Es sorprendente como el hecho de hacer determinada acción u observación nos puede llevar a pensar sobre centenares de cosas más, cosas directamente relacionadas o no, creando un montón de cadenas y subredes tangenciales que, sino se acotaran entre análisis más profundos o perdidas y distracciones humanas, sería un infinito propiamente inalcanzable. Cuando mi segunda taza de café del día lunes llegaba a su fin en mi último sorbo, recordé lo que había pensado hacia una semana en la capital del país, entre pensamientos que levantan la mano y sorprenden sin avisar, la necesidad de querer saber el nombre de la pequeña media luna blanca que tenemos en las uñas salió a flote. Sí, había que figurar que ya había detrás de todo esto una cadena de pensamientos que se hacia cada vez más grande y que, en determinado momento, la pregunta de la uña tendría que llegar en algún momento. La sensación en si fue algo más que se quedó en una pregunta a mi novia y después al aire, siendo que ella reaccionó frunciendo el ceño de una manera encantadora y tierna mientras me tocaba el pelo y me decía que las de ella eran muy pequeñas. Pude haberlo recordado al día siguiente mientras andábamos por Tlatelolco o por la Zona Rosa entre esa muchedumbre citadina que camina y camina construyendo un río de gente que fluye y se convierte en un mar de almas que no se acuerdan qué hay más allá de las tiendas del auge capitalista occidental y las redes sociales que destruyen a nuestra moderna sociedad. No lo recuerdo del todo, pero el pensamiento resurgió al contrastar la piel de mis dedos con las del café negro que tomaba, todo en una escena de dos segundos que bien podría haber sido el fin de mi vida, como una anécdota más de mi triste persona desbordante de torpes escenas que se asemejan al teatro de la crueldad del viejo Artaud. Podría parecer triste pero es la verdad y un intento de hacer que los días, estos días, se hagan un poquito más existenciales y menos de lo mismo que, a final de cuentas, se puede resumir como la vida misma. "Lúnula" es el nombre de la pequeña media luna blanquecina que está en la parte inferior de las uñas y no, no todas las uñas las tienen, como ella que las tiene bien chiquitas al contrario de mi, como ya había mencionado, que las tengo muy grandes y blancas a comparación con el resto de la uña que se ve en un tono muy rosado. Ese es su nombre y una mínima pizca de incógnita se respondió a su debido tiempo como debido tiene que ser el paso que daré mañana al despertar, como siempre, del lado izquierdo de mi cama para proseguir a sacar a mi perro a hacer sus necesidades y darme cuenta de que siempre dejo que el día y el mundo amanezcan muy temprano sin mí, como si fuese un requisito para un buen día y recordar que pocas veces veo al sol nacer. Las imágenes de un rojo sol naciente sólo llegan a mi mente tras recordar los largos caminos de doce horas que doy para volverla a ver y, de paso, veo al sol que nace y baña con su luz el enorme Valle de México que yace y me vuelve a recibir como se recibe a un nieto temprano en la mañana para que almuerce y siga creciendo y pensando ese montón de cosas que uno debe de pensar.
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