No sé qué escribir, no tengo ganas de nada. No tengo ideas, no tengo la claridad enfocada en ningún tema en particular. Levanto la cabeza y cada palabra que pienso escribir se vuelve la perdida de lo ocurrido, el pequeño signo de originalidad efímero se vuelve casi inexistente, indescifrable. Tal vez debería dejar de leer estos libros. Lo dudo.
Sin poder disfrutar nuevamente de los días lluviosos, me encuentro encerrado en casa, con los cuidados de mi padre, con un tiempo muy reducido para mis cosas, mis-pinches-cosas, con la escuela que me urge liberar y con unas pinches ganas de repartir putazos. Quién sabe, a lo mejor con eso se me va el estrés. Por ahora mi esperanza radica en los días soleados, con una luz que me deslumbre y me invite a caminar y sudar toda esta calamidad que, aún, me engendra.
El martes me voy a desaparecer un día. Fin del comunicado. Tuc-tuc-tuc...
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