lunes, 29 de junio de 2015

Wendolin

    Estoy a unos días de cumplir un cuarto de siglo y también lleno de discrepancias a la vez. Entre la búsqueda de algo que no termino de entender y las apariciones de sucesos rutinarios como extraordinarios, sigo al filo de la incertidumbre que conlleva seguir pasando derecho como caudal que atraviesa toda barrera, siempre con la enmienda tangencial como as bajo la manga y la predilección hacia el fracaso. Ya sea despertando a duras penas por las mañanas o soñoliento en las lecturas nocturnas, cruzo a pasos cortos el frente que se me presenta.
    Es todavía el amanecer mi punto débil del día. Amanecer y recordar tu nombre es el pesado punto de partida, ya sea al momento de percibir los rayos de sol llegar hasta mi cara o al instante de descubrir figuras en el techo, la imagen es la misma: Wendolin.  Parece ser un bautizo matinal el decir tu nombre, un parteaguas hacia el inicio y lo desconocido de la cotidianidad: hablar en silencio y saber que no responderás para después inmiscuirme en el desayuno forzoso y la vista hacia la calle en donde nunca pasa nada. Y lo demás es donde te busco con la intención de no encontrarte.
    Llegar a aquí es mera coincidencia. Pienso en las calles vacías y los amigos que siguen su camino, en los amaneceres que nunca observo y los atardeceres que siempre se me van. Es todo esto el producto de un subconsciente colectivo que nos encamina a todos a vivir, a seguir despiertos tras dos tazas de café y la incógnita de si algún día se sentirá una tranquila y armoniosa estabilidad. ¿Y cómo lograr eso si no puedo siquiera verte cuando me place? ¿Cómo es esto de cumplir 25 años?
    Tu silueta cruzando la puerta hacia el exterior es el emblema de este último año. Los fines de semana en casa y las borracheras espontaneas son parte del repertorio. Sin embargo, es esa especie de vacío y ansiedad lo que perdura, esa imagen del abandono y la esencia misma de quedar aquí como una estampa en la pared: estero azul en donde todo se hace tan lejos.

jueves, 4 de junio de 2015

Riot Van

    Despertar sin querer despertar es lo que me ocupa en estos días. Días distintos a la semana anterior e igual se inconclusos que los de siempre. He alcanzado a escuchar un mensaje en el celular, el flujo de algunos carros pasando por la calle y ese peculiar sonido matutino de un ambiente suburbano, todo mientras me percato que nuevamente me he despertado tarde y que, en realidad, no hay nada importante que me haga abandonar las sabanas y su refugio.
    Después de dar vueltas y no entender nada, me levanto con la única intención de abrir la ventana y observar el exterior, ese mundo extraño y tétrico del que no termino por acostumbrarme.