lunes, 9 de marzo de 2015

Fuji

    Alguna vez habré de recorrer todos esos lugares en los que suelo recordarte. Lo he analizado y el hecho de que mis sueños estén representados en ciertas ubicaciones en las que hemos estado me invitan al repaso, a los cuestionamientos diversos en los que cavilo entre acciones y respuestas nulas que formulo entre incógnitas y bajas expectativas. Es marzo ya y el panorama de acontecimientos secuenciales en los que fluyo y en los que te imagino no son más de choques sistematizados de tacto al tiempo y vehemencia equivoca de sentirse existir. Debería de visitar una vez más estos lugares y el momento aún indefinido me sugiere dejarlo en palabras al aire. Alguna vez habré de recorrerlos y aún queda el silencio que resalta al dejar los labios separados y parpadear con pereza al visualizarme indescifrable ante el dilema. ¿Qué buscaría en ellos sino la esencia de la desdicha? Triunfalmente puedo alzar el brazo con el puño cerrado y asegurar la derrota entre victorias difusas, inyectarme la felicidad que se rejunta a instantes específicos que todavía persisten en abismos distantes y abrazarme a la levedad que se aferra en todo esto que he decidido seguir forjando, sin intenciones de hacer algo en realidad. Aceptar estar aquí es entregarme a la desilusión de cerrar los ojos y continuar ignorando todo, impartiendo a guardia baja la alta fidelidad que se consigue entre sollozos turbios en los que escucho aún tu precario parecer y en los que suelo ahondar, invisible a la recóndita idea que tengo al recordarte, al recordarme, entre lugares remotos en donde seguimos un guion predefinido y todo lo demás es la audiencia decepcionada de la historia.  Sabríamos destruir el escenario, acudiendo entre desfases y malas ocasiones impulsivas y eso es, sin más, el regocijo mismo de sentirse vivir entre los abucheos de la gente. Ahora, ensimismado por las posibilidades y las tangentes en las que me veo partir, encuentro un tropiezo definitivo, un error enorme en el que me voy deslizando a reacción de reacciones incongruentes e, incluso, inverosímiles, formuladas una a una por desacuerdos y traiciones, caricias y una que otra bebida alcohólica que aumenta la decepción y el bienestar apenas perceptible. Habré de seguir con esto a pesar de lo anterior, de la cadena de acontecimientos desafortunados ya vividos, a pesar de tu nombre y de tantos otros. Y es, en efecto, la teoría de repetirme una vez más como ser humano que prevalece y yace entre todo esto como un parásito de sí mismo, un espectro de su propia y retorcida abadía que corre apenas percibe el sol tras el panorama del Fuji, quien me reclama toda su apatía arrebatada. 



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