Dejé de mirar. Dejé de ver las cosas que me rodean, el ambiente que llamamos entorno y el horror de no saber que tengo delante de mi. He crecido alrededor de un mundo que no me termina de corresponder cada vez que trato de adaptarme e independizarme de mi pequeño círculo, cayendo una y otra vez en una resignación límbica que se vuelve cíclica en el transcurso de los horarios, como las palabras en el viento.
Creo en tu tono de voz, pero, de igual manera, dependo de la subjetividad de tus letras y sus descripciones llenas de pureza, necesaria para sobrepasar estos días y estos saltos al aire, en una total oscuridad en la que sólo se lee tu nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario