Imagina que esa es la herida que quedó. La que nunca pensaste que surgiría. La que no desearías recordar como comenzó. Imagina que no esta en tu corazón, visualízala como un raspón de rodilla o un granito sangrando, una cortada sencilla y sin importancia. Una herida que se sanará rápidamente y cicatrizará sin que te des cuenta. La rascarás de vez en cuando y te acordaras de mí —sin rostro, claro—, de la Stratocaster que nunca tuviste y de los falsos paseos en bicicleta que nunca dimos. De noviembre y sus días grises y armoniosos. Del domingo en que nos casamos tampoco recordarás nada y será de mi placer ocultártelo. Ahuyentaras a los perros que se te acerquen con tal de captar esa fría atención que tanto solías tragar. Pasarás por la iglesia a la que íbamos pero no entrarás, tendrás esa sensación de deja-vu interrumpido y lo ignorarás por completo. Te saludaré en las mañanas cuando salgas a regar tu hermoso jardín pero no mencionaré ni pio. Tu herida me servirá de guía para recordar que la mía es mas profunda.
2009
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