Entre los silencios que nos encierran ardo en miradas. Sufro el acento en estanques de saliva, dejo el motor encendido en un disparate de segundos. El velo te rodea; la piel se cubre de vapor insatisfecho en gritos ahogados por el silbido de la hipnosis. Te observo: bajo la ceniza y mis manos avanzando, hacia tu cuerpo, hacia mi centro. Me dirijo hacia la inevitable persuasión de tus piernas, tan vivas, tan largas. Somos polos opuestos en atracción desmesurada, somos parte de engranes que encajan de la nada. Exacta, exacto. Un goce apropiado para el dolor almacenado, dejando las voces ausentes para el momento indicado.
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