miércoles, 5 de marzo de 2014

Non sequitur

    Según mi agenda, hoy es el día numero sesenta y cuatro del año y parece una reverenda chorrada. Lo primero que alcanzo a notar es una nota donde visualizo mi horrenda letra cursiva afirmando una nueva entrada para el blog, casi suplicando por no dejar este hábito perecedero que casi no mantengo y que, a ciencia cierta, no deseo mantener. El día se va y las jornadas laborales se van amontonando en los hombros y en la espalda, casi sin notarse pero calando a discreción como las etiquetas de camisas nuevas, rasgando y recalcando la presencia de una molestia en donde se tiene que aguantar. No se trata de un reclamo, nada de eso, sino de un reflejo digno del trabajador promedio y el deseo lascivo que representa el dinero en un país como el nuestro.  
    Según mi agenda, los pasos que he estado dando en el último mes me reflejan como un ser nómada y sin morada establecida, con una máscara de ojeras y dientes de británico que me cargo a consecuencia de mis actos y los escapes planeados en cinco minutos. Notas de lugares en donde despierto desnudo, anotaciones de los cafés que me tomo en el día, faltas al trabajo y refugios sin mesura en cantinas y bares que, oscilan entre las dos de la tarde y siete de la noche,  por no alarmar a Domingo Mancini yendo a las once de la mañana para pensar en el epitafio de la tumba de su madre. «El YOLO es el nuevo Living la vida loca», o una especie de desalojo del amarre que significa el no sentirse a gusto o conforme, aclarando que, nunca he podido estar conforme con nada, y bueno, tampoco me odio intensamente como alguien me dijo hace poco, por cierto.
    Según mi agenda, escribo planes y notas que se quiebran por impulsos del momento, cosa que no me deja nada tranquilo ante la nula maduración que se supone tiene que estar sucediendo justo ahora, además de la cuestión monetaria, que se basa en alcohol y cigarrillos y un montón de porquería que uno va adquiriendo entre bar y bar y los tacos de la esquina: horror tremendo de vivir para morir: softly, my dear: Carpe diem«Te vale YOLO la vida»: Kaput. Lo último lo he escrito en mis últimas entradas al menos una vez y, eso no refleja más que mi estancamiento literario, con sólo seis libros en lo que va del año y cuadernos cada vez más vacíos, en donde se presenta el resultado de una miserable intención del ser y el desprendimiento de lo que alguna vez pensé.  
    Según mi agenda, debería estar yendo al palacio de correos a mandar cartas pendientes, caprichos que encontré en el cajón inferior del buró en donde guardo los pendientes, los objetos perdidos y los que aún no sé que hacer con ellos: un pequeño limbo que creé con el único fin de darle jugo a la vida en un ciclo de decisiones impotentes que me hagan mantener mi ansiedad viva, como un método más de hacer anotaciones para el día a día y tenerme entre el cuchillo y la pared del Doppelgänger que me suelo construir, todo siempre como un juego autodestructivo del Non sequitur

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