martes, 2 de julio de 2013

La mar

Cómo lograr olvidarte 
si mis reniegos aún no son los suficientes,
¿cómo?, si en cada uno se resume ese sabor a sal 
que predomina y me superpone:
absorbente precio a merced 
del adiestrado moribundo.

En la meta de tus caricias he encomendado 
un frío silencio (secuencia):
traslado del alma que se enmancipa sin retorno,
todo a paso firme, como la succión del viento
hacia nuestros contados suspiros.

Me presiona la noche
al recuerdo de tu aliento,
dulce declive de entregarme más:
un cobarde sin remedio (and goes):
viajero terco sin consuelo.

En tu oscuridad ofrezco 
finalmente mi manda,
planicie engañosa a la palabra
y en tu inmensidad engendro 
un alivio ciego y marginal.

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