Faltan algunos días más para que se termine el año y por lo pronto dispongo de diez minutos para escribir aquí: sentencia típica de la jornada hacia mi persona. ¿Qué puedo decir en diez minutos que no me sumerja en un largo monólogo de lo que a nadie le interesa? Sí, pues nada, que ha sido otro año que se se fue volando y todo eso que la gente suele decir cuando se acercan las fiestas.
Esta madrugada tomé un taxi para volver a casa y fui pensando en todas esas cosas que no cumplí, en las que valieron verga desde enero, las que descarté por que se ramificaban de otras, en las que era un hecho que tenía que cumplir por obligación, en las que aparecieron de momento y no alcancé a escribir en mi lista de propósitos, en las que se renovarán para el año que viene. No sé, tal vez eso de hacer listas a cumplir nunca se me dé, como ninguna lista sobre algo, como un top ten de mis libros preferidos o los playlists que suelo hacer y son un asco, incluso para mí, y no, no creo que vuelva a hacer una lista de este tipo.
Aún quedan días que vivir del 2013 y también para no vivir, como en cualquier año, con un diciembre regiomontano que tiene un sol pálido y claro además de un frío seco y franco, como el año pasado, como el año que seguramente vendrá acompañado de las mismas historias que se modifican un poco pero siguen siendo el mismo fruto de todos los días.
Y quién sabe, que este año fue una mezcla muy entretenida de muchos factores, pensaba que era uno de mis peores, pero desde esta perspectiva decembrina visualizo que, en efecto, fue uno de los más interesantes que he tenido. Kapput.
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