domingo, 14 de septiembre de 2014

No más, honey

    No he tenido un sueño que te involucre en mucho tiempo pero he pasado algunas tardes pensando en tu aviso. En cierto aspecto, logro entenderte más que nadie en el mundo a la hora del recuento de los daños, es algo que tuve que manejar hace algunos ayeres y comprendo la brutalidad del monstruo que hay que domar, las agallas que conlleva una decisión precisa y que el problema no se quede sólo en un deseo vago ante el tropiezo que puede ser inminente, sino salir y no mirar atrás. Habiendo leído la noticia que cordialmente me has hecho llegar por uno u otro medio, acepto las palabras y me adapto a los susurros que se dejan colar por entre la idea y el presente informe de creerme sentir más tranquilo y, ¿debería de estarlo? Por ahora, el acto de conocer tus deseos y pensamientos, los testigos inconfundibles de querer saberte como triunfadora de algo que no daba para más, me mantiene estable, igual que ayer e igual que en aquellos días en los que mi decisión de partida importaba más que otra cosa. Sinceramente, no me creo merecedor de tantas notificaciones, por más amables que éstas sean. Creo importante el valor de tomar las riendas sobre un asunto, lo digo con franqueza, considerando mi cobardía ante la mayoría de las cosas que puedan tener un poco de responsabilidad y, no miento a la hora de voltear al techo y sentirme preocupado por todo esto, pues todavía guardo una especie de temor con recelo que aún creo acarrear por donde quiera que voy. Y sin embargo, entre los días que nos separan y la buenaventura que se quisiera poseer vamos yendo, sin que nada importe más de lo que ya fue y que no hay cambio significativo que importe más que el que ya se ha establecido. 



    

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