lunes, 29 de abril de 2013

Castillos de palitos y lodo

    Aparentemente el círculo de la vida me sonríe sin excepción. Trato de voltear a ver al cielo cada que puedo, con esa decisión de afrontar un diferente punto de vista al que ya tengo, siempre abierto a la opción de encontrar mi error. Encuentro la secuencia del pensamiento actuando en mi mente durante lecturas del día, saliendo de las palabras y recreando ese flujo de ideas en el que figura tu existencia más que la mía, un acto que reafirma el vaivén del que soy víctima por encanto, por placer y por puro gusto de la mala vida. Alguien me dijo no saber que era la belleza, lo cual, era la respuesta que esperaba, tanto que, la compartíamos. Podría decir que los pequeños ejemplos que una persona da sobre sus gustos son,  meramente, la punta del iceberg de lo que se tiene, el mismo caso del uso de la memoria. En sí, podríamos pasar horas tratando de enlistar lo que verdaderamente encontramos como bello, todo en un mundo en donde se conocen tantas culturas y perversiones, un mundo en donde cabemos los idiotas como yo y el japonés de allá enfrente. Así de sencillo, así de complicado es el tema y, en casos extremos, motivo de guerra. 
    Un recuerdo vago se viene a mi mente ante lo anterior: había un puente cerca de las canchas de fútbol en la colonia de mi abuela, un puente que contenía seis o siete pequeños túneles para la corriente del arroyo, lugar donde los niños más pequeños nos entreteníamos cuando nuestros primos o hermanos pateaban la pelota. El juego era simple, consistía en correr a través de un túnel cada niño (atravesando el largo del puente), siendo el ganador el que llegara primero. Un día, después de varias lluvias, encontramos el puente y sus túneles llenos de fango, al menos, lo suficiente para estropearnos el juego. Malhumorados por el hecho, dos niños y yo decidimos jugar con el lodo, colocando pequeños palitos de diferentes alturas muy cerca entre sí, un acto que no era un juego, una respuesta a la necesidad de entretenimiento y a la sobra de imaginación. Al final del día los niños mayores, preocupados al no vernos, se acercaron al puente para ver qué era lo que hacíamos y su sorpresa fue que habíamos hecho un montón de casas y castillos con varas y palos en el lodo. Al vernos, los chicos grandes aventaron sus balones contra nuestras creaciones, destruyendo completamente el esfuerzo de toda la tarde. ¿Es esto un ejemplo simple de lo que es la belleza y todo lo que origina? No lo sé, pero sé que la imagen era hermosa, cargada de imaginación, cada niño había reaccionado conforme a su visualización de algo bello y lo había interpretado así, entre fango y palos. 
    Al conversar con M recuerdo ese montón de vivencias que se tienen de la época y la interpretación que ahora les doy, con una sonrisa llena de alegría y un guiño entre miradas para aclarar que aún tengo algo de eso. M se reserva sus recuerdos y pregunta por los míos, siempre esperando escucharme para contar sus historias ya cuando me he ridiculizado lo suficiente. Sabe que el humano engaña y siento como me juzga, con todo lo que hago, con lo bueno y lo malo que, se supone, compartimos en lo ético al ser del mismo lugar de origen. Ella, sin saberlo, es el ejemplo más claro de mi percepción de la belleza en una mujer, y, más que belleza, el sentido estricto que llegó a formar mi mente sobre lo que me gusta en ellas. Ciertamente, el hecho de pensarla es uno de los trabajos que hago a diario, siempre dándole ese lugar en mi vida que, con tanto esfuerzo, a logrado. «¿Qué es la intimidad? Lo que no resiste la fuerza de lo externo»
    Por ahora dejaré de lado el tema, siendo que apenas conozco los diferentes puntos de vista de los demás. La belleza abarca mucho más de lo que se espera describir con una prosa terrible como la mía, un efecto del goce que cada ser humano tiene acerca del mundo y el entorno que lo engloba, siendo amor y dolor siempre un lazo inseparable, cada polo siempre viviendo de su extremo, de su círculo elemental, de la naturaleza de la vida y de la memoria, la cual se ha encargado de perseverar todo lo que ha encontrado. 
    
    Dejo unas palabras de Gabriel Ferrater hablando de la singularidad de Les Liaisons dangereuses:
    Entre todos sus lectores, los únicos que resultan meramente burlados son los deshonestos. Me refiero, naturalmente a los jóvenes, a los que leen cándidamente, aceptando el mito de que es posible manejar a las personas, seducirlas.

   

jueves, 25 de abril de 2013

Necesidad de días soleados

    En días tan dispersos como los últimos tres, el hecho de encontrarme aislado en el fondo de múltiples pensamientos se vuelve casi un rito. Los días nublados han significado para mi, desde el comienzo de la memoria, el tiempo exacto para tocar la punta de mi nariz y sentarme a ver todo lo que me rodea de una manera analítica y crítica, envolviendo también el centenar de ideas y recuerdos que, desde los básicos hasta los fugaces, fluyen y viajan en el sinsentido que la vida me prepara por cita durante cada día. 
    Percibo el olor que deja el metal húmedo del colectivo en mis manos, un vicio que disfruto cada que puedo, entre destellos que el ruido citadino deja en mis oídos y las sonrisas dulces que uno recoge a lo largo de la jornada. ¿Qué es la belleza? Ese es el principio del fin que me preparó mi mente aquel día, desde el momento en que observé ese rostro femenino en uno-de-esos-encuentros-de-transporte, poesía que se vive a flor de piel en una metrópoli como ésta, donde miles de miradas chocan y se percatan de lo horrible y lo bello, lo efervescente y lo peculiar, un montón de subjetividades que aventamos al aire para cerciorarnos si se cumple eso que el romanticismo forjó como el amor. Parece incierto aún el hecho de ver cuántos amores se han ido de lo más alto hasta lo más asqueroso del resentimiento humano, ni siquiera necesito lavarme las manos para decirlo porque, a donde quiera que me mueva, puedo encontrar esos rostros cicatrizados por el odio que se engendró en la búsqueda del amor eterno. El amor se encuentra en todos lados, como una vulnerabilidad o defecto que cargamos todo el tiempo, como uno más de los explícitos errores de occidente, donde se perpetua la búsqueda del amor-para-siempre y la condena legítima si la soledad nos alcanza. Quisiera levantar las manos como señal clara de enajenación al decir lo anterior, decir que de hoy en adelante dejaré de lado el rastro maldito occidental que tanto nos ha golpeado como civilización milenaria, afirmar a los cuatro vientos que no recurro a pensamientos claros de ese dolor que me ha dejado la mala toma de decisiones, pero me mentiría más de lo razonable junto a toda esa sangre ancestral que fluye por mis venas, blasfemia total de no saber encontrar el verdadero problema en cuestión. 
    Entonces, ¿qué es la belleza? Pregunta al aire, mientras, entre el trayecto de dos avenidas en el transporte colectivo, pienso en los tipos de descripción de la belleza que he encontrado en otras personas. Ciertas mujeres con las que he compartido mis días, han sabido compartir o ignorar mi percepción sobre, lo que yo pienso, es la belleza. Hablaría de todas sin tapujos pero sería perdida de tiempo, exceso de banalidad y, además, aburrido. Me limito a pensar en pocas, en las que más me han sorprendido entre el coraje y el valor de defender lo que sienten. V creía que la belleza llegaba a pedazos, como el sonido al abrir un refresco y el primer sorbo, o el hecho de brindarme un beso con la lengua helada, una secuencia de hechos que se desenvuelven entre pequeños lapsos de gusto. También adoraba la anatomía humana, los cuerpos hermosos y los rostros estéticos. V es una de esas mujeres que ama sentir los cuerpos, tomar lo mejor de ellos, besarlos y morderlos, entregarse totalmente a esa perfección estética y maravilla de vivírse así, excelso y hermoso, una mente abierta y persuasiva deseosa de dominar mentes inteligentes que mueven cuerpos esculturales, una rubia que levantará vergas por donde pase. Aún sigo pensando que V es esa persona con quien desenvolví mi percepción de belleza: búsqueda de mentes incomparables adornadas en cuerpos blancos y delgados. 
    Uno se va dando cuenta de cómo las personas influyen en la vida, cómo se toman sus costumbres y cómo se aprende a dejarlas de lado, seguir en el camino solitario que el solitario creador nos encomendó. Pienso en C, la chica de los labios delgados y los ojos cristalinos, quien, entre silencios duraderos bajo el sol de la ciudad, compartió junto a mi el gusto y el placer de succionar la belleza de Monterrey, la belleza visceral de engendrar pureza base a la otredad, la basura y el lenguaje vulgar que se forma en las calles llenas de smog. Pienso en ella casi a diario, al momento de encontrar un escupitajo en la acera, al observar una pareja fajando en algún lugar, pienso en C como si fuese el nombre del efecto citadino de sentirse aquí. Tomo dos tazas de café cada noche recreando las falsas pláticas que nunca tuvimos, mientras observábamos los carros pasar debajo de los puentes de las grandes avenidas, su cabello lacio que revoloteaba por el aire, su piel morena brillando bajo el sol. Si con V descubrí que el blanco era dulce, C me dio a probar la amargura que nos envenena tanto como el amor, la piel morena que quema al rojo vivo y te hace adicto al dolor. ¿Qué es el dolor? El dolor es ese algo que hace te querer más, esa dependencia que se crea al degustar la felicidad y el conocimiento de saber que nada es para siempre. «El dolor es la muestra insoportable que nos muestra la ignorancia, lo poco que sabemos de nosotros mismos y del otro».
    ¿Qué es la belleza? me llegó a preguntar alguna vez D. En ese momento no supe responder. D y yo nos carteábamos cada viernes, siempre con un chocolate en el sobre. Ella adoraba, sin decirlo abiertamente, que la domaran, ser el objeto que tiene el honor de ser humillado cuando se entregaba. Siempre la pienso como una mascara de ternura que hierve de pasión y, también, la visualizo como la chica a la que siempre le daría flores para verla más alegre. Su belleza era ser la suave rosa que embellece el lugar en donde habita, una rosa que terminó seca en mi florero después de poco tiempo. 
    Llega la media noche y la sensación de sueño me remite al goce que se engendra al abarcar la cama. Los días nublados por ahora no me sirven de mucho, no como antes, y rezo por próximos días soleados que me inviten a salir a caminar por las viejas y crudas calles de la ciudad. Algún día encontraré el punto más cercano al equilibrio sensorial y, saber e identificar, que «nuestra cultura nos dice que el amor es un sentimiento, y no un aprendizaje, un problema que se concentra en la pregunta Quién...». Saber reconocer esto me lleva a pensar en M, quien, alejada de todas las mujeres anteriores, logró hacerme entender que el mismo miedo contiene un nivel elevado de belleza y cómo éste se expresa en las acciones, los trabajos y los gustos personales de cada persona. Luego viene L y me incita al deseo de lo prohibido, lo intocable que está ahí y me seduce entre su mundo alterno de visiones y traiciones y lo mal que vive, haciendo de mi incontrolable gusto extravagante, un mar de extrañas sensaciones que van desde el suicidio y la ansiedad a la tristeza como un estado de somnolencia y pureza existencial. Caos como camino a los breves momentos de diversión y felicidad. 
    ¿Qué es la belleza? ¿Es acaso eso que uno ve como lo que le atrae, lo bonito de sentirse único al percibir ciertas imágenes, ciertos sentimientos, ciertas salivas en la punta del glande? Es, para mi, todavía un fracaso el hecho de englobar tantas personas base a una pregunta tan pretenciosa, ¿qué se gana con eso? Nada sería más importante que el simple desuso de tantas palabras, en un asunto donde se trata de resolver principalmente la percepción visual y sentimental del ser humano. Callar es a veces el camino correcto para una respuesta más cercana, algo como lo que C creía, y que, a lo largo de los años, he envidiado mientras tropiezo y vómito más de mil palabras.

Lisa Papineau

    A veces simplemente quisiera saber, ¿cuántas veces tendré que volver a repetirme lo mismo (para estar más tranquilo)?. Tengo que dejar de leer ese montón de mensajes que rayan en las paredes de Monterrey, dejar de lado ese montón de frases optimistas que me incitan al vómito cada día y subir un poco el volumen de los discos que bajé en la semana. 
    Me parece ofensiva la forma en que se presentan: las conocidas paredes blancas con palabras negras (ahora también en color con patrocinio de una conocida compañía de pintura nacional), las personas que lo imitan, los grafitis wanna-be-poet: asco total. En verdad, me dan arcadas nada más de acordarme. Hace un mes, me topé a éste tipo, el autor de "Acción Poética" en mi bar favorito. Se sentó junto a mi mesa con un sujeto que parecía bastante simpático (calvo tenía que ser), en fin, yo me encontraba bebiendo algunas cervezas con dos amigos y lo vi ahí, ordenando una XX Lager igual que su acompañante y platicar con él con las caras muy juntas. Parecían alegres de verse, sintió mi mirada y me volteó a ver. Después de eso dejé de observarlo. Pensaba en sus frases y en cómo las malinterpretaba con palabras contrarias, no frases ofensivas, sino más realistas, más «del-día-a-día-al-pedo-regiomontano».  
    De igual forma, Monterrey necesita de esas frases tontas para pensar en otras cosas, dejar un poquito de lado las rachas de violencia, los trabajos rutinarios de una ciudad industrial y la jeta-de-perro que cargamos algunos habitantes. Y quién sabe, me gustaría editarlas u orinarlas en su defecto, dibujar penes enormes con pelos y venas como detalle, todo esto mientras escucho a Lisa Papineau, siendo ella tan hermosa, con su voz de ninfa americana induciéndome a hacerle un mal a la ciudad, un mal que otros adorarían.
   

lunes, 15 de abril de 2013

(Los lunes no tienen la culpa de nada)

    Hoy me propuse dejar de jugar. Me he cansado de este torpe juego en el que me he internado por los últimos meses; se ha vuelto soso y rutinario. Pienso que es tiempo de dar el siguiente paso hacia el próximo nivel de la nada, de nada que sea digno de subrayar, nada que sea más importante que haberme sacado el moco ayer. 
    Entre tanto revoltijo de sucesos inesperados y acciones tontas que me dieron risa, al principio, lo dejo aquí. Cada vez estoy más grande para andar con éstas cosas. No por haber pasado algo voy a volver a alocarme como adolescente primario, eso es lo más primitivo y elemental que, aunque lo hice, ya fue suficiente. Mis aptitudes y actitudes básicas topan contra eso, simplemente tengo que medirme. He aprendido la lección, lección que era sumamente necesaria y que yo mismo fui construyendo para afrontarla y vivirla, sentir el verdadero yugo que idealizaba cada tarde de verano entre las ocho y nueve de la noche. Así fue y lo hice. Ahora sigo donde mismo, sin una historia de mentiras y farsas en donde accedía como última oportunidad hacia el sexo opuesto y la, supuesta, naturaleza humana. 
    Hoy respiro con júbilo gracias al enorme peso que he dejado de lado y los vastos litros de alcohol que han pasado por mi garganta. Es suficiente, lo digo, es suficiente. No me pondré a escribir en un blog secreto sobre nuestras historias porque son muy mías, demasiado privadas y siguen aquí, entre el montón de cosas que circulan en mi cabeza, en un lugar especial, un camino que te ganaste y supiste crear y labrar, enorme pero finito, como todo en el extenso universo. Vives aquí, como los linfocitos en mi sangre, con ese conjunto de características que nadie más tendrá y que has plasmado en mi ser, mi ser que te absorbió y te dejó porque era lo que quise en su momento y mantengo en pie. 
    Afortunadamente, no puedo quejarme de mucho, aunque mis pláticas casuales digan todo lo contrario, aunque mi prosa pesimista narre sucesos e historias dignas del vómito, sigo siendo el mismo. Dirijo mi vista al frente y al cielo, aceptando los errores necesarios y los ganchos en las costillas, escuchando la misma música que pocos disfrutan, los films que sólo a los perdedores nos gustan y leyendo lo más posible que se pueda. Sigo siendo el terco que no sabe qué hacer con su vida y que, por lo pronto, se refugia en las acciones que poco a poco se han vuelto lo que soy. 
    No creo en el matrimonio ni en la felicidad como un estado firme. Creo en las charlas en los cafés, en el jazz que nos dejaron esos negros eternos. Creo en el cuento y la prosa, en la poesía que no se plasma con palabras. Creo en la mujer y sus hermosas virtudes, en el sexo casual y los viernes de mi comida favorita. Creo en un ser supremo que es más fuerte que nosotros y que me límito a ignorar, creo en la mezcla de razas y el egoísmo individualista que fluye por mi. Creo en el sadomasoquismo. Creo en mi, como un ente errante que se esfuerza para seguir aguantando los putazos, en el tabaco como acelerador de la muerte y creo, creo en la felicidad como pequeños lapsos de tiempo que deben disfrutarse.
    No prometo escribir un libro ni ejercer mi carrera de ingeniero en el labor, pero prometo ir a Buenos Aires y París como voto de que creo en el amor.

I'm drowning in assholes

    No sé cómo se llama este juego. Supongo que es el juego que cada uno inventa para ocupar el tiempo que antes se tenía ocupado. 
    No tengo ganas de escribir. 


I am your neighbor and a liar. By the way, do you have Zoe's number?


 

miércoles, 10 de abril de 2013

No tengo balcón

    «Había olvidado como los días de rutina a veces son tan cortos, había olvidado lo largo que pueden llegar a convertirse». Pensaba en las ocasiones en las que he tenido que estar frente a una computadora por largas horas, sin poder pensar una cosa más que no fuera la primera del día y limitarme a callar. Como en las noches oscuras que deambulan entre sentimientos vagos y lejanos y una que otra frase de los libros que han dejado huella. Hoy podría ser uno más, un espacio en blanco de la agenda vacía que cargo a todos lados, una prueba más de las incalculables culpas que he decidido cargar como todo ser humano.
    «J'ai fait de la merde» entre comentarios de jornada diaria, del día a día del ente que camina entre el tumulto citadino del país mestizo por excelencia, «jodanse». 
    Podría cerrar el pico del «yo primero» y empezar a dejarme caer, como Meursault esperando a que llegue el día en que le corten la cabeza o Perry Smith, quien enamoraba a Capote, sin tener una idea de lo que son las cosas que todos los demás ven y se preocupaba por los simples detalles que nutren la poesía. Sería el final de los tiempos de las tragedias-griegas-en-las-que-ocupo-mi-vida, encontrar un momento de respiración en la escuela Zen aunque parezca tan lejano y probablemente termine escribiendo haikus suicidas. 
    Que me jodan, a veces sólo quiero ser un pendejo. Pongo de nuevo esa canción de Charles Aznavour que no sé pronunciar del todo y que tanto me chinga. «Au lieu d'pensar que j'te déteste, Et de me fuir comme la peste, Essaie de te montrer gentille», dice Aznavour mientras pienso en cómo no puedo con esas palabras, por idiota e impotente. «Redeviens la petite fille, Qui m'a donné tant de bonheur», encrucijada entre dos cuerpos o tres y ya no sé cuantos inocentes más. «Et parfois comme par le passé, J'aim'rais que tout contre mon cœur, Tu l'laisses aller, tu l'laisses aller»: despedida moviendo la mano hasta que se caiga de pena.

miércoles, 3 de abril de 2013

De noche

Cierro mi puerta con llave
para abrirme paso a la noche. 
¡ZAZ! Detrás de mis pies, 
y el verde del semáforo 
alumbrándome el pecho:
aullido ahogado del necio importunista: 
gozo celestial del odio como amor a la vida.

De noche salgo a inhalar 
el residuo de la gente humilde, 
de la gente rica y
el resumen de los pasos
que equivocadamente dan,
preparándome para su desdicha incomprendida,
para compartirla un poco:
acto ajeno del hombre:
desperdicio de otra errante alma.

Bebo de la lágrima colectiva
del soñador promedio,
horrorizándome, pudriéndome
hasta el final lejano que 
llega y se bifurca,
entre la mía, 
entre las suyas,
entre los cientos de
torpezas que
volveré a realizar. 

Sale el sol:
he cumplido mi tarea,
hora de regresar a la rutina
diaria de vivir,
vivir para bailar 
de noche. 

De noche...

 





me disuelvo.

Abril, abril, aquí

    ¿Qué tan fácil es dejar de lado las cosas? La mayor parte de mi vida he aprendido a lidiar con despedidas: voluntarias, forzosas, inesperadas y las que se van difuminando sin saber a ciencia cierta cuándo terminaron las más recurrentes. Hoy no he encontrado el valor de todo eso, o más bien, pienso en la posibilidad de que mi persona no lo necesite, no lo requiera y lo deje como se dejan las colillas de cigarro sobre el suelo o los suspiros tenues en el aire. Carajo, tan sólo de leerme me doy asco, maldito hijo de occidente y del yo eterno.
    Por ahora mi blog se ha convertido más en un recinto personal que de historias y relatos que contar: un internamiento espectral en el que la búsqueda de lo que no se sabe es siempre el defecto y premisa de mi atormentado ser. Je dois me parler ce soir et se demander pourquoi ces rêves, pourquoi jusqu'à présent, raison pour laquelle elle doit être de retour ici. Jodido café que no me ayuda a desvelarme, jodidos pasos que he tenido que dar para no encontrarte, sabiendo que de una u otra forma, el ancho camino que separa mis pies de los tuyos es también la Bellua insatiabilis que origina toda la insaciable desdicha.

lunes, 1 de abril de 2013

Ficción / No Ficción

    Ficción / No Ficción es un proyecto de escritura que tengo con el señor "Jorge Regula" @sixarmsoneleg  

    Pueden pasar a nuestro blog: pacto-ficcional.blogspot.mx 

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    Nuestra página de Twitter: http://twitter.com/pactoficcional

Saludos.