Quise contarte algo y se me salió de las manos, más bien del pecho: una luz se escapó de mi cuerpo esta mañana.
El comienzo puede empezar a relatarse como un descubrimiento dentro del esplendor oscuro de la mañana antes del amanecer, todo estaba ahí, las cobijas, mi calor, el respirar de mi perro junto a mi cama y ese sonido del ferrocarril que pasa a unos cuantos kilómetros de mi hogar. Sería correcto decir que es a esa hora, aproximadamente entre cuatro y cinco de la mañana, cuando nos encontramos en nuestro sueño más profundo, el más trabajado de toda la noche y, por ende, en las vívido. Esto lo digo base a ciertas experiencias, donde, tras despertar, recordar y analizar los sueños de la noche, me encuentro con tres, cuatro o cinco de ellos, cada uno con una temática propia de un film independiente al otro o, más bien, un pedazo de vida surrealista ramificado en cuatro o cinco diferentes historias. A veces estas historias se entrelazan o desprenden linealmente de las anteriores, otras veces más parecen ser tangenciales y subordinadas de otra idea totalmente radical a la anterior, ¿y cuál es la anterior? Misterios químicos de la materia.
En fin, el hecho es que a últimas horas del reinado subjetivo del sueño y el dominio de las supuestas tinieblas, algo en mi se desprendió de mi cuerpo para tomar como portador al ambiente mismo, haciendo de mi un tercero y ya no un propio, un sólo cuerpo. Lo que ahora trato de relatar no es más que una separación de lo mágico y la materia —que en este caso soy yo —, y que, como punto de vista acelerado se encontraron mis ojos en otro ángulo totalmente distinto a mi perspectiva desde la cama. Lo curioso de todo esto es que yo permanecía dormido, digo, mi cuerpo permanecía dormido, pero yo, yo el narrador de esta historia, el que se encuentra ahora escribiendo estas palabras, me encontraba de frente a mi propio cuerpo, aún sin saber, a ciencia cierta, cuál de los dos yo era el verdadero.
Podría pretender que nada de esto pasó, y la verdad es que lo hice y me lo repetí tantas veces en mi cabeza tratando de pensar en alguna otra cosa más pero la verdad es que simplemente no pude hacerlo. Pocas veces llego a vivir alguna de estas cosas que a los demás parecen sucederles todos los días que, mientras pensaba en si comprar una cajetilla de Lucky Strike o una de Camel, simplemente no pude, no pude si quiera dejar de pensarlo y tener que ir a tu casa a contártelo lo más pronto posible. Esa era la idea: llegar a tu casa, tocar el timbre, tocar tres veces con mi puño y luego avisar que era yo con un ligero tono de casualidad vespertina, que me abrieras la puerta, me dieras un beso y, después, taparte la boca y arrastrarte hasta tu cuarto de una manera indiscreta. Nada importaba, esa era la idea desde el principio tras recordarlo y sentir que mi corazón pudiera salirse de un momento a otro de mi cuerpo como aquella luz de la madrugada.
A estas instancias de la vida, me da por golpearme al darme cuenta de que sigo siendo un estúpido que cree en las películas de dramas románticos y, por idiota, me siguen pasando cosas como la negación de mis propios sueños. Al decir esto sólo puedo pensar el porqué de la respuesta que me diste tras todo esto. Sólo quería llegar a tu casa y describirte todo lo de la luz, mi reacción ante mi cuerpo visto desde otro ángulo por mi mismo, la estúpida luz flotando a treinta centímetros de mi pecho y como el sonido del ferrocarril se esmeraba en salir de la ciudad mientras esta anormalidad sucedía frente a mis narices. Sólo quería eso, que abrieras tus ojos para poder notar ese brillo en ellos que tanto me apendeja, ver cómo tu frente se arruga ligeramente por la fuerza de tus cejas en ella, escuchar cómo tus palabras de sobresalto se convierten en preguntas de reflexión y, así mismo, cómo estas preguntas de reflexión se convierten en besos en mi cara y cómo después esos besos pasarían a ser risas en tu habitación. Pedía un poco de una fantasía que se formó en mi cabeza en menos de cinco segundos, pedía un poquito de un anhelo base a un sueño, porque eso era y jamás afirmé que fuera verdad, pero tal vez pedía mucho, mucho para un sábado como este, mucho para una fantasía de cinco segundos, mucho para mi torpe vida aburrida donde nada pasa ni pasará.