«A febrero se lo esta llevando la chingada junto conmigo». Esa fue la frase que estaba ubicada como la primera de mi lunes anterior, esa frase que sabes de antemano va a significar el opening del rumbo que tomará la semana y el topic en cuestión, así como sus respectivos feelings. Quiero suponer y querer afirmar que fue similar a lo de Séneca cuando citó el Aurea memediocritas, pero claramente, hablando sobre el equilibrio y la oposición a las posiciones extremas. Sería de gran ayuda voltear hacia la ventana de mi recámara y encontrar un memorandum en el que se apoyen mis palabras y poder seguir en una posición de saber en realidad qué es lo que estoy diciendo. La media noche esta empezando y con ella me dejo entrar en este especie de traslado refinado entre el sueño y lo que tendré que soñar de nuevo, porque está ahí, presente entre todos esos momentos de debilidad que tanto me sorprenden, nutriéndose bocado a bocado de cada mínimo malestar y duda personal, como la solitaria carroñera que carcome sin darnos un malestar trágico.
Miles entra lentamente a la habitación, mirándome de frente con ese agudo llanto de trompeta que abarca y ocupa el espacio en cuestión, dándome un saludo a mí y la media noche, que, en estos momentos, ha tomado la pieza como suya, sentándose a pierna suelta entre el montón de utensilios y cosas que hay en la habitación: botellas vacías (Carpe diem), las botas sucias y pilas y pilas de libros y papeles sueltos que flotan y cubren el espacio en una alfombra literata. Considero que la luz que despide la lampara de buró daría un toque más nostálgico si fuera una bombilla de 60 watts la que la encendiera, todo sería más práctico y más acogedor en esta escena de tristes locos en la que el aire nocturno, el humo azulado del tabaco rubio barato y el eco de los susurros fulminarían como uno de esos momentos en los que el ente durmiente pierde el sentido y siente que se le sube el muerto, el muerto Miles, el muerto Julito o el no-muerto Jean Paul Belmondo en su papel de Ferdinand Griffon alias Pierrot, Pierrot le fou. «Salud, che», alcanzaría a escucharse entre los viajes del negro Miles mientras yo me preparo para uno más de los discursos que empiezan con una apuesta del sonido humano más arcaico hasta saber si es él mi doppelgänger o él es mi doppelgänger o yo puedo llegar a ser el doppelgänger del cojo que vende droga en mi calle. Todo y nada serían lo mejor, un silencio bajo los silencios de la trompeta y un vaivén de difusos manoteos en el centro de la pieza traerían el sabor del café colombiano que nunca he degustado o el mate barato que alguna vez probé, siendo sermoneado (una vez más) por el montón de argentinos que se cuelan por mi ventana y aparecen uno a uno como exiliados en un instante en el que mi perro se estresa de tanto desconocido y mi risa comienza a parecerse al canto de Edith Piaf. «C'est toi pour moi. moi pour toi dans la vie», y quién sabe, Exitus Acta Probat, antes lo sabía sin siquiera tener que pestañear un poquito, ahora, ahora me encuentro cabalgando entre un montón de palabras que tuve que vomitar en los momentos menos oportunos, siempre explotando entre los humos de alegría y los terribles malestares y conciencias reales que conocía y vivía a flor de piel, como el fanático religioso deseoso de pagar con dolor esa pena tan grande que era la culpa misma. «Des nuits d'amour a ne plus en finir, un grand bonheur qui prend sa place des enuis des chagrins...», habría que preguntarle a los chicos qué era lo que ellos pensaban, sabiendo de antemano que todos estarían en total desacuerdo el uno con el otro y que, en el proceso de las cañas, los tequilas y los fasos, los tabacos, los putos cigarrillos, encontraría por mandarlos todos al carajo para proseguir con esa pose de mujer dolida que ama a su hombre. «...des phases heureux, heureux a en mourir», dolor, dolor divino de saberte así: maravillosa y atormentada, única y desperdiciada, oh mujer, ¿por qué tenemos que pasar por los puentes más elevados de la noche oscura? Ven y baja por mí, ya voy, subiré por ti hasta el último peldaño, caricia, caricia, golpe, escupitajo. «Quand il me prend dans ses bras il me parle tout bas», maldita, maldita y desgraciada, ¿qué no ves que estoy aquí (acá, che, decí acá que me incomoda)? Miles toma a su amiga y dice «Shhh/Peaceful», mirada de chingas a tu madre. Saldría a ver la luna en este jodido día después de San Valentín, ver la luna, saber que estás dormida y que quién sabe porque no puedo dormir, sabiendo que la calma es necesaria e Ipso facto no debería estar ahí, a orillas de la terraza entre el ruido de los mosquitos que se acercan a la luz y el viento de febrero que llega y se va y no sabe, como yo, qué es lo que debe de hacer. Ju-li-to, Ju-li-to, antes me hablabas para aconsejarme, ahora sólo vienes a empedarte junto a ese negro y el montón de compatriotas que se vienen para acá, carajo, Todo el tiempo tuve miedo de este momento, todo el tiempo he pensado que esto sería el declive fantástico que escribí montones de veces entre clases y que, sí, lentamente llegaría el mo-men-to, mo-men-to de vi-vir-lo, a-sí, de es-ta ma-ne-ra, tur-bia (calamidad angelical), so-ña-do-ra. Güey, me cago en el nahuatl, en los putos indigenistas que todo quieren sacar de su pinche diálecto, carajo dos veces. Güey, what's wrong with the indian, nothing, just don't blame all the fuckin' time about them, dejalos descansar y no los culpes de tus males, déjalos, che, déjalos y vení pronto a decirme qué es lo que tengo qué hacer. Memento mori.
«Sabes qué hacer, sabes cómo encontrarlo, sabes que la espalda está ahora descansando en la cama y que deberías de dejar de darle tantas vueltas al asunto. Puedes venir, fumar un cigarrillo junto a nosotros que siempre estamos aquí, por ti, por la puerta abierta que siempre nos tienes y por esa fama tuya de conseguir buena yerba, pero estamos contigo». Ajá, algo así no es tan jodido, pero bueno. «Primum non nocere, pibe, vos sabés que es lo que sigue», y sí así después de verlo todo y escuchar la «Silent way/It's about that time» en vivo, me doy cuenta de que es hora de dejarlo así, terminar ese sueño y seguir con el que sigue, el que soñaré de nuevo y analizar, como siempre, Vita via est y el sueño es, entre todo este revoltijo de palabras, hojas revueltas del mismo libro.
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