Volteo al cielo y observo una nube que espero estés viendo también. Sé que me miento, que no puedes con eso, Sé que me miento al pensar que tu espacio abarca el mismo aire que el mío y al pensar que mi voz puede alcanzar a rozar tu piel. Trato, trato de entender...
Apago la luz de mi recámara y me desvisto en silencio, la rutina que abarca ese negro llano ocular en donde se frena mi ansiedad. Yazco así, aislado en un espectro virginal, casi sagrado, donde el esperar conlleva un ritual de desnudez sumamente necesario con el claro objetivo de volver a atraerte hasta mi. Las prendas estorban y el aura crece embarrándose sobre las paredes.
Soy el centro del recinto, el silencio, el comienzo que se vuelve tu existencia. Me nombro en todos los sentidos, con todos los latidos deslumbrantes y cegadores. Voy: Me aclarezco.
Me meto en la cama con la intención de sentirte, de oler tu regreso base a mi esfuerzo. Aguardo entre fantasías y observo entre celosías intuyendo la llegada de la risa de la mañana y, por ende, tu esplendor. Un sueño profundo en una caída del espectro sensorial que despiertan tus senos y tu vagina al deslumbrar mi serenidad.
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