jueves, 26 de mayo de 2011

De ciclistas y gomas de mascar americanas

Pasaban uno tras otro, como si la fila india fuera la única posible, con cuidado y sin apuro, eran los llamados estorbos de la carretera, los pacientes, los paseantes. Rondaban por todo el centro de la ciudad, enseñandonos el deterioro del tiempo a cada perseverante rondar de llanta, con sus movimientos finos de gacela en éxtasis, mientras los monstruosos estorbos urbanos llenaban de smog el pozo en el que vivimos. En el grupo se encontraba Julián, tan abollado por el sol, tan adolorido por las ráfagas del viento del norte, el rubio ciclista oriundo de Talca, ofreciendo sus piernas, en el regocijo andante del que Mayra, jamás comprenderá una pizca de ello. Talca era corta, pero Mayra fue dura. Talca era cierta, Mayra era simplemente una asignatura, la que Julián odiaría, la que no permitiría que se pegara en la rueda como goma de mascar americana. Porque gomas de mascar americanas, Julián, ya había mascado demasiadas.

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