Qué pensarías si te digo que me observes, que me analices y razones plenamente lo que veas en mi con la única intención de decirte que estás equivocado. ¿Lo aceptarías? Espero que lo hagas, sino, me decepcionarías un poco, querido lector.
Habiendo asumido que aceptaste amablemente y que tus ansias crecieran un poco base al reto, procedo a dictarte las siguientes palabras, aunque, primeramente sería de gran confort que visualizaras el acto como si estuvieramos caminando, disfrutando de un cigarrillo sin un rumbo establecido en una tarde de jueves, justo para llegar a algún café cualquiera del centro de la ciudad o si ya nos dirigiéramos hacia casa en camión. Imagina que me planto frente a ti como un maniquí de exhibición.
Analiza mi rostro. Comienza por las partes más elementales: La inquietud que nubla mis ojos bajo la sombra fría de mis pobladas cejas, ésto sin dejar de lado la caucasidad de mi nariz, larga y dura, siendo una especie de estatuilla asignada sobre mi pequeña boca de cálido matiz. Obsérvame y calcula tranquilamente. Haz énfasis en las ahorcadas ojeras que adornan mi cara, considéralas como un preámbulo al descubrimiento que te estoy asignando, como si en la soledad de su figura se encontrara el destello contrastante del que he sido el único testigo.
A decir verdad, no debería darte todas estas instrucciones pero lo considero sumamente necesario. Dado que me da por pensar que no lo llegues a resolver, sería de mi parte una torpeza el no brindarte este tipo de ayuda, siendo que, el fin de esto es llegar a contradecirte totalmente.
Cumplidas estas instrucciones el resto sería pan comido para ti —en un enfoque hipotético—, lo cual te llevaría entonces a reparar sobre los restantes desperfectos que adornan mi cara: Lunares, arrugas, cicatrices y el montón de diferencias que hay entre el par de perfiles. Claro que las espinillas quedarían del lado si sigues considerándo el modelo que te he dicho antes, pero a decir verdad, creo que, al igual que los lunares, juegan un rol importante para el despliegue de tu análisis.
Entre el resto de mi cuerpo podrás ver, más que nada, el paso del tiempo, el cual me ha sabido tratar de una forma no tan dura pero tampoco con la suavidad que recibió mi tío Samuel. Cuando te encuentres en esto tal vez no sea necesario darle más rodeos al asunto, digo, mi físico en sí no es tan pintoresco y habrás logrado llegar a ciertas conclusiones, al menos, respetables.
Entonces las tendrás, carraspearás ruidosamente para anunciarme que has terminado y quizás me mires con seguridad, desafiando todos los límites que pensáste al principio y de los cuales, penosamente creerás que su desbordamiento afectará un poco mi percepción del mundo, pero, como te digo, estarás equivocado.
Entonces las tendrás, carraspearás ruidosamente para anunciarme que has terminado y quizás me mires con seguridad, desafiando todos los límites que pensáste al principio y de los cuales, penosamente creerás que su desbordamiento afectará un poco mi percepción del mundo, pero, como te digo, estarás equivocado.
Leonardo Barajas
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