Cierro mi puerta con llave
para abrirme paso a la noche.
¡ZAZ! Detrás de mis pies,
y el verde del semáforo
alumbrándome el pecho:
aullido ahogado del necio importunista:
gozo celestial del odio como amor a la vida.
De noche salgo a inhalar
el residuo de la gente humilde,
de la gente rica y
el resumen de los pasos
que equivocadamente dan,
preparándome para su desdicha incomprendida,
para compartirla un poco:
acto ajeno del hombre:
desperdicio de otra errante alma.
Bebo de la lágrima colectiva
del soñador promedio,
horrorizándome, pudriéndome
hasta el final lejano que
llega y se bifurca,
entre la mía,
entre las suyas,
entre los cientos de
torpezas que
volveré a realizar.
Sale el sol:
he cumplido mi tarea,
hora de regresar a la rutina
diaria de vivir,
vivir para bailar
de noche.
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