miércoles, 16 de julio de 2014

Canícula

    Ya es miércoles y seguramente no te importe. 
    Poco a poco se avecina la canícula en la ciudad. Sale el sol, el bochorno me va atrapando mientras llego siempre a la hora exacta al trabajo y, mientras paso de largo por tu lugar, me detengo un instante para observarte y saber que todavía sigues ahí. Y lo estás: me voy yendo.
    Las semanas se me van escapando de las manos mientras mi memoria va registrando las pulsaciones, los guiños, el acto al pie de la letra de lo que voy presenciando y todo parece estar bien, el falso equilibrio se mantiene y lo demás siempre es parte de lo mismo. Me lo digo ahora, a media noche, cuando pienso en aquello y en nada, en el júbilo momentáneo de sentarme aquí, bajo el yugo vaivén del ventilador y el roce de mis dedos palpándome el rostro. 
    Hay brevedad y estancamiento inútil, necesidad del reproche diario y el nulo control a la amalgama de inseguridades que voy recreando en mi pensamiento, cada que te observo y sigo caminando. Y sé que estás ahí, me estás viendo y, sin embargo, sucedes. Viene la canícula y para entonces esperaré, transformando el bochorno en un calor indispensable, poco a poco, entre instantes.
    Y he dicho, ya es miércoles y lo mejor sería que siga sin importarnos un carajo. 

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