Aparentemente el círculo de la vida me sonríe sin excepción. Trato de voltear a ver al cielo cada que puedo, con esa decisión de afrontar un diferente punto de vista al que ya tengo, siempre abierto a la opción de encontrar mi error. Encuentro la secuencia del pensamiento actuando en mi mente durante lecturas del día, saliendo de las palabras y recreando ese flujo de ideas en el que figura tu existencia más que la mía, un acto que reafirma el vaivén del que soy víctima por encanto, por placer y por puro gusto de la mala vida. Alguien me dijo no saber que era la belleza, lo cual, era la respuesta que esperaba, tanto que, la compartíamos. Podría decir que los pequeños ejemplos que una persona da sobre sus gustos son, meramente, la punta del iceberg de lo que se tiene, el mismo caso del uso de la memoria. En sí, podríamos pasar horas tratando de enlistar lo que verdaderamente encontramos como bello, todo en un mundo en donde se conocen tantas culturas y perversiones, un mundo en donde cabemos los idiotas como yo y el japonés de allá enfrente. Así de sencillo, así de complicado es el tema y, en casos extremos, motivo de guerra.
Un recuerdo vago se viene a mi mente ante lo anterior: había un puente cerca de las canchas de fútbol en la colonia de mi abuela, un puente que contenía seis o siete pequeños túneles para la corriente del arroyo, lugar donde los niños más pequeños nos entreteníamos cuando nuestros primos o hermanos pateaban la pelota. El juego era simple, consistía en correr a través de un túnel cada niño (atravesando el largo del puente), siendo el ganador el que llegara primero. Un día, después de varias lluvias, encontramos el puente y sus túneles llenos de fango, al menos, lo suficiente para estropearnos el juego. Malhumorados por el hecho, dos niños y yo decidimos jugar con el lodo, colocando pequeños palitos de diferentes alturas muy cerca entre sí, un acto que no era un juego, una respuesta a la necesidad de entretenimiento y a la sobra de imaginación. Al final del día los niños mayores, preocupados al no vernos, se acercaron al puente para ver qué era lo que hacíamos y su sorpresa fue que habíamos hecho un montón de casas y castillos con varas y palos en el lodo. Al vernos, los chicos grandes aventaron sus balones contra nuestras creaciones, destruyendo completamente el esfuerzo de toda la tarde. ¿Es esto un ejemplo simple de lo que es la belleza y todo lo que origina? No lo sé, pero sé que la imagen era hermosa, cargada de imaginación, cada niño había reaccionado conforme a su visualización de algo bello y lo había interpretado así, entre fango y palos.
Al conversar con M recuerdo ese montón de vivencias que se tienen de la época y la interpretación que ahora les doy, con una sonrisa llena de alegría y un guiño entre miradas para aclarar que aún tengo algo de eso. M se reserva sus recuerdos y pregunta por los míos, siempre esperando escucharme para contar sus historias ya cuando me he ridiculizado lo suficiente. Sabe que el humano engaña y siento como me juzga, con todo lo que hago, con lo bueno y lo malo que, se supone, compartimos en lo ético al ser del mismo lugar de origen. Ella, sin saberlo, es el ejemplo más claro de mi percepción de la belleza en una mujer, y, más que belleza, el sentido estricto que llegó a formar mi mente sobre lo que me gusta en ellas. Ciertamente, el hecho de pensarla es uno de los trabajos que hago a diario, siempre dándole ese lugar en mi vida que, con tanto esfuerzo, a logrado. «¿Qué es la intimidad? Lo que no resiste la fuerza de lo externo».
Por ahora dejaré de lado el tema, siendo que apenas conozco los diferentes puntos de vista de los demás. La belleza abarca mucho más de lo que se espera describir con una prosa terrible como la mía, un efecto del goce que cada ser humano tiene acerca del mundo y el entorno que lo engloba, siendo amor y dolor siempre un lazo inseparable, cada polo siempre viviendo de su extremo, de su círculo elemental, de la naturaleza de la vida y de la memoria, la cual se ha encargado de perseverar todo lo que ha encontrado.
Dejo unas palabras de Gabriel Ferrater hablando de la singularidad de Les Liaisons dangereuses:
Entre todos sus lectores, los únicos que resultan meramente burlados son los deshonestos. Me refiero, naturalmente a los jóvenes, a los que leen cándidamente, aceptando el mito de que es posible manejar a las personas, seducirlas.