Han sido diversos los mundos en los que he entrado en los momentos del descanso, pirados, si no es que reflexivos, en donde desprenderme de los líquidos innecesarios conlleva a búsquedas entre desperfectos que suelo ignorar. Pero ¿qué suelo ignorar cuando todo parece pasar? o más bien, ¿qué de ese todo suelo ignorar cuando todo parece moverse tan rápido? Los hechos, los detalles que no sobrepasan las sorpresas o los sucesos que no esperamos que pasen, como mis tropiezos vespertinos en la calle Matamoros o los choques con personas en el transporte público a horas pico. Un tanto extraño como puede quedarse más presente el quisquilloso señor que viste en alguna acera queriendo saltar para volar, mientras tú no puedes ni siquiera huir de la realidad que te tiene tan amarrado al asfalto. Y me pongo a recordar éste tipo de cosas, mientras mis orines fluyen por la ya no tan blanca estabilidad del mingitorio, en un baño cualquiera, un idiota cualquiera que, como los demás, se entretiene con pensamientos al azar que invaden la mente entre el desahogo natural.
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