martes, 31 de mayo de 2011
08:26
Eran las ocho veintitrés cuando sonó la alarma justo al lado de mi oído. La segunda alarma, era la hora que había reemplazado a la original, la del plan de la típica mañana para asistir a clases, a las ocho. "A las ocho dentro de un bizcocho", torpemente rimaba mi mente en su ramificación numero trece, en la comedia rebuscada: el sentido que despierta. Avanzaba el reloj hacia las ocho veinticuatro y la oscuridad aún abarcaba mi piel, la cascara reseca de ayer. Abarcaba el silencio en el sudor del segundero. Olfateaba el sereno de la mañana que entraba por mi ventana, inhalando lentamente ese gas soñador que esparce la noche, llenándome de un embriagante rocío matinal, para conseguir de nuevo la posición fetal que instintivamente tomo para dormir. "Arturito ya no tiene diecisiete años", decía mi voz que no era la mía, esa voz hueca que imitaba mi voz, una voz con frase en secuencia, un arrullo para despertar a las ocho veintiséis.
jueves, 26 de mayo de 2011
De ciclistas y gomas de mascar americanas
Pasaban uno tras otro, como si la fila india fuera la única posible, con cuidado y sin apuro, eran los llamados estorbos de la carretera, los pacientes, los paseantes. Rondaban por todo el centro de la ciudad, enseñandonos el deterioro del tiempo a cada perseverante rondar de llanta, con sus movimientos finos de gacela en éxtasis, mientras los monstruosos estorbos urbanos llenaban de smog el pozo en el que vivimos. En el grupo se encontraba Julián, tan abollado por el sol, tan adolorido por las ráfagas del viento del norte, el rubio ciclista oriundo de Talca, ofreciendo sus piernas, en el regocijo andante del que Mayra, jamás comprenderá una pizca de ello. Talca era corta, pero Mayra fue dura. Talca era cierta, Mayra era simplemente una asignatura, la que Julián odiaría, la que no permitiría que se pegara en la rueda como goma de mascar americana. Porque gomas de mascar americanas, Julián, ya había mascado demasiadas.
miércoles, 25 de mayo de 2011
lunes, 9 de mayo de 2011
La salsa de Tchaikovski
Solía acudir al viejo salón La habana a verte bailar salsa en secundaria, llevando siempre mis audífonos, con Tchaikovski por defecto. Comencé a frecuentar el lugar una vez por semana, generalmente los viernes, que era el día en que se presentaban a bailar los pasos ensayados entre semana. Procuraba legar a tiempo, no temprano, debido al contraste de mi presencia con la gente del lugar, lo cual me hacia notarme más de lo normal. El simple hecho de tomar un rincón desde donde pudiera observarte ya era en si un placer, lo que me iba llevando a asistir con una especie de devoción de quinceañero. Siempre eras la más versátil, la más armoniosa, mientras ibas tornando mi vista más perspicaz, de lo que en verdad era lo casual. Las concurrencias fueron así creciendo, de una a tres veces por semana para ver tus ensayos, para ver los movimientos en los que me llevabas, sin saberlo, al más lejano sueño Tchaikovskiano, el prefecto eargasm en la más inintelegible de las sinfonías escuchadas en el barrio bravo. Eran momentos de corrosión, de virtudes y defectos humanos, era el sollozo del intereses propio, de una necesidad ya tan adquirida. Era tu forma de moverte, la salsa de mis días, el toque repentino de mis suaves anarquías rutinarias. Joder, estaba enamorado y Piotr me lo repetía, ¡y mierda que era cierto!. Y la corrosión fue dándose de menos a más, todos los días, mientras tus caderas se curveaban en el movimiento de la Obertura 1812, en mi resistencia napoleonica, en medio del barrio bravo de Tepito. Hasta que comenzaste a notarme, a sentirme, un martes: terminaste la ultima pieza, en el momento de respirar por el cansancio y la fuerza ejercida, cuando sonreías al publico, al goce, allí fue. Volteaste y aseguraste la sonrisa, en el momento justo en que sonaba la Sexta, la patética.
domingo, 8 de mayo de 2011
500 mg
Soy la píldora que no ves en el mostrador.
Soy la dosis letal, soy tu droga ilegal.
Soy quinientos miligramos que tu existencia mejorará.
Soy tu viaje ácido de éxtasis esotérico.
Soy la pérdida del pudor sin dejarte esquizofrénico.
Soy la dosis letal, soy tu droga ilegal.
Soy quinientos miligramos que tu existencia mejorará.
Soy tu viaje ácido de éxtasis esotérico.
Soy la pérdida del pudor sin dejarte esquizofrénico.
viernes, 6 de mayo de 2011
Vista desde la panorámica V
Charles Mingus sentado a mi lado en el camión, fisgoneando lo que voy leyendo: Amuleto.
martes, 3 de mayo de 2011
lunes, 2 de mayo de 2011
Vista desde la panorámica IV
Jean-Claude Pelletier, Liz Norton y Manuel Espinoza en su ménage à trois europeo archimbolidano.
Fiebre
Hoy quedé dormido antes del anochecer, soñando en los pasos que das cuando no estoy contigo, cuando te olvidas de mi...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)