Me apresuro a formar palabras mientras todavía son las 11:10. «Tac-tac-tac-tac-tac-space bar-tac-tac-tac-space bar-tac-tac-enter». Triunfalmente, gano el reto que me plantee en milésimas de segundo, mientras el café que recién preparé espera por el primer sorbo y el sonido de las teclas resuena como una carrera larga de galopes hacia el golpe triunfal. Finalmente, observo el reloj y aún es el mismo minuto: sonrisa de idiota después de una victoria insignificante: simulacro de felicidad. Por el momento es lo más alegre del día, un efímero instante que se escapa así mismo su creación, en un lapso de tiempo en el que voy cavilando y remunerando ideas de derrota en los que empiezo la semana. Es lunes y se me hizo tarde para el trabajo o, más bien, es lunes lluvioso y Monterrey es un desmadre cada que llueve o, más bien, es lunes y la lluvia duró lo que dura mi hora de trayecto al trabajo pero a esa hora todavía estaba a cinco minutos de mi casa en camión o, más bien, me regresé a la chingada porque no vale verga este pedo. Exhalo ese aire impuro de sentirse pendejo mientras me doy cuenta que el café con leche ya no me gusta y que, éste en especial, me quedó muy insípido: ay, mi vido. Vuelvo a observar el reloj y reitero mi preocupación de qué mentira será la siguiente. Amo mentir, o bueno, no es algo que ame y me apasione a modo de volverme adicto a ello, pero, en cierto modo, el hecho de mentir siempre me ha ocupado como un ejercicio literario de creación, una propuesta de ver qué tanto puedo formar y llegar a sorprender o, al menos, formular para que suene creíble o pasable, mientras me salgo con la mía después de que la suerte siempre suele ser una completa puta conmigo, y ahí voy de nuevo, a mentir y cagarme la vida. He decidido —sin la necesidad de analizarlo—, que este blog ya sólo tendrá palabras predispuestas en donde medio relate las idioteces que llenan mis días y, por otro lado, abriré uno nuevo para escribir ficción y otras historias. So, dejando de lado ese anuncio breve y sin importancia, vuelvo al infortunio del café desabrido y las teclas del computador que cada vez suenan más despacio, al tiempo en que decido empezar a escribir algo para el otro blog y proponerme abrirlo esta misma semana. Kaput.
P.D. Nymphomaniac es una mierda.
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