Hoy parece jueves ―aunque huele a sábado―, pero resulta que hoy es martes. Sí, lamentablemente y digo que es una lastima que hoy sea martes porque todo parece indicar que si fuese jueves, todo sería muchísimo mejor.
Cada jueves hago intencionalmente mi café un poco más amargo. Lo hago porque es uno de mis días más pesados (dado que me la paso en el huerto pizcando naranjas y termino yendo al río a pensar y escribir un tanto). Sí, lo repito, si hoy fuese jueves el día sería perfecto; amaneció nublado, el cielo parece pintar un gris estacionario excelso para una jornada en el huerto. Qué más puedo pedir, si a caso solamente saber de ti.
Hace siete meses que no me escribes. He esperado con una perseverancia milenaria cada día, pero ni una pista de ti ni de tus latidos ―que admito―, son el motor de los míos. Sé que la vida en la ciudad es muy rápida y agotadora, y me cansa cada que voy a comprar libros de poesía francesa y a recibir las recaudaciones grandes del huerto. Voy cada tres meses y ya ves. Pero ninguna carta, sólo la que me llegó de tu hermana, diciéndome que ya habías conseguido un departamento pequeño y firmado el contrato con la compañía responsable de tu mudanza hasta allá.
No he dejado de escribirte ninguno de éstos días y lo guardo todo para cuando decidas contestarme. Sólo espero tu respuesta así como he esperado por ti toda la vida.
El Flaco:
Anselmo Capistran
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