez, con esa degustación a jueves que se mezcla con el sabor de tus besos, que aún vive en mi necesidad.
(jueves)
En mi jardín
Hoy no hubo escuela ni trayectos con lectura persuasiva, mucho menos música adhesiva que se reproduce en el instante de levantarse de la cama. Hoy hubo descanso hasta las diez de la mañana y paseos en el parque de mis sueños, donde tengo un jardín lleno de tus risas y sonrisas veraniegas. Estoy ahí cuando necesitan ser regadas y recordadas. Ellas me susurran al oído pidiendo ser amadas y tratadas igual o mejor, que cuando fueron plantadas. Me quedé a soñar.
(jueves)
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