domingo, 24 de noviembre de 2013

Susana

    Apreciar el silencio que se produce tras dejar de lado su mirada suele parecerme un martirio. Lo noto desde el momento en que desvío mi vista de sus ojos, en el errático intento de no seguir en ese extraño y culpable gusto de tenerle ahí e, inmediatamente, me orillo  a desligarme: como un recién nacido que depende de la madre para resplandecer en el confort, vuelvo hasta sus labios. 
    ¿Por qué volver al desdén del delirio? Aún no lo sé, como tampoco creo saber resolver todo ese tipo de circunstancias en las que me encuentro al querer ignorarle. Enfrentando ese lapso de tiempo en que nuestras bocas no producen sonidos ni flujos de saliva, vuelvo a perder, una vez más, escapando de las consecuencias que vendrán tras los actos impuros, efectuando la dicha penitencia que me obliga a perder, a perderle. Tal vez uno de estos días, en los que no haya nada más qué figurar. 

viernes, 22 de noviembre de 2013

Viernes de puta madre y el coñazo del que nos toca burlarnos

    Me duele la cabeza. Me duele el cuello. Me duelen los ojos por estar todo el día en el trabajo y resolviendo los modernos problemas de los mexicanos, y todavía llego a casa queriendo escribir algo para el blog. Me duelen los pies de estar sentado y me duelen las nalgas por no caminar. No tengo un tema concreto del cual empezar a contar cierta historia y me da un no-sé-qué de que ella, ahorita, esté tomando con sus amigas mientras yo ni siquiera rellené mi bote de agua para acompañar el tabaco que me raspa en la garganta. Me duelen los aullidos que mi perra hace en las noches por extrañar a su hermana que acaba de morir y, mientras tecleo estas absurdas quejas que poco interesan inclusive a mi, me duele la dolencia misma de no valorar tanto quejido. 
    Mañana es viernes, viernes de salte-a-pasear-y-toma,toma-como-todos-los-universitarios-egresados-que-ya-tienen-dinero-para-seguir-bebiendo-a-placer-de-su-explotación-de-semana-inglesa. ¿Y qué hago entonces? Pues beber. Viernes de ir y hablar de cosas banales mientras los demás comparten sus logros laborales y sus aventuras de sexualidad, todo al momento en que río y pregunto cosas de las que siempre me acuerdo, porque siempre me acuerdo, incluso de los nombres que aún no he conocido, los de las pláticas, los de los otros que comparten su tiempo con mis amigos en cuestión y que poco me interesa conocer; pero es viernes. Viernes de puta madre y el coñazo del que nos toca burlarnos. 
    Me voy de fiesta entonces, no a las que siempre voy, a las que nunca estoy invitado y termino por corromper entre silencios bruscos y comentarios agresivos que se me salen de tanta discreción. No. Iré a alguna a la que me inviten, a alguna reunionsilla de intelectuales en donde compartir sus textos y sus ideales progresistas terminen por hacerme vomitar mientras bailo esa canción que nunca lograrán escuchar, una de esas que tanto se repiten en mi reproductor y que, si consultas en lastfm, soy yo el principal oyente, a lado de algún españolete o algún argentinillo porteño que seguro pasa de los cuarenta y cinco años.  
    Y bueno, sería mejor ignorar todo el primer párrafo porque la realidad es que no me duele nada, ni siquiera los pulmones cuando corro para tomar el camión de la mañana, ni la cabeza ni mi cuello, ni siquiera trabajar para resolver los problemas modernos de los mexicanos aunque, si hablamos de ignorar, sería mejor que vayamos ignorando todo lo que se expone en todas estas insignificantes palabras. 

martes, 12 de noviembre de 2013

Aprender a fumar no es un acto de amor

    Hay cosas que uno va cambiando sin la más mínima intención de querer cambiar. Dejar de usar los bolígrafos preferidos, la cercanía que se tenía con ciertos amigos, la costumbre de escribir a puño y letra, dejar de querer a alguien o los pensamientos repentinos que se atrapaban para crear una historia son algunos ejemplos que ahora pienso, por no citar algunos más.
    Uno se va acostumbrando a ciertos cambios sin la más mínima intención de acostumbrarse, todo eso mientras tratamos de no ser parte de una rutina creando otra a plena conciencia de no estancarnos, como un movimiento de baile mal ejecutado que se finge con otro diferente, distinto al anterior para hacernos sentir aliviados de esa mala ejecución, esa decisión que en su momento fue implementada como una distinción de la anterior y se termina bailando del asco. Así son los días, los cambios de planes, los quebrantos de la rutina monótona y la vida misma. El trayecto de esta serie de eventos se puede entender mejor en lecturas como El mito de Sísifo o La náusea.
    ¿En esto consiste vivir?, ¿qué sentido tiene la vida? Los pedos de siempre que terminan dejándonos más apendejados, y así es como sigue su ciclo el existencialismo de no saber qué es lo que sigue y sin embargo, seguimos tomando decisiones para seguir alimentando el absurdo de vivir, la significancia e insignificancia del ser, la vida y la muerte, etc. Existimos mientras vamos «viviendo», mientras vamos aprendiendo cosas que los demás seres humanos crearon o inventaron, como el simple hecho de aprender a fumar.
    Aprender a fumar es algo que yo no podría enseñarle a nadie, es algo que nadie me enseño a mí. Puede parecer un ejemplo soso, pero puede verse también como un sencillo caso de las cosas que existen y se van catalogando como uno más de los abstractos inventos humanos, liberándose el propio ser al realizar libremente su esencia, la que parte de sí mismo para él mismo. Entonces, no, no puedo enseñarte a fumar si es que me lo vuelves a preguntar.  
    Puedo indicarte cómo es que lo hago, los pasos mal descritos de cómo el fuego quema el tabaco y después, cómo el humo se encuentra ya en mis pulmones, tras haber inhalado suavemente mientras te miro detrás del leve grosor de mis gafas y las quince centímetros que separan mis labios de los tuyos. Así, mientras el brillo que en tus pupilas se reflejan puede ser el siguiente acto que tal vez, ahora prosiga al acto de fumar, dejando de lado las palabras que se alcanzan a decir antes de soltar la exhalación del humo procesado. Es una decisión que no necesariamente podría nombrarse como tal, y se descubre como errónea al momento en que ahora el humo habita en tu cuerpo tras haber preferido tus húmedos labios a seguir perdiendo el tiempo en un brillo que nada me cuesta quebrantar.  
    Por el momento me rodea tu persona, la vivencia de tu entorno y el estrago mismo de saberme así: contradictorio y equívoco, fino ejemplo de la estupidez humana que gozo y bebo a grandes tragos de ti en forma de saliva, que te arrebato y te regreso a la par entre el tiempo que se va y el que va llegando.