martes, 11 de junio de 2013

Terminaré de deletrear mi nombre cuando ya te hayas ido


    He diseñado detalladamente nuestro próximo encuentro para la próxima vez que nos topemos las caras. Como primer paso me propuse ser otro hombre. Alguien que te haga posar casi forzosamente la mirada hacia mí, uno de esos sujetos de los que te enamoras al ir temprano de tu casa a la oficina.
    Posiblemente tengas un vago recuerdo de mí, es decir, del antiguo hombre que solía ser, pero seguramente sería una de esas escenas que actuábamos improvisadamente en la cafetería de Madero, para darle un toque fresco a la relación y para asegurar, inconscientemente, que nuestra chispa de amor estaba terminando. Entonces me descartarás, pero seguramente es que no me recuerdas más, porque éste hombre es distinto y sin conocerlo, a estas alturas del encuentro, ya habrá hecho que se humedezcan tus bragas.
    Como segundo paso proseguiré a clavarte la mirada con ese ceño fruncido que tanto te mata. Ese que decías idolatrar cuando un hombre lo dibujaba de repente. Ese mismo que tanto me reprochabas de no poseer mientras terminábamos quejándonos el uno del otro en aquellas noches de anhelos perdidos.   Difícilmente puedo olvidarlo, siendo que era yo quien necesitaba tu desprecio así: franco y ligeramente enmascarado base a drogas y malentendidos rutinarios, siempre acompañados de besos de disculpa y sexo honestamente brutal.
    Para el tercer y último paso, caminaré hasta ti con firmes pasos ensordecedores. Seré para entonces tu único centro de atención, el foco que mirarás mientras paso de la seriedad a la sonrisa fingida del casanova al asecho, cada vez más cerca y levantando el dedo índice hasta alcanzar tus labios en protesta de silencio, un pequeño silencio más para rebasar todas aquellas palabras vacías que majestuosamente llegué a superar. Me acercaré hasta tu oído a plena conciencia de tu merced, rozando levemente mi barba con tu hombro mientras recito esas pocas palabras que toda la vida habías esperado escuchar, justamente las mismas que gritaste en mi cara el día en que te fuiste. Habías llegado al punto del quiebre y me las recordabas una y otra vez cada que podías: una sencilla serie de palabras que jamás llegaría a figurar sino fuese por esa noche, velada en la que huiste tan enfadada y llena de decepción.
    Ahora pienso que lo más probable es que te dieras cuenta que habías perdido tu valioso tiempo al desperdiciarlo conmigo. Yo por mi parte había descubierto una serie de actos clave que me harían volver a estar contigo, aunque fuera con otro nombre y la pinta de otro individuo.  
    El resultado era perfecto (estadísticamente hablando): un hombre diferente y superior a la mayoría que te esmeras en persuadir. Un producto justo a tus estrictas necesidades, listo  para el encuentro, aunque tal vez éste hombre termine deletreando mi verdadero nombre cuando ya te hayas ido de ahí.  
   

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