jueves, 31 de enero de 2013

Distimia en F mayor

    Procedí a encender el quinto cigarrillo después de haberlo soltado todo. Exploté como nunca antes; anoche se cumplió una semana y parece que aquella escena, turbia y seca a la vez, la acabara de vivir hace unos pocos segundos, hace tres pestañeos justamente en los que decidí escribir esto. Parece que no lo es, lo dudo en el momento de recordar aquel humo azul tembloroso, ansioso por el golpe que nunca llegó y el siguiente acto que se presentaba como un triste velo cegador, producto del instinto humano que aparece y se va difuminando y que, ahora, yace dentro de mis pulmones como una más de las cargas que me da el transcurrir diario, pero parece tan cercano sí, tan doloroso aún: parece, no desaparece pero perece tan rápido como el siglo de las luces y, con esto, ya lo digo todo.
    He perdido el sentido de la orientación natural humana, he perdido el sentido del tiempo, el apetito a la carne y el color humano, he extraviado esa seguridad razonable (piantado) de creerme portador del sentido común (ido): vagabundo del absurdo y su absurda consecuencia: delírium trémens.
    Los sinsabores del verdadero desespero (distimia y así).

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