miércoles, 31 de agosto de 2011

También la vi


      –Necesito describírtela, Julio, era tan perfecta, en su modo, era tan hermosa y sensual, era como si la chica perfecta que creamos en listas de papel en la secundaria hubiese, al fin, decidido formarse de carne y hueso y ponerse enfrente de mí, como esperando que fuese por ella –me explicaba Sergio con un rostro tan vivaz que daba la impresión de haber rejuvenecido unos quince años–. A la mañana siguiente del sueño, busqué entre carpetas de bocetos y de más mierda y encontré varias listas, ésta es la mejor.
       Me tendió un papel arrugado por sobre la mesa, no lo tomé a reacción sino más bien, me paralicé contemplando el arrugado documento, sintiendo una especie de brisa extraña de verano playero. Después la tomé. Estaba escrita con tinta roja y con la excelsa caligrafía de Sergio: Castaña, piel pálida, ojos miel, alta, cuerpo de diosa griega, vestida a combinación de colores negro-rojo-blanco, botines negros, un bolso negro que atraviesa su tronco recalcando la frondosidad de sus senos y unas medias negras en las que sus nalgas yacen simplemente, perfectas. Parecía una lista hecha por verdaderos pubertos urgidos de sexo pero en realidad iba más allá de eso y lo recordaba, recordaba como en la búsqueda de esos estándares Sergio y yo habíamos buscado a esa chica y fallado siempre en el intento, al final jamás serían como la chica que vivía en nuestras ingenuas mentes.

(fragmento)

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