Es el día número ciento cuarenta y seis del año, mi último miércoles de descanso y un día fatal. Día veintiocho del presente mes y, según mi cuerpo ya desacostumbrado al calor de la región, uno de los más calurosos de éste dos mil catorce. Tomé este título de una fotografía que aparece en un libro de Julito: "Último Round: Tomo uno", en el cual recoge textos aleatorios de diversos temas, un pintoresco manjar de los pensamientos que cruzaban por la cabeza de mi Julito por aquel tiempo. Este título lo califico así por la falta de entradas en este mes, siendo las grabaciones de Soundcloud sólo un experimento para luchar contra mi manía a escucharme en voz en off con fotografías de fondo que son de mi autoría.
A decir verdad, qué tanto puedo calificar como «noticia» en mi. Creo pensar que cada vez es menos la gente que puede interesarse en este espacio u otra actividad que me circunde, cada día que pasa me siento más alejado del pequeño circulo de amigos que me rodeaba y bueno, que noticias como tales no pueden calificarse. Sin embargo, la fotografía la tomé hace algunos años y me gusta, la recordé en éstos últimos días y decidí escribir algo aquí para no dejar sólo las jodidas grabaciones y hoy es el último día del mes en que tengo oportunidad de hacerlo.
Nunca tengo mucho que contar, más bien, ya no tengo mucho en que repasar las horas y me extraña, ya que no suelo si quiera salir de la rutina laboral y el regreso a casa. Hay pocos lugares que me gusta visitar en esta ciudad y muchos, por no decir la mayoría que me agradan, guardan algún significado que nunca podré revocar. Otros, que aunque siempre he preferido visitar sin compañía, he decidido dejarlos, aguardarlos para un momento en el que repentinamente llegue y no haya nada qué pensar o recordar antes de visitarlos, los dejo ahí: situándolos entre una negra imagen de incertidumbre y sorpresa que se limita a estas palabras.
Hoy por ejemplo, desperté con un recuerdo de múltiples escenas en sueños mezclados de la noche anterior y, después, tras encontrar los pasajes de una de las tantas sinfonías de Schubert que suelo escuchar, me doy cuenta de que tengo una jaqueca tremenda que no puedo ni pararme de la cama. Hacía tanto tiempo que no tenía una de esas, ya me había olvidado de mis jaquecas y si, precisamente tenía que presentarse en mí día libre: fuckwit. Aún así, tras un dolor de cabeza insoportable y un calor matutino que hace a mi escroto sudar, me dirijo a hacer uno de esos trámites de «adulto responsable» y me vuelvo a casa tras haberme encontrado a dos conocidos en el trayecto, qué cagada, aunque al menos no fueron chicas de ayer.
La mayor parte del día me la pasé dormido con el calzón sudado de la entrepierna y con la frente tan caliente que me daban ganas de arrancarme la cabeza: manía de cuando estas terribles jaquecas me tumbaban por horas y no hacía más que maldecir al puto sol y la falta de días fríos en esta región. Una chorrada. Tampoco tenía ganas de verle y le cancelé. No he tenido ganas de verle en todo el mes y se ha dado cuenta. Mientras esto sucede, porque siempre suele ser así, alguna otra chica me dice que ha soñado conmigo y quiere volver a verme. Me sorprendo, tras haber hablado vagamente de ella con un amigo el sábado pasado: un episodio más para el terrible dancing del karma de este año.
Se acaba mayo y todavía sigo leyendo los mismos dos libros, sigo escribiendo una carta que no creo mandar nunca y sigo creyendo que podré ir al DF en julio y ahora sólo me la paso descargando todas esas películas que me falta ver, mientras se me ocurre qué hacer conmigo y mi pálido trasero.