A veces creo que te deprimo, que soy la base de todas esas cosas que, por hoy, te entristecen y te arrastran de nuevo a esos oscuros terrenos en los que ya has habitado. Soy una de esas personillas que caminan por ahí, de las que hacen bulto con la masa colectiva, una de esas personillas que vagan indiferentes e imperceptibles para los demás.
A veces —la mayoría del tiempo—, no puedo conmigo mismo, con mi volubilidad y mis arranques de molestia, con mis acciones llenas de impulso y con mi resentimiento infantil. Esas son la mayoría de las razones por las que la gente me evita, me ignora y se hacen a un lado. Esas son las razones por las que evito a la gente, la ignoro y me hago a un lado. Un bonito dilema.
A veces creo que nadie me salvará y que nadie tiene la obligación de hacerlo. Me encierro en mi habitación, escucho música y escribo una prosa tan horrenda que me deprime aún más. Soy la isla que se aleja cada vez más del continente, la que sufre por la colectiva pangea, la que algún día se hundirá.
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