¿Lo esperabas? No. Nadie esperaba a morir en aquellos tiempos, la depresión casi no existía en el pasado; sin embargo ese raro ejemplo te toco ser a ti. Miraba hacia la ventana con los ojos vidriosos y sus labios rojos y carnosos no respondían, nadie sabía porque el hecho. El reloj marcaba medio día y el sol le pegaba de lleno en la cara, mientras a lo lejos, dos caballos galopaban después de que el encargado de las caballerizas dejara la puerta abierta por accidente, y un hombre era atropellado en la calle encarnación.
¡Oh, Marisol! despierta de ese interminable sueño roba almas que se ha llevado a tu viejo esposo para siempre, se lo ha llevado a las frías montañas infernales europeas, ¿qué? ¿Pensaste que en el infierno solo dominaba el calor y su inmenso fastidio? Pues no estimada, el frió es brutalmente malvado y también duele.
El demonio se tomaba una copa del vino más sublime, pero no tan hermoso y maldito como el sangrado de un unicornio, no señor; mientras el ángel caído se retorcía de malicia en su asombroso y endemoniado trono, el esposo de Marisol ya era mas que polvo volando en los fríos y turbios vientos de los Andes, el ya era mas que ceniza. Marisol, levanta la mirada, mira las estrellas, observa como brillan para ti, pero no te complacen, señora caprichosa con orgullo argentino.
Mira, tu hijo ya es grande. Se casó. Hijos procreó. A su esposa abandonó. Su tercer hijo se murió. El segundo es un perdedor. El mayor un cobarde se volvió. La esposa de cáncer falleció. Y tu hijo en un pueblo abandonado de México acabó. Pero tu hija la menor con un hombre sabio se escapó. No tienen hijos. Son fotógrafos y trabajan en una zona conocida de París.