Hay ocasiones —como el día de ayer— en que despierto con alguna canción de Daniel Melero en la cabeza. Recientemente volví a escuchar mucho sus discos, siendo mi soundtrack completo del mes pasado; desde el Conga (1988) y sus primeras interpretaciones hasta el Supernatural (2011), Melero me ha atrapado con una singularidad que ningún otro argentino lo ha hecho, ni siquiera Luis Alberto Spinetta o Charly García.
Podría decir que lo más acercado a Melero fue (es) Gustavo Cerati, con quien realizó uno de mis discos favoritos, me refiero a Colores Santos (1992), un disco que reveló a los seguidores de Soda Stereo la influencia tan significativa que Melero tenía sobre el grupo y que, después, fue marcando dicho toque en los discos siguientes de la banda. Pero, por qué mencionar a Soda Stereo y a Cerati cuando trato de hablar solamente de una canción: Trátame Suavemente. Fue la canción que popularizó a Los Encargados (1982-1988) y que Soda Stereo covereó. Dicha canción la conocí primero por el álbum debut de la Soda que por el mismo Melero (cosa que en un país como el nuestro, poco puede apreciarse de los músicos multifascéticos y de extraños rubros como Daniel Melero y su banda tecno Los Encargados, casi desconocidos por acá como el mismísimo Flaco Spinetta).
Continuando con el día de ayer y el último despertar con Melero, la serie de eventos (des)afortunados que he experimentado en los últimos días me hicieron levantar —con la misma intensidad que un militar a las cinco de la mañana— con esa característica tonada de piano con la que editó varios temas de su autoría, en el disco del mismo nombre: Piano (1999), un álbum en el que recopila quince tracks que pueden escucharse como una sola pieza. A lo largo del disco Melero va haciendo énfasis en ese tono melancólico-romántico que lo identifica; y entonces para mi sorpresa Trátame Suavemente se revela en mi cabeza.
Aún no logro entender si haya sido una revelación como tal o simplemente una serie de semejanzas entre las letras del track y las casualidades que se reflejan en mis días pasados, pero la canción me hizo despertar e ipso facto, comencé a preguntarme si los estribillos pueden aplicarse a un diálogo entre dos personas o sólo a una refiriéndose hacia otra. La verdad y lo más lógico es pensar que se trata de la segunda opción y la primera no es más que un capricho de mi persona, siempre con ese toque dramático por uno-que-otro acontecimiento relevante que me pueda suceder y en el que mi mente logre encriptarlo, todo como digna señal de sorpresa.
Entonces, empieza el primer estribillo de la canción con la inconfundible voz porteña de Melero:
Alguien me ha dicho que la soledad
se esconde tras tus ojos
Y que tu blusa guarda sentimientos,
que respiras
se esconde tras tus ojos
Y que tu blusa guarda sentimientos,
que respiras
Una sutil manera de introducir el track, haciendo que empecemos a adentrarnos en la melancolía que Daniel nos expresa muy bien. Después continua con el siguiente:
Tenés que comprender, que no puse tus miedos
donde están guardados
Y que no podré quitártelos
Si al hacerlo me desgarras.
Y que no podré quitártelos
Si al hacerlo me desgarras.
Ya en esta parte de la canción comienzo a adentrarme en lo que anteriormente había mencionado, esa especie de identificación con la historia que me obliga —a regañadientes— a preguntarme si lo que ahí dice Melero es una estrofa hacia un tercero o si es ese tercero el que se lo dice a él. Extraña manera de ver las cosas sería preguntarse si en realidad Daniel Melero se hablara a sí mismo todo el tiempo, pero viéndolo de otra manera podría encajar.
«Tenés que comprender, que no puse tus miedos donde están guardados» es el golpe mortal que recibo en la cara, como un claro ejemplo de ver toda esa serie de palabras que (le) he dicho, resumiéndolas en una sola frase, lo cual dicta una clara seña de que el arrepentimiento ya no tiene sentido y los miedos nunca han sido sólo por mi causa; y continua: «Y que no podré quitártelos si al hacerlo me desgarras». Caigo rendido al descubrirlo así, como un balde de agua más que fría que me hiela hasta los huesos, casi como una respuesta de la realidad inmutable en la que no quiero figurar.
Ya perdido en medio de esa trágica situación romántica, Melero me fulmina con el coro de la canción:
Te comportas de acuerdo
«Tenés que comprender, que no puse tus miedos donde están guardados» es el golpe mortal que recibo en la cara, como un claro ejemplo de ver toda esa serie de palabras que (le) he dicho, resumiéndolas en una sola frase, lo cual dicta una clara seña de que el arrepentimiento ya no tiene sentido y los miedos nunca han sido sólo por mi causa; y continua: «Y que no podré quitártelos si al hacerlo me desgarras». Caigo rendido al descubrirlo así, como un balde de agua más que fría que me hiela hasta los huesos, casi como una respuesta de la realidad inmutable en la que no quiero figurar.
Ya perdido en medio de esa trágica situación romántica, Melero me fulmina con el coro de la canción:
No quiero soñar
mil veces las mismas cosas
Ni contemplarlas sabiamente
Quiero que me trates suavemente.
mil veces las mismas cosas
Ni contemplarlas sabiamente
Quiero que me trates suavemente.
Aquí llego al clímax del asunto, con un «No quiero soñar mil veces las mismas cosas» que me hacen pensar en aquellas palabras que depositó (ella) en mi mente aquella noche, como un consejo de vida en el que mi mala estabilidad y mi pesimismo es siempre el problema con aquellos asuntos del existencialismo que me asechan todo el tiempo; y Daniel continua añadiendo también su posible consejo: «Ni contemplarlas sabiamente. Quiero que me trates suavemente». "¿Qué no es acaso eso lo que estás haciendo ahora, analizar una y otra vez toda esa serie de pensamientos y recuerdos que se entremezclan como una secuencia imparable?", me digo. Es por eso que aquí se siente el letal golpe que hiere y me hace parpadear, como una manera de despertar de una hipnosis propia en la que me dispuse a estar.
Una vez más a manera de receptor me acoplo al siguiente estribillo, ya con un shock emocional y una parálisis repentina:
Te comportas de acuerdo
con lo que te dicta cada momento
Y esa inconstancia, no es algo heroico
Es más bien algo enfermo
Y esa inconstancia, no es algo heroico
Es más bien algo enfermo
Éste sin duda es el estribillo más exacto entre toda la posible casualidad del acto. Leyéndolo todo «Te comportas de acuerdo con lo que te dicta cada momento. Y esa inconstancia, no es algo heroico es más bien algo enfermo» pueden asumirse dos puntos de vista: 1) En donde soy el receptor del mensaje, como un signo claro de mi enorme impulso sobre los momentos; 2) La misma dentro de un letal consejo propio hacia mi persona, además del complemento de la segunda frase. Como si repitiera después de mi interlocutor la verdad que me ha descubierto con tan duras palabras.
Después viene una vez más el coro y ya para ese entonces me encuentro con un dilema más en qué ocupar mi tiempo. Y eso que sólo hablo de una maldita canción, es un disco que en sí, no tiene madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario