viernes, 21 de enero de 2011
Apetito inverosímil
Sigilosa y llamativa a la vez, hoy yo te envidio de no poder compartir tan poca importancia por el mundo, por la soledad y el prejuicio de mis alrededores en cualquier lugar en el que estoy. Posada sobre la lámpara que cobija las calles oscuras y frías, con un pobre resplandor tan típico de ti. Discreción a los cuatro vientos. Tan pocas preocupaciones caben en tu diminuta cabeza que me hacen anhelar la irresponsabilidad de un ser en el planeta. Analizas el panorama en búsqueda de una nueva presa a la cual acechar, tal vez una pareja, que más puede pasar. Simplemente opciones binarias. Pero ¿qué se yo?, soy tan vulnerable a la crestomatía que es simplemente fatigante elegir, aunque no difícil. Aquí estoy. Ocupándome de las preocupaciones de otro ser vivo que relativamente hablando, es tan inferior que desesperadamente deseo ser. Y te miro sin cesar, sentado a lado del rosal, que al igual que yo espera por algo. Fracciones de segundo en los que parpadeo me hacen darme cuenta de tu velocidad, tu sencillez descomunal y te vas, sin darte cuenta de que un tipo desaliñado te analiza con ansiedad, utilizando frases torpes que aparecen de la brusquedad con la que inhala el humo en una no muy soleada tarde de octubre. Y mientras tanto el rosal se torna susceptible a mi vituperio.
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