jueves, 15 de diciembre de 2011

Llamadas de diciembre

Recibí su llamada cuando el noticiero de Fernández estaba por comenzar, aproximadamente, y, rápidamente percibí un tono de alarma entre las balbuceantes palabras y los lapsos de silencio de su voz, cada vez más cortos. 
   Me daba mucha lastima cada vez que recibía sus llamadas, siempre trataban de lo mismo: Los problemas de salud de la tía Esther, cada vez más graves, y lo mal que iba nuestro equipo de futbol. Todo eso era la comunicación que el lograba —conmigo al menos.
   Cuando hubo terminado de decirme que estaba más aterrado que la última vez, comprendí entonces que tal vez era cierto, no sé cómo llegué a esa conclución, dado que Heriberto siempre fue el más pirado de la familia. Esa última vez que llamó (muy curiosamente a estas mismas horas), me había dicho que había visto de nuevo a la niña que se aparece en las escaleras de la vieja casa de su madre. Obviamente no le creí, como todas las anteriores veces que me había llamado.
  Heriberto jamás me volvió a llamar.

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